Excepciones
Pedro Crespo Jiménez, Grupo Decoro
LA HABANA, marzo - No sé cómo se comportará la gente en
otras latitudes, porque ya sabemos que cada pueblo tiene su idiosincrasia, pero,
en cada nación, siempre hay excepciones. Son ese tipo de gente que se
sale del promedio general y que son minorías o excepciones de la regla.
Por ejemplo, los cubanos somos desprendidos, generosos, desinteresados,
agradecidos, sinceros, cordiales, tenemos tremenda chispa, sabemos de todo,
opinamos sobre todo, y nos reímos hasta de la vida misma. Sabemos ser críticos,
fieles, responsables y constantes cuando las circunstancias lo requieren. Pero
de lo que sí todos estamos seguros es que el cubano no tiene un pelo de
tonto. Y si alguno hay por ahí, es puro "chiripazo", una
excepción.
Pero, veamos algunas de nuestras excepciones. ¿Nunca se ha descubierto
usted buscando en el refrigerador la ropa interior? ¿Nunca ha formado una "tángana"
buscando sus espejuelos y, al final, los ha llevado puestos? Tengo un amigo que
es el colmo del despiste o la despreocupación. Salió con su esposa
e hija de seis años y dejó a la última olvidada en la
guagua hasta la parada próxima. Y, a propósito de guagua, ¿nunca
le han gritado: "Chicho, recoge la almohadita", cuando se le ha pasado
la parada donde usted debía bajarse? A Bartolo, el bodeguero que estaba
ensimismado en sus pensamientos y a punto de ser atropellado por una bicicleta,
le gritaron: "Oye, muerto vivo, despierta".
Tengo un conocido que fue a darle el pésame a una madre por la muerte
de su hijo y ésta le respondió en medio de los sollozos que ya era
el tercero que se le iba; a lo que el amigo le respondió con ingenuidad: "¿Se
fueron en una balsa o legalmente?", y luego cayó en la cuenta que la
mujer se refería al fallecimiento de sus hijos.
Este mismo amigo sostiene la teoría de que, todos estos hechos tienen
su origen en la cantidad de preocupaciones que tenemos hoy. Pero mi tío
Facundo "partió" el bate de aluminio. Venía muy
preocupado por las sugerencias profilácticas que le había dado el
médico para su enfermedad. Por fin, gracias a nuestra tenaz persistencia,
Facundo confesó el motivo de su preocupación.
Luego de tomar un buchito de café recalentado, que le preparó
la vieja, nos miró con cierto aire de tristeza y, lentamente, nos dijo: "El
médico me ha prohibido comer carne roja".
Después de unos instantes de silencio cortante, matizado por la
seriedad de Facundo, todos rompimos en una espontánea carcajada, mientras
que mi tío nos observaba, ahora, con mucha preocupación. Por fin, él
también cayó en la cuenta y profirió, entre dientes, una
ofensa al médico sugerente. ¡Dejó chiquitica a Nenita
Pubillones, viuda de Galarraga!
Pero hacer leña del árbol caído, buscar a estos
personajes para "hacer la tarde" o la sobremesa por su ignorancia o
ingenuidad, es de muy mal gusto. Sí, póngale sabor a su vida, pero
no a costa de los demás.
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