CUBANET... INTERNACIONAL

Marzo 8, 2001



La miseria cubana está de moda

Ramon Ferreira. Publicado el jueves, 8 de marzo de 2001 en El Nuevo Herald

Para algunos, ir a la Cuba comunista resulta tan elegante como una excursión a Venecia. En ambos lugares quedan muestras de un pasado esplendoroso; en Venecia conservadas con orgullo, en Cuba adandonadas por el desprecio comunista. A la Cuba comunista también se va por razones más mundanas: un negocio turbio, una aventura clandestina, la necesidad de un toque publicitario. A Cuba, a secas, también van quienes se ven forzados a sostener a sus familias moral y materialmente con la esperanza de lograr verlas libres para restaurar sus vidas algún día.

Pero a la Cuba comunista también van intereses bien mezquinos. Una elegante tienda por departamentos de New York (Bergdorf Goodman) se ha rebajado a explotar la miseria cubana para vender su mercancía. En un catálogo de 13 páginas a todo color han fotografiado a sus modelos exquisitamente ataviadas, pero prudentemente alejadas de un fondo que muestra las ruinas de La Habana y la miseria de sus habitantes.

Para remachar el clavo de la insensibilidad, el display fotográfico incluye un mensaje de loas a la Cuba perdida y al clásico refrán de los improvisados: que el pasado es hoy. Todo esto escrito en una prosa exaltada que parece llevar música de fondo. Lo primero que maravilla a la autora es la ausencia de ruidos al pisar tierra, "de esos ruidos que se asocian con las grandes ciudades''. Le resulta maravilloso que "no hay ambulancias, carros de bomberos o el acelerar de motores de automóviles. Pero uno se acostumbra enseguida''.

Un punto y aparte para proceder a informar a sus clientes newyorkinos que a La Habana le queda su herencia española: "Una belleza etérea que resulta extraordinaria debido a que --igual que Venecia-- uno parece presentir la realidad posible de que pudiera deslizarse y hundirse en el mar''. Pero, reflexiona la sofocada reportera, para los cubanos "el futuro es siempre el momento''. Y este es el suyo, claro está.

Para ella ese momento está saturado de un fondo musical. Todo el mundo parece estar ensayando un baile, una canción o preparándose para una fiesta. "La música se escucha en todas partes: "En las calles, a lo largo del malecón, una música que se mantiene optimista''. Y enseguida reflexiona que, tal vez debido a ello, "uno se percata de la importancia del contacto humano en vez de digital, lo cual, en esencia, sigue creando recuerdos de que La Habana es el hogar''.

La rapiña humana es más voraz que la del buitre. Nada parece saciarla. Donde hubo techo queda algo entre las ruinas, donde hubo arquitectura quedan vestigios fotogénicos; donde vivió la cultura, siempre hay algo que admirar. Donde se intenta sobrevivir, siempre hay quien venda lo que queda. Y Fidel es el clásico pulguero; tiene de todo y barato: cada objeto, cada antojo, cada trueque, cada aberración está disponible a precio de liquidación. Uno escucha, calcula, acepta, paga y no hace preguntas que remuerdan la conciencia.

No se puede vender ropa modelando entre las ruinas de un huracán o un terremoto. La refinada París, la histórica Roma, la legendaria Egipto han sido exprimidas hasta la más mínima contorsión de las modelos. El fondo, fatiga; la ropa se desluce. Tal parece que a Cuba le llegó el momento de suplantar los lugares clásicos del refinamiento. Diariamente vemos el desfile de luminarias o aspirantes dándose una vuelta por La Habana para dejarse ver o anotar algo que incluir en sus expedientes artísticos. Y Cuba es cool, más cool que nunca. Conserva su identidad y lo que le quitó el comunismo se puede reconstruir. Como los palacios de los Dogos, Versailles o la tumba de Tutankamon. Y su música es una especie de himno nacional que se hereda con los genes.

Para los turistas del comercio o del placer, Cuba es un bazar abierto con pasaje de ida y vuelta. Para los cubanos una especie de jaula de donde todavía pueden salir a ver lo que les rodea, confiando en que alguien se olvidará de cerrarla algún día. Pero Fidel ya no debe estar tan seguro de que regresen a devolver las banderitas que les da cuando se queda corto de alpiste y los deja corretear hasta donde los lleven las piernas. Ya los turistas checos fueron a la cárcel por escuchar quejas. Ya Colin Powell clasificó a Fidel como una "estrella naciente sin futuro'', dejando saber que no tiene papel en su película.

Confío que estas fotografías, fantasía y realidad al mismo tiempo, a la vez que vendan ropa revelen la miseria cubana con más claridad que mil columnas como ésta.

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