Reflexiones
sobre la productividad del trabajo
Oscar Espinosa Chepe
LA HABANA, marzo - Conceptualmente, la productividad mide la eficacia de los
factores de producción y la de sus combinaciones. El indicador más
utilizado es el de la productividad del trabajo, definida como la relación
entre volumen de producción obtenido y la cantidad de trabajo empleado,
expresado éste en horas consumidas o número de trabajadores
ocupados.
A escala de un país, una vía para medir el estado de la
productividad del trabajo es mediante el uso de cifras macroeconómicas.
Por ejemplo, a través del Producto Interno Bruto (PIB), el cual dividido
por el número de personas ocupadas brinda la productividad para un período
de tiempo dado, que a su vez, al ser comparado con otros similares a precios
constantes, sirve para determinar los avances o retrocesos en este decisivo
aspecto económico.
Resulta evidente que más importante que producir a todo costo y a
toda costa, es producir con eficiencia y el mayor ahorro. Una gestión
caracterizada por el derroche de recursos, materiales o humanos, conduce a su
agotamiento y a la elaboración de artículos no competitivos. Por
ello, en el caso cubano se requiere examinar el comportamiento de este vital
indicador como un elemento indispensable para medir el estado actual de la
economía.
Para efectuar los cálculos hubo que tomar cifras oficiales que, como
se conoce, carecen de confiabilidad, así como partir de un año
base, el último anterior al llamado Período Especial, 1989, el
cual no se caracterizó precisamente por sus altos niveles de
productividad, sino por un empleo de la fuerza de trabajo generalmente
sobredimensionado y una colosal burocracia estatal, que años más
tarde se redujo en cierta medida debido a la crisis.
En 1989, el PIB alcanzó 19 mil 585,8 millones de pesos a precios de
1981, con una población ocupada total de 4,35 millones de personas, lo
cual brindó un Producto anual por persona ocupada de 4,496 pesos.
El total de trabajadores ocupados en el 2000 fue de 4,41 millones con un PIB
de 16 mil 552,2 millones de pesos a precios constantes. Esto revela que por
persona ocupada se produjeron 3,756 pesos. De ahí que la productividad
del trabajo fuera inferior en 16,5 por ciento a la lograda en 1989, a 11 años
de iniciado el Período Especial.
Asimismo, el desempleo abierto llegó al 5,5 por ciento en el 2000,
según el Ministerio del Trabajo y Seguridad Social. Además de su
limitada fiabilidad, la cifra dice bastante poco en una economía con una
estacionalidad productiva elevada. Una tasa anual de desempleo no constituye un
indicador significativo, ya que en Cuba la mayor actividad económica
transcurre de diciembre a abril (zafra azucarera, temporada alta de turismo,
cosecha de tabaco, hortalizas, viandas, cítricos, etc.), con una demanda
de fuerza de trabajo muy superior al resto del año.
Teniendo en consideración que la población económicamente
activa pudiera estimarse para el 2000 en 4,6 millones de personas, de acuerdo
con su comportamiento en años anteriores, y suponiendo como real la tasa
oficial de desempleo del 5,5 por ciento, sería posible afirmar que como
promedio ese año hubo en Cuba alrededor de 253 mil desempleados totales,
residentes mayoritariamente en las zonas orientales, las de menor desarrollo.
En cuanto al subempleo, del cual hay ausencia de datos oficiales, si se
calcula sobre la base de la productividad del trabajo de 1989, citada
anteriormente, el PIB logrado en el 2000 pudo haberse obtenido con 725 mil 365
trabajadores menos que los realmente empleados.
Por lo anterior, la tasa total del desempleo en el 2000 no fue menor del 22
por ciento, incluidos el abierto y el subempleo, efectuados los estimados en
forma extremadamente conservadora.
Estos elementos demuestran la pésima utilización actual de la
fuerza de trabajo y prueban adicionalmente la desastrosa situación de la
economía de la mayor de las Antillas a inicios del nuevo siglo.
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