A paso de
bastón: si montas yumas, te decomisan
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, marzo - Quizás aún se recuerde el origen del
cubanismo yuma, adoptado para designar a los norteamericanos en particular y a
los extranjeros rubicundos en general, excepto los rusos. Allá por los
70, un western barrió las taquillas de los cines isleños. Su título,
El tren de las 3:10 a Yuma, tuvo el honor de dar carta blanca a la palabra de
marras.
Por supuesto, en los mundos de la economía informal y el autoempleo
los yumas son los preferidos; primero en particular y luego en general, porque
donde un yankee deja cinco dólares de propina, un europeo deja uno. Pagan
mejor, así de simple, y les gustan las negras y los Cohibas, y también
las tagarninas de fumarola apestosa. Les he visto, tan aficionados como yo a
recorrer el centro de La Habana, a bordo de uno de los llamados bicitaxis, un
triciclo de alquiler impulsado a pedal de hombre, cual legítima creación
del período especial. Claro, los cubiches pagamos veinte pesos, o un dólar.
El yuma, por acuerdo de los bicitaxistas, no menos del triple.
Los practicantes del oficio, tipos bravos, han devenido una suerte de gremio
informal: por un lado, taxistas habaneros de pura cepa: se agrupan, se ayudan,
organizan piqueras de riguroso turno clienteril y la mujer del colega es
sagrada. Por el otro, a fin de cuentas, su taxi es una bicicleta, por lo que
tienen sus modos de vestir y maneras de expresarse. Gastan camiseta y bermudas,
y todo cuanto ayude a pedalear cargando a dos señoras obesas acabaditas
de comprar una lavadora, con sólo treinta grados a la sombra y noventa
por ciento de humedad relativa. Los hay noctámbulos: se especializan en
llevar a las parejas a los sitios de la gozadera, mientras escandalizan a lo
largo de las calles con la música de Willy Chirino.
Dentro del autoempleo, quizás, se trate del único gremio al
que el gobierno de Fidel Castro no puede acusar de asuntos como vender mercancías
robadas. De lo más interesante sería invitar al ministro de Economía
a practicar tan duro oficio, sólo por una jornada. Sin embargo, no sólo
los persiguen a propósito de licencias y otras hierbas, sino que además
lo último contra ellos parece ser la competencia desleal. A los
bicitaxistas se les prohibe motorizar sus vehículos, lo cual incluye una
pequeña dosis de humor negro contra uno de los más pintorescos de
ellos, un enano de apenas un metro que pedalea como un diablillo, y tiene una
novia que le dobla en estatura. Ahora, según acabo de enterarme, no podrán
alquilarle a extranjeros. Ayer lo supe, cuando uno de ellos, un miembro de la
cofradía avisó a mi "chofer":
- A partir de mañana no montes a yumas, porque te decomisan el coche.
Por supuesto, mi bicitaxista expresó la alegría de saberse
destinado a servir exclusivamente a los nacionales con algunas bellas palabras
sobre el comunismo, al tiempo que maravillas dijo sobre la empresa estatal de
triciclos motorizados, a los cuales se les nombra "cocotaxis", diríase
creados para desplazarlos del mercado. Se imputa a Eusebio Leal, Historiador de
la Ciudad de La Habana, la pronta organización de otra de éstas,
dotada de unos 500 de esos vehículos, razón por la que algunos de
los bicitaxistas han comenzado a llamarle Eusebio Desleal.
Interesante, muy interesante, sería saber qué piensan los
turistas, grandes aficionados a pasearse en bicitaxis. La coacción,
también, va contra ellos.
Esta información ha sido transmitida por teléfono,
ya que el gobierno de Cuba no permite al ciudadano cubano acceso privado a
Internet. CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza
la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como
fuente.
|