Entre lobos
Héctor Maseda, Grupo Decoro
LA HABANA, marzo - "El fin justifica los medios". Es una conducta
que con frecuencia caracteriza a la policía política cubana en la
diversidad de los actos que acomete: sembrar desconfianza entre sus víctimas,
presionar con el chantaje político a terceros, explotar las debilidades
humanas y hasta neutralizar a posibles adversarios, son algunos de los
mecanismos y técnicas operativas empleadas por ese tenebroso cuerpo político-represivo.
Me venían a la mente estas ideas cuando analizaba la noticia que
recientemente publicó nuestra colega Moraima Pires sobre el operativo que
realizó la Seguridad del Estado el pasado viernes 16 de febrero en la
sede de la biblioteca independiente "Jorge Mañach", situada en
calle 86 #719, municipio habanero Playa, lugar donde se iba a efectuar un
coloquio titulado "La ética periodística".
La operación policiaca frustró el encuentro e interceptó
al ponente y a decenas de asistentes, pero tres personas -informó Moraima
Pires- burlaron el cerco, probablemente porque andaban en bicicletas y
posiblemente los agentes se confundieron y pensaron que se trataba de vecinos de
la zona. Una de esas tres personas soy yo.
Sin embargo, al salir de la Jorge Mañach los del cuerpo represivo me
identificaron y me detuvieron unos 20 minutos.
No soy paranoico ni veo fantasmas donde no los hay, no pienso que este órgano
policial lo sabe todo, tampoco creo que su profesionalidad y experiencia
acumulada a través de 42 años sea tan deficiente como para que
tres disidentes, muy bien conocidos por los miembros de la policía política
en los últimos diez años de confrontaciones ideológicas,
pudiésemos pasar de manera inadvertida sin ser identificados
oportunamente.
Sin embargo, pudo haber ocurrido así. Pero creo que ésa es la
posibilidad más sana, la que nos quisieron hacer creer.
En realidad, considero que fui utilizado, sin yo saberlo, por la Seguridad
del Estado. ¿El motivo? Convertirme en víctima y canal de planes
simultáneos para dañar ciertas relaciones personales, para dañar
el Centro de Estudios Liberales que presido y también al Partido Liberal
Democrático de Cuba al cual pertenezco, y además, de paso, afectar
mi imagen personal. Estos planes de la policía política pudieron
estar dirigidos a:
- Crear desconfianza en el seno del Grupo de Trabajo Decoro, entre los
colegas, y establecer dudas sobre mi persona. Indudablemente que la labor periodística
seria y rigurosa que lleva a cabo esta agencia de cronistas independientes le
molesta al régimen comunista.
- Romper la armonía personal existente entre Manuel Vázquez
Portal y yo, acción colateral de la represiva para lograr el propósito
anterior.
- Provocar diferencias insalvables entre el director de la Jorge Mañach,
Ricardo González Alfonso, y yo, alimentando dudas en una reciente relación
cuya finalidad es destruir posibles puentes de colaboración entre
entidades de la sociedad civil cubana.
- Romper la unidad de criterios existentes entre Osvaldo Alfonso Valdés,
presidente del Partido Liberal Democrático de Cuba, y yo. Lo cual han
intentado anteriormente sin resultados.
- Y la peor de las posibilidades: Hacer creer a los disidentes del país
que yo soy un agente de la policía política infiltrado entre
ellos.
El viernes 23 de febrero, en la noche, me dirigí a la casa de Miguel
Bruzón Avila (presidente del Movimiento 24 de Febrero) y en la esquina de
las calles Dragones y Campanario me interceptó un operativo de la
Seguridad del Estado. El director de la misión, que dijo llamarse "oficial
Enrique" intercambió unas palabras conmigo. Me llevó hasta la
puerta de la casa. Confirmé que Bruzón Avila no se encontraba allí,
pero el oficial no me dejó pasar al interior del inmueble.
Me escoltó hasta el lugar donde nos encontramos inicialmente, y
cuando me retiraba de allí me dijo: "Te perdimos". Yo le
contesté: "Nunca he sido de ustedes". El tal "Enrique"
ripostó: "Te visitaré". Veremos con qué aparece
ahora.
Los métodos de la policía política cubana son sucios e
inmorales. Es el tercer oficial de la Seguridad del Estado que trata de
reclutarme en los últimos seis años.
El primero decía llamarse "Martínez", fue por allá
por el año 94. Después, en 1996, le siguió uno que se hacía
llamar "Mitchel". Ahora en el 2001 es "Enrique".
Intuyo que se trata de un cambio de táctica. El sistema debe razonar
de la siguiente manera: si no podemos reclutarlos, entonces debemos destruir su
imagen pública.
No obstante, la presencia de "Enrique" fue -a mi juicio- para
recordarme que la otra puerta aún está abierta. No comprenden que
pierden su tiempo. En mi vida no existe ningún hecho por el cual deba
avergonzarme. No conciben que existan hombres sin precio, porque éste es
la dignidad y el honor de la Patria.
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