CUBANET .INDEPENDIENTE

2 de marzo, 2001


Entre lobos

Héctor Maseda, Grupo Decoro

LA HABANA, marzo - "El fin justifica los medios". Es una conducta que con frecuencia caracteriza a la policía política cubana en la diversidad de los actos que acomete: sembrar desconfianza entre sus víctimas, presionar con el chantaje político a terceros, explotar las debilidades humanas y hasta neutralizar a posibles adversarios, son algunos de los mecanismos y técnicas operativas empleadas por ese tenebroso cuerpo político-represivo.

Me venían a la mente estas ideas cuando analizaba la noticia que recientemente publicó nuestra colega Moraima Pires sobre el operativo que realizó la Seguridad del Estado el pasado viernes 16 de febrero en la sede de la biblioteca independiente "Jorge Mañach", situada en calle 86 #719, municipio habanero Playa, lugar donde se iba a efectuar un coloquio titulado "La ética periodística".

La operación policiaca frustró el encuentro e interceptó al ponente y a decenas de asistentes, pero tres personas -informó Moraima Pires- burlaron el cerco, probablemente porque andaban en bicicletas y posiblemente los agentes se confundieron y pensaron que se trataba de vecinos de la zona. Una de esas tres personas soy yo.

Sin embargo, al salir de la Jorge Mañach los del cuerpo represivo me identificaron y me detuvieron unos 20 minutos.

No soy paranoico ni veo fantasmas donde no los hay, no pienso que este órgano policial lo sabe todo, tampoco creo que su profesionalidad y experiencia acumulada a través de 42 años sea tan deficiente como para que tres disidentes, muy bien conocidos por los miembros de la policía política en los últimos diez años de confrontaciones ideológicas, pudiésemos pasar de manera inadvertida sin ser identificados oportunamente.

Sin embargo, pudo haber ocurrido así. Pero creo que ésa es la posibilidad más sana, la que nos quisieron hacer creer.

En realidad, considero que fui utilizado, sin yo saberlo, por la Seguridad del Estado. ¿El motivo? Convertirme en víctima y canal de planes simultáneos para dañar ciertas relaciones personales, para dañar el Centro de Estudios Liberales que presido y también al Partido Liberal Democrático de Cuba al cual pertenezco, y además, de paso, afectar mi imagen personal. Estos planes de la policía política pudieron estar dirigidos a:

- Crear desconfianza en el seno del Grupo de Trabajo Decoro, entre los colegas, y establecer dudas sobre mi persona. Indudablemente que la labor periodística seria y rigurosa que lleva a cabo esta agencia de cronistas independientes le molesta al régimen comunista.

- Romper la armonía personal existente entre Manuel Vázquez Portal y yo, acción colateral de la represiva para lograr el propósito anterior.

- Provocar diferencias insalvables entre el director de la Jorge Mañach, Ricardo González Alfonso, y yo, alimentando dudas en una reciente relación cuya finalidad es destruir posibles puentes de colaboración entre entidades de la sociedad civil cubana.

- Romper la unidad de criterios existentes entre Osvaldo Alfonso Valdés, presidente del Partido Liberal Democrático de Cuba, y yo. Lo cual han intentado anteriormente sin resultados.

- Y la peor de las posibilidades: Hacer creer a los disidentes del país que yo soy un agente de la policía política infiltrado entre ellos.

El viernes 23 de febrero, en la noche, me dirigí a la casa de Miguel Bruzón Avila (presidente del Movimiento 24 de Febrero) y en la esquina de las calles Dragones y Campanario me interceptó un operativo de la Seguridad del Estado. El director de la misión, que dijo llamarse "oficial Enrique" intercambió unas palabras conmigo. Me llevó hasta la puerta de la casa. Confirmé que Bruzón Avila no se encontraba allí, pero el oficial no me dejó pasar al interior del inmueble.

Me escoltó hasta el lugar donde nos encontramos inicialmente, y cuando me retiraba de allí me dijo: "Te perdimos". Yo le contesté: "Nunca he sido de ustedes". El tal "Enrique" ripostó: "Te visitaré". Veremos con qué aparece ahora.

Los métodos de la policía política cubana son sucios e inmorales. Es el tercer oficial de la Seguridad del Estado que trata de reclutarme en los últimos seis años.

El primero decía llamarse "Martínez", fue por allá por el año 94. Después, en 1996, le siguió uno que se hacía llamar "Mitchel". Ahora en el 2001 es "Enrique".

Intuyo que se trata de un cambio de táctica. El sistema debe razonar de la siguiente manera: si no podemos reclutarlos, entonces debemos destruir su imagen pública.

No obstante, la presencia de "Enrique" fue -a mi juicio- para recordarme que la otra puerta aún está abierta. No comprenden que pierden su tiempo. En mi vida no existe ningún hecho por el cual deba avergonzarme. No conciben que existan hombres sin precio, porque éste es la dignidad y el honor de la Patria.


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