El País.
Jueves, 1 de marzo de 2001
Entendiendo a Fidel
Juan Gabriel Tokatlian.
Las declaraciones de Fidel Castro sobre Argentina en la clausura del
reciente III Encuentro Internacional de Economistas fueron desafortunadas y
descomedidas. Los términos utilizados no corresponden ni al espíritu
ni a la práctica diplomática. No obstante, el carácter
impolítico de sus palabras no debe ocultar la impronta estratégica
de su argumentación. Es por ello útil evaluar el interés,
las razones y los objetivos de Cuba en el incidente.
En ese sentido, es irrelevante detenerse en la habitual crítica de
Castro al neoliberalismo y su aplicación en la Argentina de hoy. Lo
fundamental es comprender sus sugestivas afirmaciones en torno a la Comisión
de Derechos Humanos (CDH) de Naciones Unidas que se reúne en marzo y
abril próximos para tratar, entre otros, el tema de Cuba. Según
Castro: "Hace poco alguien hizo unas declaraciones impúdicas
afirmando que van a mantener la misma posición que tuvieron en Ginebra el
año pasado en la Comisión de Derechos Humanos... Sé lo que
están haciendo nuestros vecinos . Han enviado embajadores a todas partes
buscando promotores... Andan buscando a Argentina para estas aventuras... Han
enviado... representantes buscando reclutar a alguno que presente su moción."
Lo primero que hay que subrayar para entender adonde apunta Castro es la
relevancia de la votación en la CDH. La sesión de 2001 es
trascendental tanto para Estados Unidos como para Cuba. No hay que olvidar que
George W. Bush ganó estrechamente la dudosa elección de noviembre
gracias al voto cubano anticastrista de Florida. Bush debe mostrar ante estos
electores claves su dureza contra Cuba. Su objetivo máximo es superar el
número de países que ha acompañado a Washington en la
condena a la isla; su meta mínima es preservar la cantidad de respaldos
que logró Bill Clinton el último año.
Cuba, a su vez, enfrenta una situación particular: para responder a
sus críticos, Castro ha ido liberando reconocidos disidentes como René
Gómez Manzano y Félix Bonne. De las personas que Washington exige
poner en libertad sólo Vladimiro Roca permanece encarcelado. Este hecho,
que en el caso de haber triunfado Al Gore hubiese podido suavizar el tono crítico
del Gobierno estadounidense, para Bush no tiene ningún impacto.
No obstante, aunque Castro pierde frente a Bush, la coyuntura parece
ofrecerle una inmejorable oportunidad: parte de los 53 miembros de la CDH se
renueva en 2001. Los nuevos miembros por Europa (Bélgica) y Latinoamérica
(Costa Rica y Uruguay) son cercanos a Washington. Ahora bien, entre los nuevos
miembros por África (Argelia, Camerún, República Democrática
de Congo, Kenia, Libia y Sudáfrica) y Asia (Malasia, Arabia Saudita,
Siria, Tailandia y Vietnam) hay muchos amigos de La Habana. El objetivo máximo
de Castro sería evitar, como logró en 1998, una resolución
crítica; su meta mínima es impedir que crezca el consenso en su
contra.
Desde mediados de los 80 Estados Unidos ha venido liderando mociones contra
Cuba en la CDH. Los resultados fueron, por lo general, fallidos. En los 90 el
esfuerzo de Washington contra La Habana resultó más exitoso debido
al total apoyo de Europa occidental y el de algunos países periféricos;
entre ellos Argentina. Pero el apoyo a las mociones contra Cuba presentadas por
EEUU fue declinando. Por ejemplo, en 1994 hubo 24 votos a favor de la condena, 9
en contra y 20 abstenciones. En 1995, las cifras respectivas fueron 22, 8 y 23;
en 1996, fueron 20, 5 y 28 y en 1997, fueron 19, 10 y 24. En 1998 fracasó
el intento de Washington para condenar a La Habana en materia de derechos
humanos.
En los últimos dos años se produjo un viraje cargado de
simbolismo: las mociones condenatorias contra Cuba fueron presentadas por
Polonia y la República Checa, dos países con pasadas experiencias
comunistas y en la senda de ser miembros plenos de la OTAN. En 1999 hubo 21
votos a favor de la condena, 20 en contra y 12 abstenciones y en 2000, los datos
respectivos fueron 21, 18 y 14. En 2001, Polonia tiene un Gobierno controlado
por ex comunistas y la República Checa está viviendo un fuerte
desencuentro con Cuba a causa de unos espías checos. A principios de
febrero, a semanas de una nueva votación, el Canciller argentino
Adalberto Rodríguez visitó Washington para conversar con su homólogo
estadounidense Colin Powell. Previo a su viaje a Estados Unidos, el ministro
indicó que en la agenda de conversación con el secretario de
Estado se trataría el tema de Cuba. A su vez, al parecer desde el área
de comunicación del Gobierno, se indicó que Argentina votaría
este año respecto al asunto cubano como el anterior. Sin duda, es en este
contexto general en el que deben ubicarse las expresiones de Castro sobre
Argentina.
Washington y La Habana saben que la votación de 2001 es crucial. Por
ello, la distribución de fuerzas en el seno de la CDH y la lógica
política interna en los países miembros resultan vitales. Estados
Unidos busca aumentar la cantidad de países que auspicien una moción
contra La Habana, instar a más gobiernos a cabildear por votos y reducir
el número de abstenciones. Cuba busca lo contrario; que menos países
promuevan tal moción, poner a más gobiernos a la defensiva y
propiciar el rechazo y la abstención.
Argentina podría ser entonces un referente importante. Si Fidel está
en lo cierto, Estados Unidos estaría buscando que un país democrático
intermedio, no europeo, promueva la condena; lo cual tendría un efecto
sobre las naciones menos desarrolladas. Cuba estaría buscando evitarlo.
Si bien ambos saben que Argentina no cambiará su voto, piensan que puede
cambiar su actitud. Entre 1999 y 2000 Argentina no vivió un viraje ideológico
trascendental, no conoció un debate público sobre su política
exterior, ni incrementó sus atributos tangibles de poder. Por ello no fue
sorpresivo que, aunque con otro argumento, el Gobierno de Fernando de la Rúa
votara igual que el de Carlos Menem sobre Cuba.
Sin motivos para optar en 2001 por la abstención, el cambio argentino
podría ser de actitud: sumarse a los promotores activos de una moción.
Pero si en Washington o en Buenos Aires alguien especuló con esa hipótesis,
Castro la destruyó con sus comentarios. Una Argentina ofuscada diplomáticamente
(y dividida internamente) no puede encabezar una iniciativa de condena; esto sería
visto como un acto de represalia y no como un gesto por convicción. La
racionalidad estratégica de Fidel habría logrado una meta:
silenciar a Buenos Aires (¿y a otros países medios?) en la CDH.
Previsible apoyo de Argentina al voto contra Cuba ante la ONU
Carlos Ares | Buenos Aires
Argentina apoyará el voto negativo que tradicionalmente impulsa el
Gobierno de Estados Unidos sobre la situación de los derechos humanos en
Cuba cuando se reúna en abril la comisión de las Naciones Unidas.
Todas las fuentes consultadas en Buenos Aires coinciden en que "la decisión
está tomada", pero Ricardo Ostuni, portavoz del presidente, Fernando
de la Rúa, dijo a EL PAÍS que "todavía no hay nada
decidido; Argentina va a analizar con objetividad el informe que aún no
se conoce y luego responderá en consecuencia porque los derechos humanos
son una política de Estado para el Gobierno argentino".
Sin embargo, otras fuentes aseguran que, para tratar de atemperar las
reacciones contrarias en el seno de la Alianza y con el propósito de
distanciarse de la anterior Administración de Carlos Menem, el Gobierno
de De la Rúa insistirá en subrayar sus críticas al bloqueo
económico a Cuba en el momento de fundamentar su voto.
El pasado martes, el periódico La Nación adelantaba en un
editorial "la firme determinación del presidente a favor de que la
Argentina apoye el voto por el cual se exhorta a Cuba a respetar los derechos y
las libertades" y destacaba el gesto como "un signo de firmeza política
frente a las presiones que recibió por parte de los titulares de las dos
fuerzas políticas que integran la coalición gobernante".
La actual "política de Estado" comenzó con las "relaciones
carnales" entre ambos países propuestas por el Gobierno del
peronista Carlos Menem desde 1990. Durante la primera etapa de la transición
democrática posterior a la dictadura militar, entre 1983 y 1989, el
presidente radical Raúl Alfonsín había ordenado a su
canciller, Dante Caputo, que votara por la abstención, en línea
con la posición que todavía sostienen México y Brasil, el
socio más poderoso de Argentina en el Mercosur. El ex presidente Alfonsín,
líder de la Unión Cívica Radical, y Carlos Chacho Álvarez,
que renunció a la vicepresidencia de la nación el pasado octubre,
habían reclamado a De la Rúa y al canciller, Rodríguez
Giavarini, que se debatiera y revisara la decisión de mantener el voto
negativo "para romper esta idea de obsecuencia, de seguimiento automático"
con Estados Unidos.
El último año, cuando la prensa difundió el voto
argentino en Naciones Unidas, el arco político de centro izquierda que
había apoyado a la Alianza criticó duramente al Gobierno por
evitar el debate previo a la decisión. El previsible revuelo de
declaraciones de este año se verá atemperado por la polémica
que suscitaron a principios de febrero las declaraciones de Fidel Castro, quien
acusó al Gobierno argentino de "lamer la bota yanqui" y de
canjear su voto contra Cuba a cambio de recibir la asistencia financiera para
evitar la cesación de pagos de su deuda externa. De la Rúa dijo
entonces que "la patria había sido agredida".
El canciller se reunió en privado con Alfonsín y Álvarez
para explicarles las razones y adelantarles el sentido del voto argentino. Ambos
insistieron en la necesidad de votar de acuerdo con Brasil, que se inclina por
la abstención, pero admitieron y reconocieron la autoridad del presidente
para conducir la política exterior tal como indica la Constitución.
En un comunicado oficial que lleva por título Lo hecho bien hecho está
, el presidente argentino recordó a los líderes partidarios de la
Alianza que la decisión sobre el voto era una potestad exclusiva que el
jefe del Estado se propone "ejercer plenamente como corresponde".
La escalada del conflicto diplomático entre Argentina y Cuba se
detuvo hace quince días al borde de la ruptura de relaciones diplomáticas.
Argentina llamó a consulta y luego decidió mantener en Buenos
Aires "por tiempo indeterminado" a su embajador en Cuba y soportó
sin responder las duras declaraciones del embajador cubano, Alejandro González
Galiano, que todavía permanece en Buenos Aires.
El escritor argentino Abelardo Castillo convocó a los artistas,
intelectuales, poetas y escritores argentinos a firmar una breve declaración
para manifestar la oposición a "todo voto punitivo contra Cuba".
En el texto, al que han adherido también miles de ciudadanos, Castillo
dice: "Las polémicas declaraciones del presidente cubano, Fidel
Castro, lo ha expresado nuestro propio Gobierno, solo plantean 'un problema de
cancillería' y no pueden justificar un voto adverso alentado por los
intereses políticos de Estados Unidos, voto que, en última
instancia, no haría más que legitimar una vez más el
inhumano bloqueo económico que desde hace cuarenta años viene
padeciendo el pueblo de Cuba".
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