Libertad
mientras dura el viaje
Amarilis Cortina Rey, Cuba-Verdad
LA HABANA, junio - Este verano castiga duramente a los cubanos de la isla.
Los que pueden toman un taxi para trasladarse de un lugar a otro de la capital
evitándose así montar en los camellos, o sea en esos camiones de
carga que el gobierno adaptó para transportar a las personas.
Abordar un taxi en Ciudad de La Habana tiempo atrás era como sacarse
la lotería. Como buenas propiedades del estado, esos vehículos
casi nunca se dirigían hacia donde iban las personas que los detenían
en la vía pública, a no ser que se le ofreciera al chofer
entregarle una cantidad superior a la que registraría el taxímetro
al final del viaje.
Por algún motivo desconocido, a alguien en las altas esferas del
gobierno (que tampoco se sabe quién es y de seguro no necesita del
servicio de taxis ni viaja en camellos) se le ocurrió extenderle
licencias de choferes de alquiler a los propietarios de carros que así lo
solicitaran. Esta medida duró poco tiempo, pero fue suficiente para que
centenares de personas pusieran sus viejos carros de fabricación
norteamericana al servicio del transporte público.
A riesgo de innumerables trabas, altos impuestos, inspecciones constantes y
el acoso de la policía, estos trabajadores por cuenta propia recorren la
ciudad de un lado a otro en busca de obtener mayores ganancias.
Y aunque hay gente que deja escapar estos taxis privados, quizás por
no contar con los diez pesos que cuesta la carrera, generalmente esos autos
circulan llenos y en las horas de más afluencia de pasajeros se hace difícil
conseguir plaza a bordo de ellos.
Sin embargo, no es sólo el confort que aún pueden brindar
estos carros americanos de las décadas del 40 y 50 del siglo pasado o los
"modernos" Ladas de la desaparecida era soviética, que difícilmente
resisten el paso del tiempo como sus homólogos capitalistas, ni el deseo
de librarse de los infernales camellos lo que hace que las personas viajen en
ellos, sino también la sensación de libertad que siente la gente
cuando se traslada sobre vehículos privados.
Cuando se aborda un taxi se tiene la impresión de librarse de
ataduras, se quita la mordaza que le han impuesto e inevitablemente surge el
tema de conversación de "lo malo que está todo en el país".
Basta que alguno de los pasajeros, o el mismo chofer, pronuncien alguna
expresión referente al desespero en que viven los cubanos para que fluyan
libre y espontáneamente todo tipo de opiniones en contra del sistema político.
En ocasiones los debates se prolongan de tal modo que, cuando las personas
llegan a su destino, siguen la charla contestataria parados en las esquinas.
Expresiones como "¿hasta cuándo será ésto?",
"¿a dónde nos llevará este hombre con sus caprichos?"
y otras del mismo corte, son frecuentes en bocas de personas que quizás
en otro momento asistan a los actos políticos organizados por el gobierno
y vociferen consignas a su favor.
¿Es normal esta conducta o será un tipo de enajenación
ocasionada por tantos años de aparentar que se simpatiza con el régimen
para no ser señalados?
A lo mejor un día estas preguntas puedan ser contestadas por
especialistas que hablen sin miedo a perder el título o el empleo.
Entretanto, estos autos recorren las calles habaneras con sus letreros de "taxi"
y en su interior nuestros compatriotas se sienten libres, al menos mientras dura
el viaje.
Esta información ha sido transmitida por teléfono,
ya que el gobierno de Cuba no permite al ciudadano cubano acceso privado a
Internet. CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza
la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como
fuente.
|