La batalla
Manuel Vázquez Portal, Grupo Decoro
LA HABANA, junio - La palabra que más he escuchado, visto, leído
es batalla. Mi vida entera ha estado inmersa, rodeada, tapizada, coloreada,
musicalizada por el dichoso vocablo. Si hubiera sido un soldado espartano creo
que no la hubiera oído tanto. Si hubiera sido un general de la Segunda
Guerra Mundial creo que no la hubiera leído tanto.
Cuba es una batalla constante. Desde niño no he visto sustantivo más
apropiado para cualquier acto que ése. La batalla por la alfabetización,
la batalla por el sexto grado, la batalla contra la poliomielitis, la batalla
contra el dengue hemorrágico, la batalla por la industrialización,
la batalla por la electrificación, la batalla contra la mortalidad
infantil, la batalla por la masificación de la cultura, la batalla por la
rectificación de errores, la batalla por el rescate de Elián, la
batalla contra la Ley de Ajuste Cubano, la batalla por la extradición de
los terroristas, la eterna batalla contra el imperialismo, la batalla, la
batalla, la batalla. Ya estoy que cuando en un menú ofertan papas batalla
me voy del restaurant.
La batalla es un acto tan objetivo, y tan brutal, que, al final, alguien
gana y alguien pierde. Pero las batallas nuestras son muy subjetivas. Nunca se
sabe el resultado final. La batalla, digamos, del transporte llevamos cuarenta años
librándola y seguimos a pie; la batalla por la alimentación,
pongamos por caso, llevamos el mismo tiempo enfrentándola y seguimos con
las tripas sublevadas. Parecen ser contrincantes imbatibles.
Pero la batalla más subjetiva de que haya tenido noticias es ésta
en que ahora estamos enfrascados. La batalla de ideas. Si hay algo intangible,
volátil, incierto, etéreo, ectoplasmático, es una idea
mientras no se hace acto, materia, cuerpo, visión real. Y de buenas ideas
está empedrado el camino del otro infierno.
Con ideas no se come, con ideas no se viste, con ideas no se viaja, con
ideas no se sana, con ideas no se vive. Y no me le den la vuelta poética
que estamos hablando de algo concreto como una papa hervida, una camisa, una
aspirina, un ómnibus, una casa modesta. Y el pueblo cubano lleva
demasiado tiempo batallando por la papa, la camisa, el ómnibus, la
aspirina como para que ahora, cuando aún no tiene ni el gobierno se lo
puede brindar, se aparezcan con que la batalla es de ideas. No señor, una
cabeza atormentada por las necesidades más elementales no puede generar
ideas factibles, viables, materializables.
Ah, pero a falta de una victoria concreta, mesurable, comparable, objetiva,
nada más esperanzador que una supuesta victoria en el plano de lo
abstracto, de lo intocable, de lo incomible. Las ideas necesitan mucho tiempo
para que se compruebe si son válidas, sostenibles, útiles,
productivas, y mientras tanto se sigue en el poder. Aquí la única
idea válida es aquélla que saque al país, de una vez y por
todas, de la miseria, la precariedad, el ahogo y la falta de libertades que
padece. Lo demás son malas ideas.
Esta información ha sido transmitida por teléfono,
ya que el gobierno de Cuba no permite al ciudadano cubano acceso privado a
Internet. CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza
la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como
fuente.
|