Los
periodistas bernalistas de Cuba
Reinaldo Cosano Alén
LA HABANA, junio - Incomoda cuando alabarderos del gobierno cubano por todos
sus medios de prensa, incluidas las mesas redondas, atacan a los periodistas
independientes y, entre otras sandeces, exponen que éstos no son
diplomados en periodismo para otorgarles categoría de intrusos en los
medios de difusión masiva.
Pero más incomoda que colegas que han pasado a la disidencia,
habiendo antes servido de soporte ideológico al régimen y luego
rectificado el camino, ahora asuman posturas elitistas o coincidentes con los
planteamientos del oficialismo.
Siempre he pensado que un diploma universitario no es pasaporte para ser
periodista ni para alcanzar fama, aunque si posee el título que garantice
mejor dominio de las técnicas, mucho mejor.
Creo que ni un solo reportero independiente en Cuba ha escapado de la
represión policial por ejercer las libertades de pensamiento y expresión.
Hemos sido y somos detenidos, vejados, multados, acosados. Algunos hasta
apaleados y condenados a prisión. Peor si viven en provincias, en un
pueblecito remoto de la geografía insular: sopapeados, hambrientos, famélicos
con famélicas familias. Desarrapados. Los he visto calzando zapatos
zurcidos con alambre porque no hay dinero para el zapatero. A veces no tienen en
el bolsillo los cinco centavos con qué pagar el anti-pan que como
conquista revolucionaria corresponde por día a cada cubano.
Son éstos los mismos que con un lápiz (a veces ni siquiera con
bolígrafo) en el papel extraído de una caja de cigarrillos
desechada, apuntan, corriendo todos los riesgos, el nombre del que en absoluto
irrespeto por los derechos humanos dio palos, a quién, dónde, cuándo,
por qué y en cuál hospital o prisión fue recluido, para que
el mundo sepa la otra verdad de Cuba, exenta de utopías revolucionarias.
Por eso admiro tanto, pero tanto y de corazón, a quienes a pesar de
muchas faltas de redacción y de ortografía nos entregan alguna
denuncia o comentario social que es mi deber, como corrector de estilo graduado,
desbastar y pulir. Ayudar, pero no ofender.
¡Cuánta inteligencia, frescura, pasión, descubrimos!
Escritos sin afeites ni adornos, parecidos a los del cronista español de
la conquista de México, conquistador él mismo, Bernal Díaz
del castillo, que hizo y dejó escrita la historia en un español
rudo, lleno de primitivo lujo, y de completa eficiencia, como retrato de su época.
Algún día estos colegas bernalistas cubanos dejarán de
ser prisioneros de la palabra y harán mejor uso del diccionario.
Pero, ¡ojalá! que so capa del academicismo (no confundir con
objetividad y veracidad), infeccioso virus que también se quiere
inocular, no caigan en el pintoresquismo ni en el quietismo social ni en la
pedantería, mucho peor que desconocer si la palabra tal se escribe con "b"
o con "v".
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