Corrupción
a la vista
Lázaro Raúl González, CPI
PINAR DEL RIO, junio - Se supone que en un país como Cuba, donde
durante casi medio siglo se ha estado edificando una sociedad socialista, ya
estarían agonizantes o extinguidos males dañinos, como la corrupción
que ha aquejado a gobiernos anteriores.
Sin embargo, el hecho de que el tema de la corrupción haya sido
abordado en reciente reunión de los diputados del parlamento nacional, a
la que además asistieron pejes tan gordos como el presidente del Tribunal
Supremo, patentiza la preocupación oficialista al respecto.
Ante los avances contra la corrupción -visibles para cualquier
cubano- en la referida reunión se reafirmó la disposición
de la nomenclatura política para dar la batalla contra las indisciplinas
sociales.
Pero, desde dentro de este maremágnum de intenciones truncas, nos
preguntamos cómo lo conseguirán.
Para empezar con pañitos tibios, y todavía en el plano teórico,
se inventó un eufemismo para designar la corrupción. Como se daba
por sentado que este sucio fenómeno se había evaporado del relieve
nacional, ahora para hablar de la corrupción sin mencionarla por su
nombre se le incluye dentro del bolso de las llamadas indisciplinas sociales.
Además, aquí se identifica o se pretende identificar a la
corrupción con un mal congénito del capitalismo.
Pero en este momento miles de entidades económicas nacionales están
impedidas de avanzar en un proceso de perfeccionamiento empresarial impulsado
por el gobierno debido al desastroso estado de su contabilidad, lo que da la
medida del nivel de "pulcritud" prevaleciente en la clase
administrativa criolla.
Aún así, nadie espera una batida indiscriminada pues pudiendo
elegir víctima, seguramente tocará a los de arriba... ver caer a
los de abajo.
Porque en Cuba la corrupción no es una manía exclusiva de la
clase dirigente, sino que cualquier chofer pudiera necesitar extraer combustible
al vehículo que conduce para venderlo en el mercado negro, cualquier
despalilladora pudiera necesitar llevarse unas hojitas de tabaco para venderlas
en la calle y completar su canasta alimenticia.
El hecho es que, frente a los salarios miserables que paga el gobierno,
desde hace muchos años el cubano aprendió a defenderse. ¿Sus
armas? Casi todas se fraguan al calor de la corrupción.
Grandes corporaciones delictivas, que frecuentemente incluyen a dirigentes,
militantes y custodios, garantizan la existencia y funcionamiento del
imprescindible mercado negro cubano.
Pero, ¿quién genera la corrupción y el mercado ilegal en
Cuba? Respuesta: un sistema que a pesar de sus postulados de santidad resulta
incapaz de satisfacer las necesidades básicas de la gente.
De este modo probablemente tengamos corrupción para rato, porque el
anillo de ese mal es demasiado tentador para la mano necesitada. Para
sobrevivir, los cubanos meten el dedo en él en cualquier momento.
Y los de arriba son intocables.
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