CUBANET... INTERNACIONAL

Junio 25, 2001



García Márquez, ¿vives todavía?

Agustin Tamargo. El Nuevo Herald. Domingo 24

Leo en un periódico que un hombre ha sido condenado en La Habana a dos años de cárcel. Dos años de cárcel le imponen en cualquier parte a cualquier hombre por asaltar, robar o herir a un ser indefenso. Pero este hombre de La Habana ni robó, ni asaltó, ni hirió a nadie. ¿Por qué entonces un tribunal le impone esa pena? Por esto: por escribir un artículo denunciando una arbitrariedad de la policía.

El que lee esta noticia y no se vuelve loco es porque ya lo está. Pues bien, como ésa, increíble, absurda, totalmente surrealista, son casi todas las noticias que salen de Cuba. Ese país donde Rangel, Serrano y Dodd nos aseguran que está instalado un régimen revolucionario dedicado las 24 horas del día a hacerle el bien al pueblo y a cambiar el destino histórico de América Latina.

Yo tomaría el periódico donde se publica esta noticia, se la pondría delante de las narices a García Márquez, o alguna otra de las muchas figuras prominentes que aquí o allá todavía defienden el régimen de Cuba y reclaman para él respetabilidad, y le diría así: Dame tu opinión sincera, sin mirar por encima del hombro a ver si te escucha un policía. Dame tu opinión y dime: ¿qué cosa es esto? ¿No es pura barbarie? ¿No es, más que una violación de los derechos humanos de ese hombre, una aberración política y moral, una monstruosidad jurídica que no había cometido antes en América ningún cafre, ni siquiera Trujillo? Entonces dime: ¿y por qué tú no lo denuncias? ¿Y por qué tú no dices al mundo, desde tu plataforma de inmensa fama, que un sistema capaz de envilecer de tal modo a un juez, a un fiscal, a unos testigos y a un pueblo entero que contempla a diario monstruosidades como ésta no es un sistema, ni una revolución, ni siquiera una dictadura militar, sino el producto de las aberraciones morales de un hombre transmitidas como enfermedad contagiosa a varias generaciones de seres humanos? ¿Por qué tú, que tienes celebridad, y que te oyen, no gritas ante el mundo contra este crimen y reclamas ante él el implacable castigo que merece?

Sí, ya sé. Ha habido en Cuba antes, desde hace décadas, otros crímenes, contra la carne y el alma de los hombres, contra la sacrosanta unidad de las familias cubanas, y tú has callado, García Márquez. Pero esta vez es un crimen contra un derecho que durante tu vida entera tú has defendido: la libertad de expresión. Este hombre no es un criminal, no es un ratero, no es un traidor a su nación: es en medio de su modestia, un periodista, un escritor público, como tú, García Márquez. ¿Por qué entonces callas? ¿Por qué entonces comes, bebes, vives y disfrutas en esa linda Habana donde ha sido condenado este hombre, y duermes después a pierna suelta sin que te atormente la conciencia? ¿Será que has perdido esa conciencia, García Márquez? ¿Será que tú, como todos los hipócritas, según nos dice el Libro, ves la paja en el ojo ajeno pero no la viga en el tuyo? ¿Será que tu alma de escritor y de ser humano se ha podrido de tanto cohabitar en la cueva del monstruo, respirando el aliento venenoso de ese monstruo?

García Márquez no contestará. No contestará porque no puede, y porque yo no soy nadie para reclamarle esa vigilia de conciencia, que otros antes que yo y con más autoridad que yo le han reclamado y él ha desoído. Pero así y todo yo he querido citarlo hoy al referirme a este hecho porque eran estos hechos, a veces hasta menos malignos, los que hicieron de él una vez un hombre de izquierda, un paladín de la justicia para los indefensos, un símbolo del intelecto en pie, una trinchera moral de los desposeídos.No. García Márquez no responderá, y mucho menos echará el peso de su influencia a favor de este cubano infeliz que se llama José González Bridón y que es además de periodista un activista del sindicalismo libre. No responderá él, ni otros como él, mentes vendidas o alquiladas, cultura al servicio de un régimen anticultural por excelencia.

En otros tiempos americanos era diferente. En los días de Uslar Pietri, de Picón Salas, de Jorge Mañach, de Germán Arciniegas, y aún más atrás, en los de Sarmiento, de Montalvo y de Martí, los escritores eran, antes que escritores, hombres, y el que pisoteaba la justicia, el que atropellaba a otros hombres, aun desconocidos, se las tenía que ver de inmediato con el fuego de sus plumas y el estilete de su palabra. Hoy no. Hoy vivimos en la hora de la comadrería izquierdizante y confusa, en la época turbia en que un ser humano es juzgado no por lo que hace sino por lo que piensa y cree, y el resto calla. Hoy estamos en el tiempo triste en que un ciudadano dice su verdad, lo llevan a la cárcel por decir esa verdad, y se pudre en ella porque no tiene fama, porque no es nadie. Y cuando no se es nadie no se tiene derecho a que los hombres célebres se ocupen de uno.Bolívar tenía esto en su mente seguramente cuando dijo una vez: "La inteligencia sin probidad es un azote''.

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