Cuba, una
nación particular
Tania Díaz Castro, UPECI
LA HABANA, junio - Desde niña siento un gran desprecio por todo aquel
que reprima la libertad. Recuerdo a un gallego en mi pueblo villaclareño
de Camajuaní que golpeaba a sus hijos, hembras y varones, con su cinto de
cuero o con la fusta de pegar al caballo. Se trataba de hogares que, más
a la corta que a la larga, quedaban sin hijos porque éstos escapaban en
busca de un mejor trato.
Pero yo crecí, es la verdad, en el seno de una familia completamente
distinta. Mi padre, poeta y periodista, me reprendía con la vista; y mi
madre, con un halón de pelos. Nada más. Viví, tanto mi
infancia como mi juventud, de forma libre. Hasta tuve mi apartamento poco antes
de cumplir los veinte años de edad.
Pero hace ya muchos años, no pudiera precisar cuántos, tengo
la sensación de que vivo en una nación particular. Ni siquiera
siento como míos los libros que me acompañan, mucho menos la casa
donde vivo, como todas, propiedad del estado. Recorro las calles y me convenzo
de que vivo en una nación particular, leo la prensa diaria y más
me convenzo de que, los que vivimos aquí, tenemos que estar agradecidos
de que se nos permita transitar por las calles, contemplar las estrellas del
cielo y de la tierra y, sobre todo, tener un techo aunque sea prestado.
Leo la prensa diaria y veo que en ella se refleja cualquier brote de rebeldía
que ocurra en el resto de los países, por muy insignificante que éste
sea, no sólo en la prensa escrita sino en todos los medios de difusión
masiva, propiedad cien por ciento del estado cubano.
Se destaca a diario que latinoamericanos, caribeños, europeos,
palestinos... están en la primera línea de combate a través
de manifestaciones callejeras, muestras, claro está, de naciones libres.
Pero, ¿y los derechos de la sociedad cubana? En Cuba lo único que no
está prohibido es respirar y apoyar al gobierno. Ni comercio libre y
mucho menos protestar, ya sea en la prensa o en manifestaciones callejeras.
Intentos de manifestación pública han sido y son reprimidos
violentamente: líderes de organizaciones opositoras en prisión y
el resto de sus activistas advertidos de que "la calle es de Fidel" o
para que suene mejor: "de la revolución". Dos líderes
muy destacados a quienes encarcelaron por intentar organizar manifestaciones públicas
son los médicos Samuel Martínez Lara (del Partido Pro Derechos
Humanos de Cuba) y Oscar Elías Biscet (de la Fundación Lawton de
Derechos Humanos). Este aún se encuentra en las prisiones de Fidel
Castro.
Mientras esto ocurre, el mismo Fidel Castro invita a Cuba -con los gastos
pagos- a líderes extranjeros que organizan manifestaciones públicas
en sus respectivos países. Por eso digo que me siento en una nación
que no me pertenece, un país especial, singular y peculiar, donde sólo
se nos permite hablar de un modo privado y sin sobrepasar las fronteras de
zaguanes, vestíbulos o portales de edificios y casas y mucho menos más
allá del límite de la acera. ¿Tengo o no razón? ¿Habré
nacido en el país equivocado?
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