El pasaje
de retorno es más caro cada día
José Antonio Fornaris, Cuba-Verdad
LA HABANA, junio - Este lunes en la noche vi muy sucio el tramo de ocho
cuadras que caminé por la calle Belascoaín: un contenedor de
basura estaba desbordado cerca de la Gran Logia Masónica de Cuba, dos
hombres bebían ron sentados en el piso de un portal, a un turista se le
había roto el auto y alguien trataba de ayudarlo -a los turistas siempre
hay quien los ayude- a salir de esa situación; al lado del extranjero,
una joven mestiza vestida con un pantalón y una blusa naranjas, muy
ajustados y casi fosforescentes, esperaba para proseguir el viaje.
Hacía sólo unos instantes que había conversado con una
señora que regresó recientemente de una visita a la ciudad de
Manzanillo. Ella me dijo que allá vio a muchas personas con los zapatos
rotos y los pantalones con parches de diferentes tipos de telas, que la comida
escasea mucho más que aquí en La Habana, y que en los alrededores
del poblado de Ceiba Hueca (a unos 30 kilómetros de Manzanillo) conoció
a una familia que vive en un vara-en-tierra*, que la mujer de esa humilde choza
le había confesado, llorando, que no podía mandar a su hija a la
escuela, una jovencita de trece años, porque no tenía ni zapatos
ni ropa interior.
- En la misma zona, una niña de cuatro años tiene un parásito
que le hace perder las uñas -agregó la mujer.
Un día antes de esta conversación, el domingo de los padres,
cuando subí al camello -ese transporte colectivo rústico y
peligroso- en la barriada de Mantilla con rumbo a Centro Habana, escuché
a un hombre gritarle violentamente a otro que andaba acompañado de su
esposa y de su niña de unos ocho años: -Te voy a picar la cara...
cuando te bajes te voy a partir el c...". Paralelamente a esto, un tercer
hombre le decía a una mujer de alrededor de 50 años que estaba
escandalizado por algo que evidentemente le había sucedido dentro del vehículo,
que la iba a lanzar por la ventanilla hacia afuera.
Esta tarde, en un ómnibus urbano, cuatro jóvenes -el mayor no
llegaba a los 20 años- bebían de una botella de ron que se pasaban
entre ellos. Este tipo de escena es recurrente en muchos lugares públicos
de la capital.
Siempre nos dicen los gobernantes y sus seguidores, por los medios de difusión,
que estas cosas suceden en Africa, El Salvador, Guatemala, Nicaragua -la de
Arnoldo Alemán- y en los países que abandonaron el comunismo.
A su vez, casi diariamente, escucho a alguien decir que prepara o va a
preparar una "salida". Mientras que el periódico Granma, órgano
de los comunistas en el poder, todos los días saca una sección en
la que se comenta de "la ruta de los sueños" y dice que los
cubanos salen de esa forma (con riesgos para la vida) debido a la "asesina
Ley de Ajuste Cubano", y solicitan y exigen que sea derogada, partiendo del
criterio de que si se terminan los espejos se acaban los feos.
Con la verdad que está desnuda ante nuestros ojos y con la ficción
que quieren hacernos creer, estamos encerrados en una permanente dicotomía.
Y, al unísono, no sabemos en qué lugar y en qué parte del
tiempo nos encontramos ni qué somos realmente.
Es una especie de viaje permanente hacia la nada que urge detenerlo, porque
cada día el pasaje de retorno costará más caro.
* Choza sin paredes, con el techo de hojas de palma apoyadas en la tierra,
que los campesinos cubanos suelen tener detrás de su vivienda para
protegerse de los huracanes.
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