CUBANET... INTERNACIONAL

Junio 22, 2001



La transición silenciosa

Belkis Cuza Malé. Publicado el viernes, 22 de junio de 2001 en El Nuevo Herald

Un extraño fenómeno se ha producido en Cuba en los últimos años: la vuelta al pasado, como si alguien hubiera enrollado los hilos del tiempo, como si el cielo siempre azul de la isla se hubiera petrificado. Los árboles ya no dan fruto. La tierra se niega a producir, y desde hace mucho sus habitantes han comenzado a vivir en un tiempo infinito. La isla, sumergida en el espacio inocuo de la espera, ha dado vuelta a la manigueta de lo que fue, de lo que ya no es. El cubano de hoy --tras la destrucción de todos los valores-- sólo sabe sobrevivir. Una amarga salida a la falta de libertad y motivaciones.

Y ese compás de espera, por contradictorio que parezca, ha atraído a miles y miles de turistas a Cuba. La gente busca una isla que no existe, la que ven en el mapa, la de Hemingway y el Floridita, la de la Bodeguita del Medio, la de una señorial Plaza de la Catedral por la que transitaron las calesas y los siglos. Muchos turistas van ahora a Cuba no a ver la revolución, sino los restos del naufragio. Algunos buscando prostitución. Otros, lo exótico.

La "belleza'' de la ciudad carcomida por la tozudez de un tirano, muestra sin pudor la pátina del comunismo fracasado. Algunos turistas hasta preguntan por la famosa casa de Marina, histórico burdel de los cincuenta, a un paso del malecón. La Habana tiene ahora el incentivo de lo que va a dejar de ser muy pronto; el morboso espectáculo de la decadencia hace más atractiva para los turistas una ciudad donde conviven paradójicamente la buena música del pasado, la buena comida, y la máquina del tiempo. Y eso es Cuba hoy para los europeos. Un mundo mágico, donde carisma y pasado salen a flote con sólo raspar las descascaradas fachadas habaneras.

Sabiendo esto, Fidel Castro le está sacando el jugo al pasado cubano, no al presente miserable de la revolución. Por eso promueve a los viejitos del Buenavista Social Club, las ruinas, los automóviles de los cincuenta, La Habana Vieja con sabor a esclavitud. Eso es lo que vende ahora la revolución: el "encanto'' de una era que ya no existe más que en el recuerdo.

Confusos, con reservas, entusiastas, esperanzados, ignorantes de la verdadera esencia del comunismo, idealistas, o por mil y otras razones, los cubanos pusimos, mantuvimos y aplaudimos a Fidel Castro. Luego, para unos primero para otros de forma más lenta, después nos fuimos separando de lo que sin duda es un sistema tiránico y cruel. Y ya, a estas alturas, hace años --siglos diría yo--, ha comenzado una silenciosa transición.

No importan ni Fidel Castro, ni los discursos, ni las tribunas públicas, ni las concentraciones, ni las marchas tumultuosas gritando consignas, ni siquiera los comités de defensa de la revolución. La revolución cubana ya no se escribe con mayúscula y hoy sólo queda de ella el casco y la mala idea. Como un edificio mal construido, el mal está en los cimientos. Y hay que echarlo abajo, quieran o no quieran los tiranos.

Porque ese proceso, como de zapa, lento y persistente, ha estado corroyendo los pisos, las paredes, el techo, las puertas y ventanas del "palacio'' desde donde se trasiegan los macabros designios de Fidel Castro.

Sí, la transición cubana ha echado a andar. Los cubanos --adoctrinados y tras mucho lavado de cerebro--, han ido deshaciéndose de la ideología comunista lo mismo que un cuerpo enfermo se desintoxica de sustancias altamente nocivas. Y al igual que la muerte, que comienza desde el nacimiento mismo, la llamada justicia revolucionaria generó su propia injusticia; los pobres fueron más pobres, el país más supeditado al monocultivo de la caña de azúcar, y la rueda de la historia comenzó a dar marcha atrás.

Algunos se muestran preocupados por ese futuro inmediato que hoy sabemos cerca, tras la desaparición de Fidel Castro. ¿Vamos a castigar a quiénes? ¿Vamos a encausar a cuáles? ¿Vamos a perdonar a quién? Para comenzar, bastaría con preguntarnos qué tipo de Cuba queremos. ¿Una Cuba ensangrentada, con familias rotas de nuevo? ¿Una Cuba vengativa, con tribunales que condenen a muerte a diestra y siniestra? ¿O una Cuba serena, cristiana, conocedora del perdón, del entendimiento, de la moral y la justicia para todos? ¿Una Cuba donde hayamos hecho borrón y cuenta nueva? De verdad, ¿qué Cuba queremos?

Sólo me gustaría recordarles --recordarme, pues-- lo que dice la Biblia: "El que esté libre de pecado, tire la primera piedra''. Ahora que es más evidente que nunca esta transición silenciosa que está ocurriendo en la isla, yo comenzaría por perdonarnos a nosotros mismos y aprender a sacar del alma cubana la culpa que produce esa Cuba que todos --cada uno en mayor o menor medida-- ayudamos a destruir.

BelkisBell@Aol.com

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