Televisión:
consuelo para los que no tienen dólares
Fara Armenteros, UPECI
LA HABANA, junio - Mi vecino Clemente con un gesto indicó a sus
nietas que lo siguieran y exclamó:
- Qué bueno, qué bueno.
No le dejó dicho a su hija a dónde iban: llevaría a sus
nietas a pasear por el barrio donde él pasó su infancia, a la
Habana Vieja.
Quería que vieran la iglesia donde él iba a misa los domingos
y la retacera donde trabajó por primera vez en su vida. Pero más
que nada deseaba sentarse en una de esas cafeterías al aire libre que
tienen toldos en colores y sombrillas en las mesas.
Pocas horas después regresaron.
- Papá, qué rápido volvieron, no pasearon casi nada. ¿Cómo
les fue?
- Bien.
- ¿Bien con esas caras?
- Cuando me bañe y coma te cuento.
Más tarde, sentados todos frente al televisor, Clemente le dijo a su
hija que habían ido a la Habana Vieja al barrio de su infancia, Belén,
y el lugar estaba horrible. La casa donde vivió y la retacera donde laboró
se habían derrumbado, y los vecinos del lugar tienen que acarrear
diariamente el agua potable.
El viejo le informó a su hija que hay lugares muy bonitos y hasta una
peluquería para perros cuyos dueños puedan pagar en dólares
por el servicio. Agregó que él y las nietas caminaron mucho y que
finalmente se sentaron en una cafetería cerca del malecón
habanero.
- Por suerte se me ocurrió mirar la tablilla de ofertas antes de
pedir nada porque todo lo que se vendía era en dólares. Las niñas
no entendían. Por suerte, una señora se ofreció amablemente
para cambiarme tres dólares por sesenta pesos cubanos. Por supuesto,
hicimos el trueque a espaldas de la policía porque eso aquí es un
delito -recordó Clemente.
Le contó a su hija que compró tres refrescos y dos helados.
- Del tiro ni nos sentamos a disfrutarlos. Ni los colores del toldo
recuerdo. Salimos de allí como si nos hubieran puesto un cohete...
Clemente añadió que no le gusta pedirle nada a su hermana
Teresa que vive en el norte, porque él no sabe si en un futuro necesita
una medicina y no quiere abusar, pero manifestó que cuando ella lo llame
le va a pedir que le regale veinte dólares cuando pueda.
- Quiero llevar a mis nietas al Cristo, a ver la ceremonia del cañonazo
en El Morro. Es la única manera, con dólares.
- Papá, tú sueñas mucho, pon los pies en la tierra.
- Hija no es un sueño, eso está ahí, en mi país.
Además, en la televisión.
La hija lo interrumpió censurándole su afán en creer lo
que muestran por televisión.
- ¡Qué voy a hacer! -exclamó el anciano. Es mi consuelo.
El que no tiene papá se conforma con el esposo de su mamá, ¿no
es así? Pues entonces, tengo que comer lo que veo en la televisión,
y disfrutar con lo que enseñan en la televisión es parecido a eso
que ustedes dicen...
- ¡A una realidad virtual! -dijeron al unísono la hija y las
nietas del viejo.
Y Clemente murmuró: -Eso mismo.
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