El gobierno
quiere montarme en una balsa
Manuel Vázquez Portal, Grupo Decoro
LA HABANA, junio - Desde el 24 de octubre de 2000 mi familia y yo poseemos
visas para emigrar a Estados Unidos. Hemos realizado todos los trámites
que impone el gobierno. Pero el gobierno se niega a otorgarme el permiso de
salida. No le ha bastado con montarme en un camello y hacerme comer inmundicias,
sino que ahora quiere montarme en una balsa y que me coman los tiburones.
Ocho meses de esperas e incertidumbres han transcurrido desde que el
Departamento de Refugiados de la Sección de Intereses Norteamericanos en
La Habana aprobara mi entrada a territorio estadounidense. Las autoridades
cubanas, haciendo gala de su absolutismo rampante, no ha permitido mi salida del
país. En su rejuego político contra la Ley de Ajuste Cubano
quieren hacerme desesperar y que yo cometa el error de arriesgarme y arriesgar a
mi familia sobre una embarcación rústica, que es el único
medio al alcance de un pueblo privado de toda libertad de movimientos.
Según la lógica gubernamental, si yo soy un perseguido político,
debo fugarme furtiva, clandestinamente. Pero, según esa misma lógica,
si no soy un perseguido político, ¿por qué me han negado
durante ocho meses el permiso de salida? Si quieren demostrar a la opinión
pública que en Cuba no se persigue a nadie lo están haciendo mal. ¿No
es una modalidad de la persecución impedir, con métodos
represivos, la partida de cualquier ciudadano?
Si yo cometiera la locura de embarcar a mi esposa y mi hijo, de apenas siete
años de edad, en una balsa, y tuviera la suerte de arribar con vida, daría
pábulo a las autoridades cubanas al afirmar que el gobierno de Estados
Unidos viola los acuerdos migratorios y que la Ley de Ajuste Cubano estimula y
alienta las salidas ilegales. No les daré ese gusto. Los violadores son
ellos. En este momento decenas de cubanos, con argucias y subterfugios por parte
de las autoridades de inmigración bajo ordenanzas de la policía
política, son retenidos en el país en contra de su voluntad y
poseyendo visas de diferentes países.
En un claro intento de dividir la familia, las autoridades migratorias
cubanas otorgan el permiso de salida al resto de los familiares mientras niegan
la del refugiado principal. Queda evidenciado que no buscan otra cosa que culpar
a Estados Unidos de la imposibilidad de viajar que padece entonces toda la
familia. Es, más que obvio, infantil.
La solicitud de salida definitiva del país conlleva a la presentación
de un documento donde se haga constar que el solicitante ha causado baja de su
centro laboral, por lo que en la larga espera dicho solicitante no cuenta con
solvencia necesaria y padece penurias económicas.
Mas no se trata de desentrañar todas las atroces patrañas de
que se vale el gobierno cubano para castigar, vengarse, a quienes se han
atrevido a oponérsele sino de desenmascarar su burda y demagógica
campaña en cuanto a que ellos no entorpecen el legal y ordenado flujo
migratorio entre Cuba y los Estados Unidos. No se cansan de afirmar que Cuba no
retiene a nadie, sin embargo pueden contarse por decenas los rehenes de Castro
que hoy padecemos tal arbitrariedad. Daré algunos nombres de personas a
las que he podido acceder.
Florentino Ledesma Pérez, trece meses de espera. Oswaldo de Céspedes
Feliú, 10 meses de espera. Ohalys Víctore, más de un año
de espera. Gustavo Caldero, un año de espera. Carlos Alberto Domínguez,
un año de espera. Marcos Lázaro Torres, un año de espera.
Quien suscribe, ocho meses de espera.
La lista es mucho, muchísimo más larga. Según
informaciones no confirmadas asciende al número de 170, contando
solamente los retenidos con visas norteamericanas.
Esta información ha sido transmitida por teléfono,
ya que el gobierno de Cuba no permite al ciudadano cubano acceso privado a
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