CUBANET .INDEPENDIENTE

22 de junio, 2001


Un apunte sobre gastronomía

Manuel David Orrio, CPI

LA HABANA, junio - Suele ocurrir que la prensa oficiosa cubana cubre con notoriedad ciertos casos de intoxicación alimentaria, signados por su carácter dramático y por el involucramiento en los mismos de trabajadores por cuenta propia que se desenvuelven en el giro de la elaboración y venta de alimentos, tanto en pequeñas cafeterías privadas como en los restaurantes caseros conocidos como paladares.

Por supuesto, nadie diría en propiedad que a dicha prensa la anima la intención de hacer mala propaganda a los gastronómicos privados, aunque llama poderosamente la cobertura de tales casos, acompañada del silencio alrededor de las intoxicaciones alimentarias atribuibles a sus similares estatales. De este modo, quizás sin intención, pero quizás jugando a lo subliminal, la prensa oficiosa transmite la imagen de una gastronomía privada que acostumbra a manipulaciones dudosas, en escenario donde el resurgimiento de la misma, se sabe, se produjo a regañadientes del gobierno de Fidel Castro, y se mantiene llena de vitalidad, no obstante las represiones y vicisitudes propias del autoempleo a la cubana. Cierto es, el número de trabajadores por cuenta propia ha disminuido de 1995 a la fecha, por distintas razones. Pero ello no quiere decir que la gastronomía privada ha perdido competitividad frente a su contraparte estatal. Todo lo contrario. Mientras la primera estabiliza sus niveles de calidad, la segunda parece reproducir sus vicios de la era de las subvenciones soviéticas, según fuentes diversas.

Por lo pronto, gastronomía estatal y privada cohabitan en una Cuba ya no tanto del picadillo de soya, e incluso se complementan. Nuevos escenarios, particularizados por una estratificación de los ingresos personales, segmentan al mercado y hacen necesarias una y la otra, al menos por el momento. Pero queda flotando la duda de si el retorno de la gastronomía privada es relacionable con intoxicaciones alimentarias derivadas de una manipulación irresponsable, un tema que bien pudiera servir a los fundamentalistas por la izquierda en sus cotidianos ataques contra el trabajo por cuenta propia.

Si se parte de las estadísticas oficiales, la tasa de incidencia de intoxicaciones alimentarias por cada 100 mil habitantes promedió entre 1981 y 1985 alrededor de 150 casos anuales. Ese quinquenio es considerado el mejor de la era de las subvenciones soviéticas. Por entonces, ni siquiera se soñaba con la posibilidad de retorno de la gastronomía privada. Sólo existía la estatal... y punto.

Para muchos observadores del patio, 1995 es el año de emersión explosiva de la gastronomía privada. Por aquellos días, casi en cada esquina surgió un comercio de esa naturaleza. Medidas represivas posteriores, la realidad de la competencia y el paso de muchos autoempleados legales a la ilegalidad, provocaron una reducción que, quizás por carambola, la ha hecho más competitiva. Resulta notablemente curioso que 1995 haya sido el año de menor incidencia de intoxicaciones alimentarias, cuando las mismas alcanzaron una tasa de 77,4 casos por cada 100 mil habitantes. En 1999, ya con una gastronomía privada consolidada, la tasa mencionada fue de 78,4. No menos curioso resulta que 1996, año considerado por los especialistas como el de mayor represión hacia el autoempleo, haya sido en el quinquenio 1995-99 el de más intoxicaciones por cada 100 mil cubanos: 136,2.

CUADRO 1: Intoxicaciones alimentarias

Indicador

1981-85

1995

1996

1997

1998

1999

Casos reportados

14927

8496

15006

10729

10211

8747

Tasa por 100 mil

150,2

77,4

136,2

97,0

91,9

78,4

FUENTE: Oficina Nacional de Estadísticas de Cuba.

No obstante sus encontronazos constantes con el gobierno de Fidel Castro, parece opinión generalizada entre los habaneros que el mundo real testifica el surgir o resurgir de múltiples formas de gastronomía privada. Desde paladares donde las hispanas majestades ingieren fresa y chocolate, hasta el chinito misterioso que toca a la puerta con su carga de embutidos, pasando por los servicios de catering en las tiendas dolarizadas. Las cifras oficiales, las frías cifras oficiales, avalan que no existen verdaderos motivos para relacionar a la gastronomía privada con un presunto aumento de las intoxicaciones alimentarias, por la sencilla razón de que éstas han disminuido en casi 50 por ciento respecto a los tiempos en que ni se soñaba con la idea de comer en una paladar. Por ello, sirvan estas líneas como consejo para los fundamentalistas de izquierda, tan abundantes en el patio isleño: ese argumento, por lo menos ese argumento, échenlo a la basura.


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