Soren Triff. Publicado el jueves, 21 de junio de 2001 en El
Nuevo Herald
Una nueva generación dentro de Cuba reclama un espacio social,
comentamos en la columna pasada. Ahora, un documento del Partido Comunista señala
que otros sectores sociales, las instituciones religiosas, también
abordan servicios a la comunidad que el régimen abandona en su retirada. "Las
organizaciones religiosas de la capital han ampliado su capacidad de actuación
en la sociedad'', dice el documento. Este es un reconocimiento importante de que
el control totalitario de la sociedad escapa de las manos del poder, y es una
victoria para quienes promueven la sociedad civil dentro y fuera de Cuba.
El documento también reconoció la labor social de los
exiliados, específicamente las religiones de origen africano que fomentan
la unión de isleños de aquí y allá. "La
iniciación en Cuba de esos cultos de extranjeros de la comunidad cubana
radicada en Estados Unidos y ciudadanos de otros países abre espacio a la
actividad enemiga, influencia foránea e ilegalidad organizada''.
El avance de la actividad social de las iglesias en el país
contribuye a mostrar el éxito de quienes dentro y fuera de Cuba recuperan
"terreno'' que antes dominaba el régimen. El gobierno utiliza los
servicios sociales para controlar el comportamiento público y exigir
lealtad política a la población. Hoy esos servicios --cuando se
encuentran en manos de religiosos y activistas comunitarios-- están
despolitizados. Los cubanos que viven en esas "zonas desmilitarizadas''
reciben medicinas, cuidado infantil, atención para ancianos, ayuda con
las tareas escolares, sin necesidad de pertenecer a ningún partido político.
Esto es, en parte, el resultado del magnífico y paciente trabajo de
activistas cívicos que, en silencio por temor a Fidel Castro y al exilio
tradicional, envían y llevan ayuda humanitaria a personas que no son sus
familiares. Hoy estos activistas pueden estar satisfechos: han regresado a la
isla y ocupan un terreno en la sociedad que el régimen no recuperará
jamás. Es hora de que esa labor de amor se haga pública para que
la experiencia exitosa de estos trabajadores sociales pueda servir de ejemplo a
otros y pueda multiplicarse la ayuda a otras zonas de la sociedad.
Estos trabajadores voluntarios han indicado un camino nuevo y digno de
regresar a Cuba que todos debemos imitar. Una nueva generación de
cubanos, nacidos fuera de la isla, está en peligro de desaparecer
culturalmente por no existir una oportunidad de regresar sin tener que abandonar
sus principios políticos.
Los activistas sociales han demostrado que se puede visitar Cuba para ayudar
a la sociedad, no al gobierno, sin esperar a que el régimen "se
caiga''. Este regreso es de suma importancia, especialmente para los jóvenes
que llegan a sus 20 años, y también para quienes, entre los 30 y
los 50 años, no visitaron la isla para no contrariar a sus padres durante
la guerra fría. La gran mayoría de estos cubanos han tenido que
vivir la "experiencia'' isleña a través de los recuerdos de
padres y abuelos. Visitar el país real convierte a Cuba en una
experiencia de vida que permite reafirmar la identidad cultural y el compromiso
social con un pueblo concreto.
Por eso los judíos envían a sus hijos a Israel, como afirmaron
más de mil manifestantes en el downtown de Miami el domingo. La
experiencia de vivir en Israel transforma y renueva a cada norteamericano de
origen judío. Los padres saben que hay peligros, pero el beneficio, la
supervivencia de una cultura, vale correr el riesgo. Por supuesto que no
propongo que vayan a pedir carta de identidad cubana al régimen, como
algunos jóvenes hicieron en los 60 y 70. Los brigadistas de la guerra fría
se equivocaron. Los pueblos, no los gobiernos, son la única fuente de la
nacionalidad.
Creo que es necesario extender el turismo humanitario que se realiza con la
visita a las familias, a visitar y ayudar a los más necesitados de la
sociedad, para arrebatarle al régimen el control totalitario de la
sociedad. Creo que debe darse un sentido a nuestros dólares, colocándolos
--ahora-- entre los más desamparados.
En esta nueva etapa de la transición, una nueva generación
tiene la responsabilidad de regresar a Cuba con dignidad. Hay que extender la
experiencia de los valientes activistas que hacen visitas humanitarias y de
solidaridad a la isla a otros jóvenes voluntarios que desean hacer algo
por la isla. Cuba los necesita ahora.
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