CUBANET .INDEPENDIENTE

21 de junio, 2001


A paso de bastón: datos para incógnitas

Manuel David Orrio, CPI

LA HABANA, junio - Va siendo hora de averiguar de dónde la gente saca tanto dinero, en esta Habana ya no tanto de picadillo de soya. No sólo se trata de que los domingos los bares dolarizados se encuentren atestados de familias. La ola de calor ya avecinada entre Guanabo y Santa Fe, ha provocado que los ventiladores casi desaparezcan de las tiendas. La gente, así de simple, arrambla con ellos aunque tengan un precio de entre 20, 40 y hasta 60 dólares. Con eso, y hasta con menos, se alimentan ciertas familias.

Ultimas noticias de las tiendas dolarizadas informan que la población prepara una ofensiva para cargar con los refrigeradores domésticos, cuyos precios, si se parte de aceptar medidas cubanas, invitan al suicidio. No exagero: en la última semana, la Plaza de Carlos III vendió 12 de esos equipos, valorados cada uno en 2,300 dólares, sin contar con que modelos más baratos, pero de prestigio, han agotado sus existencias. ¿Qué está pasando? ¿De dónde sale tanto dinero?

La elemental lógica hace pensar que en la isla circula una cantidad de moneda que las arcas del estado no captan con la rapidez que desearían. Quizás por ello Francisco Soberón, presidente del Banco Central de Cuba, ha comenzado a demandar el cese de la dolarización -porque lo que circula son dólares- y la búsqueda probable de una mejor posición para el peso convertible, a fin de atrapar las divisas en cuanto entren al país. Pero, según parece, la opinión popular ha expresado un rechazo visceral a esa medida. "Jorobita, jorobita, lo que se da no se quita", fue algo así como el pronunciamiento de una peña de motociclistas reunidos alrededor del Dios de la tertulia: por supuesto, el mecánico.

Algún que otro analista puede decir que las remesas familiares son las grandes causantes de lo que está sucediendo, se ve a simple vista, no se puede ocultar, aunque otra frase popular diga: "Cuba es La Habana, lo demás es paisaje". Pero yo me pregunto si es sólo eso. Una extendida economía informal, un algo así como un comercio de rescate de lo que el gobierno de Fidel Castro no paga en carácter de salarios, campea por sus respetos en medio de gritos gubernamentales acerca de la corrupción.

Incógnitas, incógnitas, dice un amigo que develables en el cuarto libro de contabilidad del estado, que tiene como ocho, recalca. Mi paso de bastón registra una ostentación sospechosa. Cadenas al cuello, de oro y de plata, dentaduras orificadas, relojes caros para los promedios isleños, ventas y reventas de automóviles y de motocicletas, comercio de videocaseteras, trasiego de los correspondientes filmes, la gente pintando las casas y reparando como locos. No en todos los barrios, por supuesto, pero sí en unos cuantos de ellos. Recuerdo una canción de Los Beatles: A day in the life. Un día en la vida habanera ha cambiado radicalmente en cinco años. Tanto, que en una tienda de música por cuenta propia pude hallar un CD "quemado" de The Iron Butterflies. Nada menos que In a gadda da vida. "Música para especialistas", me dijo la vendedora, mientras su mano rozaba discretamente la mía. Una señal, una señal cien por ciento habanera.

Tengo un temor, y lo confieso "sin temor". ¿Estamos los periodistas independientes cubanos reflejando la infinita riqueza de las contradicciones isleñas de inicios de este milenio? ¿Acaso las tribunas abiertas nos están velando los ojos? ¿Qué se oculta tras masivas complicidades con el gobierno de Fidel Castro, después de las cuales la gente va a lo suyo, a echar adelante su proyecto individual? Ayer conocí la edad de una vecina, cuyos senos me perturban. La hacía un poco mayor, pero sólo tiene 18 años de edad. Fruta fresca. Pagó cinco dólares por la planilla para solicitar su pasaporte. Ojos negros, cabellos de fuego, y mi mujer acariciando un destornillador... como si fuera un puñal. Inocente de mí, no se qué es lo que me perturba. Si los senos de la vecina, o tanto festival de datos... para tantas incógnitas.


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