CUBANET .INDEPENDIENTE

19 de junio, 2001


Mitos de la Educación Superior

Manuel David Orrio, CPI

LA HABANA, junio - Uno de los más publicados logros del gobierno de Fidel Castro es el de la educación, particularmente la superior, no sólo por una realidad presente en la existencia de más de 600 mil graduados universitarios, sino además por el número de extranjeros de países pobres que han tenido, y tienen, la oportunidad de cursar estudios en las universidades cubanas. Se ha llegado tan lejos, que el mandatario isleño se permite invitar a negros estadounidenses para que se diplomen de médicos.

Aunque la Educación Superior de Cuba se vea lastrada por la consigna "la universidad es para los revolucionarios", cuyo carácter excluyente no oculta su tufo a violación de derechos humanos, parece criterio establecido que la instrucción universitaria de la Isla constituye ejemplo para los países del llamado tercer mundo, todos al parecer olvidados de que Cuba es nación con referentes culturales de Primero. Se da, así, la curiosa contradicción de contar con universidades presuntamente competentes, sostenidas por el milagro de una economía de probada ineficiencia, cuyo presupuesto de carácter social haría magias para garantizar un acceso general al diploma universitario, siempre que los talentos individuales se lo propongan.

Sin embargo, y más allá de logros reales, las frías estadísticas se inclinan a mostrar el estatizado y supuestamente gratuito sistema de educación superior de Cuba, como un buque haciendo aguas por orificios a lo Titanic, cual si el mundo real se empeñara en probar que los mitos del post-totalitarismo no son más que mitos.

Poco se dice, apenas se habla. Pero los datos del último decenio informan de preocupantes irregularidades, propias de una crisis sistemática: reducción de oportunidades respecto del volumen de población, elevada deserción escolar, disminución del número de graduados -con los hombres en la peor posición- y un presupuesto ineficaz, por cuanto constituye un despilfarro de acuerdo con lo que se logra.

Aunque el sistema de instrucción superior contempla opciones para los adultos de todas las edades -si bien no en todas las carreras- a lo largo de los 90's éstas se han ido reduciendo, respecto al volumen de interesados potenciales. Si por tales se considera a la población de entre 15 y 59 años de edad, particularmente a quienes tienen entre 15 y 24, las estadísticas oficiales informan a los primeros como prácticamente estables (65 por ciento del total de habitantes) y a los segundos como decrecientes en 18,6 por ciento entre 1990 y 1999. Iguales o mayores oportunidades de ingresos harían esperar iguales o mayores niveles de matrícula. Pero, en ese período, ésta cayó en 52 por ciento, un nivel mucho mayor que el de la reducción de los interesados potenciales. Si en 1990 la relación entre matrícula inicial y población de 15 a 24 años de edad fue de 12,1 por ciento, ésta se redujo paulatinamente hasta alcanzar en 1999 un 7,1 por ciento para hacer hoy más difícil iniciar estudios universitarios.

CUADRO 1: Relación entre matrícula inicial y población de 15 a 24 años de edad.

Indicador 1990 1999
Matrícula inicial 223000 106787
Población de 15-24 años 1840000 1496904
Mat./Población (%) 12,1 7,1

FUENTES: Comisión Económica para América Latina / Oficina Nacional de Estadísticas de Cuba.

Uno de los puntos de mayor silencio en la instrucción universitaria isleña es el de su efectividad, entendida como capacidad de graduar respecto de la matrícula inicial, y más allá de que ciertos requerimientos de exigencia provoquen promociones no tan elevadas. La elemental lógica afirma que si en Cuba la duración promedio de una carrera es de cinco años, cabe deducir cierta relación comparable entre quienes iniciaron estudios en una fecha determinada y quienes lo concluyeron un quinquenio después, así como una promoción aceptable. Pues bien, lo regular en Cuba es una progresiva disminución de graduados, en relación con aquellos que iniciaron estudios cinco años atrás. Si en el curso escolar 1988-89 arribaron a las aulas 236,900 alumnos, cinco años después sólo se graduaron 34,544, para un 14,6 por ciento. Dicha relación cayó a 11,9 por ciento en 1999, cuando nada más egresaron 16,707, al compararlos con los 140,805 que comenzaron estudios en el curso 1994-95, y todo parece indicar que el futuro no es optimista, aún cuando la matrícula descendió de 236,900 en 1988 a 106,787 en 1999.

Por lo menos en principio, por lo menos desde un juicio sano, nadie aspira a una Cuba cuya población sea universitaria en su totalidad. Pero es indudable que los futuros escenarios cubanos demandarán una capacidad respetable de profesionales, dadas las necesidades de una economía globalizada, el tránsito de la isla hacia una producción preferencial de servicios y bienes de alto valor agregado y el envejecimiento de la población graduada de enseñanza superior y su consiguiente reemplazo a causa de jubilaciones, por lo cual cabe suponer una estrategia destinada a lograr más universitarios. Pero los números, los fríos números, avisan que sucede exactamente lo contrario. Cada vez, menos licenciados. Si en el curso escolar 1993-94 se graduaron 31,105 personas, en el año lectivo 1998-99 sólo se llegó a 10,706, para una caída de ¡66 por ciento! En apenas seis años. Dentro de ellos, los hombres llevan la peor parte, algo que está planteando retos para una tradicional cultura machista. Si en el curso 1993-94 ellos representaron el 41 por ciento de los graduados, en el año lectivo 1998-99 descendieron al 36 por ciento. Otro tanto sucede con la matrícula: si en 1993 fueron el 42 por ciento, en 1999 nada más ascendieron al 36 por ciento. Algunos analistas opinan que la situación económica cubana está presionando a los hombres hacia opciones laborales de rápido adiestramiento; sin embargo, ello no oculta la pista de un desinterés por continuar estudios superiores en tanto que trabajadores-estudiantes. ¿O será que carecen de oportunidades, de tiempo que no van a robar a la denominada "lucha"?

Reducción de oportunidades, apenas 12 por ciento de graduados respecto a la matrícula inicial, bajo nivel de egresados y preterición masculina, son regularidades demostrables en la enseñanza superior de la Cuba de hoy. "Mucho ruido, pocas nueces", parece la conclusión derivable ahora que Fidel Castro acuñó el concepto de "Universidad para todos"... los revolucionarios. Por supuesto, sobre la base del despliegue de un presupuesto millonario que apenas gradúa, pero hace propaganda a lo largo y ancho del orbe sobre las excelencias de la instrucción superior de la isla, cuyos logros reales están a la vista y no ameritan discusión. Pero los mitos, los cuentos de camino, sí han de ser desenmascarados, porque la universidad cubana sí está pasando por una crisis.

Lo dicen las estadísticas. Oficiales, por cierto.


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