La injusta
vejez que nos espera
Claudia Márquez Linares, Grupo Decoro
LA HABANA, junio - Ramón y Lola son dos ancianos jubilados. A pesar
de lo avanzado de sus edades, ambos trabajan en una escuela porque la pensión
que reciben no rebasa los cuatro dólares per cápita al mes.
Esta pareja ejemplifica la difícil situación que enfrenta la
mayor parte del millón 400 mil jubilados existentes en el país.
El sector de la tercera edad, dependiente de la pensión, es sin dudas
el que más sufre la crisis económica que afecta a la sociedad
cubana hace más de diez años.
Hoy por hoy, la mayoría de los productos que la población
necesita tiene que comprarlos en las tiendas dolarizadas del Estado.
Los mercados agropecuarios estatales, donde los precios son un poco más
bajos que en los que venden los particulares, están prohibidos para los
ancianos jubilados a causa de su bajo poder adquisitivo.
Si bien es cierto que muchos pensionados conviven con sus familiares, también
es real que las familias cubanas no pueden mantener un nivel de vida decoroso si
no reciben dólares desde el extranjero. Se puede asegurar que el nivel de
vida de los cubanos está por debajo del límite de pobreza. El número
de núcleos familiares que se encuentran en este caso es un dato que nunca
ha sido revelado por el Estado.
En las calles de cualquier ciudad del país es común ver
viejitos sentados en portales y aceras que venden cigarrillos, tubos de pasta
dentífrica, paqueticos de café mezclado con chícharos y
otros productos de la cuota regulada por la "libreta de abastecimiento",
que ellos se ven obligados a vender para obtener ingresos adicionales.
A lo anterior se suma que hay deficiencias en la oferta de medicamentos, los
que en ocasiones sólo se consiguen en el mercado ilegal a altos precios,
y esto dificulta aún más la vida de los ancianos.
Por todo esto es que es que se ve a muchos viejitos que mendigan por las
calles.
Por otro lado, el número de asilos es insuficiente para la demanda de
los desamparados, además del mal estado en que se encuentran las pocas
instalaciones de ese tipo que se mantienen en servicio.
Según datos oficiales, alrededor de dos tercios del dinero destinado
a las jubilaciones y pensiones es aportado por empresas. Por esta vía los
trabajadores contribuyen al sustento de quienes ya no pueden aportar sus
servicios a la sociedad. Sin embargo, esta contribución no es suficiente,
por lo que el Estado aporta un tercio de los 1,700 millones de pesos destinados
a la seguridad social.
Si se tiene en cuenta que la población cubana envejece y que por ende
la población económicamente activa disminuirá con relación
al número de quienes arriban a la tercera edad, se infiere que las
perspectivas serán difíciles.
Agréguese a lo anterior que la economía no da signos
sustanciales de desarrollo, ni se vislumbran a corto y mediano plazo, así
como que la productividad del trabajo es baja, por lo que el resultado es que
habrá serios problemas en el futuro para obtener el presupuesto
correspondiente a las jubilaciones de los ancianos cubanos.
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