Masividad: ¿manía
o locura?
Víctor Rolando Arroyo, UPECI
PINAR DEL RIO, junio - Masividad de la cultura, del deporte, de la educación.
Masividad en las ideas, en los valores y en los actos políticos.
Masividad, masividad, masividad... parece una manía eso de la masividad.
Dicen que cuando las personas llegan a viejas comienza eso de las manías.
Pero hay manías como ésta de la masividad, si es que se puede
considerar como tal, que, vaya, ¡le zumba!
Masivo, según el diccionario: "que reúne gran número
de personas". Masificación, entonces, es juntarse, grandes
multitudes, que son fáciles de manipular y arrastrar.
Masivo viene de masa, y esto es precisamente lo que se necesita para lograr
la masividad: una gran masa que aparente uniformidad, a la cual se le cierre la
mente para poder inducirles una sola idea, una especie de monólogo y,
como dicen los portavoces del gobierno, "cerrar filas".
Pensándolo bien, esto es muy conveniente para los gobiernos
totalitarios o sea para el totalitarismo de Estado.
Con semejante masividad todo es común y único. Se tiene un
enemigo común, un odio común, un partido único y -para
colmo- esta gran masa, única, con una sola mente y una sola línea
dice tener la verdad absoluta. Sin posibilidades de discusión ni
diversidad.
Todo le pertenece a la masa uniforme, pero ésta no logra sentirse
parte sino que es una pertenencia obligada y amargada.
Esta manía de viejo, en verdad que es maquiavélica.
Si entre todos se establece un monólogo, no hay personas libre, no
existe la tolerancia ni el diálogo abierto. He aquí la llamada "cultura
de masas".
Usted no tiene la libertad de escoger, está obligado a unirse a las
multitudes o, si no, acuda al bombo (lotería de visas estadounidenses) o
coja una lancha o cualquier cosa pero váyase lo más rápido
posible, que puede ser peligrosa la masividad.
Porque una masividad maniaca y vieja, como ésta, necesita del
conflicto y del "enemigo necesario" para unir internamente a la
sociedad, cohesionarlo, por miedo o rechazo, y usted puede convertirse en un "traidor
al servicio del enemigo", puede ser llamado "asalariado" o, peor,
"anexionista" y servir para alimentar el conflicto.
Pero, piénselo bien, no se deje manipular y tampoco huya de lo que le
pertenece.
Nadie puede aspirar a que un país sea uniforme. Todavía hay
quienes están dispuestos a buscar nuevos caminos, sin importarles cuánto
haya que caminar, para hacer realidad lo que hoy parece una utopía, un
imposible.
Ahora, no parece que eso de la masividad sea manía de viejo, sino
cosa de loco.
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