La sede más
concurrida
Manuel Vázquez Portal, Grupo Decoro
LA HABANA, junio - Dicen que los Libras somos equilibrados, mesurados,
sensibles, conciliadores, sedados. Dicen que evitamos las discordias, las
confrontaciones, que amamos la paz, lo apacible, el arte. Dicen que somos
justos, imparciales, objetivos. Dicen que somos confiables, leales, amistosos,
discretos. Dicen que, aún cuando la tormenta nos descuaja por dentro, nos
mostramos tranquilos como un lago de agua mansas. Dicen que resultamos
excelentes abogados o magníficos diplomáticos. Dicen. ¡Conozco
cada librano, yo entre ellos, que más vale no tocarles la balancita!
Claro, en mí se juntan el Tigre del horóscopo chino y Argayú
Solá del panteón yoruba.
Mas si hubiera nacido en Estados Unidos y hubiera resultado diplomático,
el último lugar que desearía como destino sería Cuba. La
balanza más fiel se desequilibra aquí. Por muy mesurado que usted
sea le vendrían deseos de "botarse p' al solar" y practicar una
diplomacia "chancletera". Yo no sé si tuviera tanto aguante.
Hay que ser casi estoico. A veces siento pena por quienes son designados para
laborar en la Sección de Intereses de Norteamérica en La Habana.
La procacidad de los insultos, la agresividad de los calificativos, la
ausencia de cortesía, la vigilancia permanente sería tolerable. Lo
que sí me resulta aberrante, atormentador, alucinador -aunque pueda, a
veces, derivar en divertimento, por folclórico, carnavalesco, delirante-
es ese constante ajetreo que invade cada día la Sede. No sería muy
descabellado afirmar que es la Sede Diplomática más concurrida de
La Habana. No hay Agromercado, en el día del cobro, que agrupe a tantas
personas. No hay Estación, ya de trenes o de ómnibus -aún
en vacaciones- que aglutine a tanta gente. No hay bodega -ni siquiera a
principio de mes cuando arriban los víveres- que resulte tan visitada. No
hay otra Embajada -ni la de España, aún cuando los descendientes
del tronco peninsular son tantos- que se vea tan asediada.
Pero no crea que me estoy refiriendo a las Tribunas Abiertas frente a la
Oficina de Intereses, ni a las Marchas del Pueblo Combatiente que agrupan a
miles de personas para la pachanga de los discursos, las canturías y las
recitaciones. No, hombre, no. Eso puede resultar, como ya dije, hasta divertido.
Nada mueve más a risa que el ridículo ajeno. Me refiero al otro
desfile. Al desfile que no televisan, no vaya a ser cosa que los mismos rostros
se repitan. Al desfile silencioso, esperanzado, constante, indetenible que se
produce desde cada madrugada hasta todos los atardeceres. Ese otro desfile donde
la impostura patriótica se trueca angustia, desazón,
incertidumbre, esperanza, unción que los rostros reflejan; que se trueca
alegría, júbilo, risa triunfante que otros rostros felices
muestran. Dependen de si los aprueban o no para viajar "al yuma".
A esta otra Tribuna, a esta otra Marcha, que se produce cada día del
año allí en el parque de Calzada y K, en el Vedado, justo en un
lateral de la Sección de Intereses, el pueblo le llama El Muro de las
Lamentaciones y no es tan bullanguera. La gente quiere, más bien, pasar
inadvertida, que los malos ojos no les traiga mala suerte, que la envidia no les
ponga obstáculos, que sólo Dios los vea y los ayude. Es tan
dolorosa.
No cuente los miles que asisten convocados por el gobierno para su espectáculo
político, calcule los millares que acuden por voluntad propia y dígame
si ante semejante panorama se puede ser equilibrado, mesurado, sedado. Yo no
creo que haya librano, ni hijo de ningún signo zodiacal, que resista ante
el aluvión de personas desesperadas permanentemente presentes.
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