Por Jesús Hernandez Cuellar.
CONTACTO Magazine, Junio 14, 2001
(El contexto de este artículo obliga al autor a hablar en primera
persona, algo que no forma parte de su estilo a la hora de escribir periodismo
de opinión).
Osvaldo Payá Sardíñas, próximo a cumplir los 50
años de edad, es un ingeniero eléctrico de formación católica,
que dirige dentro de Cuba el respetado Movimiento Cristiano Liberación,
grupo que ha fomentado el controversial Proyecto Varela mediante el que se
intenta recabar10 mil firmas para hacer un plebiscito que permita colocar a
cualquier cubano en la Asamblea Nacional del Poder Popular, que actualmente es sólo
un parlamento manipulado por el gobierno de Fidel Castro y su Partido Comunista.
Para Osvaldo y sus colaboradores, colocar opositores en ese parlamento es sólo
el principio de un proceso, cuyos resultados no se pueden hablar a viva voz
dentro de Cuba, por razones obvias.
Conocí a Osvaldo -así con "v", no con "w"
como algunos lo escriben- en circunstancias poco agradables. Fue en mayo de 1969
en un campo de trabajos forzados para jóvenes con "problemas ideológicos".
Ambos teníamos aproximadamente 17 años de edad. Tuvimos días,
semanas, en medio del riguroso verano de Cuba, en que sólo podíamos
beber un vaso de agua en el almuerzo y otro en la comida. Oficialmente, éramos
reclutas del Servicio Militar Obligatorio, que se había implementado en
la isla cinco años antes. Pero en nuestra "unidad militar" había
sólo dos o tres pistolas en las cinturas de los pocos oficiales que nos
mandaban, como únicas armas, y una de ellas fue robada un día por
Napoleón, un joven negro con graves trastornos mentales que nadie se
explicaba por qué estaba allí.
Nuestro trabajo era "picar piedras", entre otras labores de
construcción, en las canteras de mármol de Nueva Gerona,
justamente al frente del Presidio Modelo de Isla de Pinos, cuando ya no era una
sórdida prisión sino un museo.
Menudo, inteligente y con convicciones muy firmes, Osvaldo aseguraba en
conversaciones privadas con sus amigos que nunca dejaría de ser católico,
que no aceptaría el sistema comunista, ni jamás saldría de
Cuba. Treinta y dos años después, los que lo conocimos entonces
somos testigos de que cumplió su palabra.
Cuando el régimen cubano tembló de pies a cabeza por la caída
del mundo comunista, y tuvo como reacción echar turbas civiles a las
calles para hostigar a "desafectos" y "disidentes", la
modesta casa habanera de Osvaldo fue uno de los objetivos de estreno. Todavía
guardo una foto transmitida por una agencia cablegráfica de noticias, en
la que se observa el estado en que quedó la fachada de su casa. Muchos
cubanos vivieron esa horrible experiencia, él no fue la excepción.
Ha sido invitado varias veces por su amigo, el presidente del gobierno español
José María Aznar, a visitar España, pero el gobierno cubano
no le ha concedido el permiso de salida. Aznar se reunió con él en
La Habana durante la IX Cumbre Iberoamericana de 1999.
Osvaldo también estuvo entre los que pidieron al papa Juan Pablo II
que intercediera por los prisioneros de conciencia que hay en las cárceles
cubanas, cuando el pontífice visitó Cuba en 1998. Y fue la primera
voz crítica que se escuchó dentro de Cuba, tal vez la más
alta, cuando pasaron los meses y el gobierno comunista lejos de abrir más
espacios para los católicos -y para todos los cubanos- hostigó a
los religiosos y continuó encarcelando a disidentes.
Con el tiempo y el reconocimiento de jefes de Estado y el Vaticano, Osvaldo
ha ganado un prestigio internacional que lo hace relativamente intocable, pero sólo
eso, relativamente. El lo sabe. Después de todo, el general Arnaldo Ochoa
era más importante y fue fusilado. Sabe también que desde el
cementerio y desde la cárcel poco se puede hacer por la democratización
de Cuba.
Recientemente, Osvaldo y sus colaboradores del Movimiento Cristiano Liberación
sacaron a la luz su Proyecto Varela. Anteriormente, lo habían intentado y
la policía política confiscó las firmas que habían
recabado. Lo han intentado de nuevo. Algunos creen que el Proyecto Varela se
propone ganar reconocimiento mundial para finalmente caer como un boomerang
sobre la maltrecha credibilidad del régimen, que aparentemente nunca
aceptará un plebiscito. Otro piensan que es un paso peligroso, porque el
castrismo podría aceptarlo, manipularlo y finalmente usarlo para su
beneficio, ganando con ello una legitimidad política que el régimen
no tiene.
Ambas cosas son posibles. Nunca se sabe cómo va a reaccionar el
castrismo, pero la lógica de su comportamiento histórico indica
que no aceptaría jamás ir a las urnas, mucho menos a partir de un
referendo convocado por la oposición, porque a todas luces, aceptar el
Proyecto Varela sería aceptar que en Cuba no hay democracia. El castrismo
ha movido cielo y tierra para demostrar que en la isla existe una democracia
socialista "mil veces mejor" que las democracias occidentales
pluripartidistas, a las que el propio Castro ha calificado de "pluriporquería".
A estas alturas, posiblemente, tampoco se arriesgaría el castrismo a
manipular un plebiscito, porque si la humanidad no acepta la farsa de su
democracia socialista, mucho menos aceptaría una farsa sobre la farsa.
Desde algunos sectores del exilio, ha habido críticas fuertes al
Proyecto Varela, a veces con un tono que se parece más al trato que debe
darse a un enemigo que al trato que merece un aliado con el que se está
en desacuerdo. En Cuba, la policía castrista, por su parte, ha dispersado
algunos intentos de recabar firmas para el referendo entre la población,
en lugares públicos.
No hay dudas de que Osvaldo y el Movimiento Cristiano Liberación han
dado un paso arriesgado, pero así han sido los pasos de este indiscutible
líder de la oposición cubana desde que en 1969 dijo a sus amigos
lo que pretendía hacer con su vida. Consciente del riesgo que conlleva el
Proyecto Varela, prefiero apostar por la verticalidad del joven con el que
compartí los momentos más difíciles de mi vida juvenil, en
las canteras de mármol de Isla de Pinos, y al que no le he perdido ni pie
ni pisada desde que decidió hacer dejación de beneficios tales
como la libertad de expresión total que disfrutamos fuera de Cuba, para
cumplir con lo que él considera que es su deber. Con Osvaldo Payá
se puede estar en desacuerdo pleno, pero lo que no se debe hacer es dudar de su
firme voluntad de luchar por una Cuba democrática, con libertades y
derechos.
Aclaración
de los organizadores del Proyecto Varela ante las críticas recibidas de
quienes se oponen a las circunstancias en que se propone el plebiscito
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