Cualquier
final es bueno
Amarilis Cortina Rey, Cuba-Verdad
LA HABANA, junio - El año 2000 fue objeto en Cuba de muchos chistes
populares. El personaje de "Pepito", muy popular entre los humoristas
nacionales, fue el protagonista por excelencia de tales chacotas, muchas de las
cuales expresan la opinión y los deseos de la sociedad cubana de estos últimos
42 años.
En las primeras décadas del llamado proceso revolucionario, muchos de
estos chistes populares manifestaban que abundancia de alimentación, ropa
y de otros aspectos necesarios para la vida moderna sólo sería
posible en el 2000 para los que aguantaran el paso del tiempo.
Pero, pasó el 2000, llegamos al 2001 y ¡nada! Se cumplió
el refrán "los cuentos, cuentos son", porque las necesidades de
la población son tantas o más que en el principio de la era
socialista.
Y con excepción de los que viven bien dentro de la Isla, que es una
minoría, la gente tiene por vida una constante interrogante. La situación,
más o menos, es la siguiente:
Transporte deficiente y en ocasiones inhumano, léase "camello".
Sistema de salud pretencioso que en la práctica deja mucho que desear.
Instrucción hay, pero la educación ha desaparecido prácticamente
en las nuevas generaciones de cubanos y predominan las malas costumbres.
Por otra parte, el problema de la comida es un tema fijo en las familias o
entre amistades: ¿qué se comerá hoy, mañana... pasado
mañana? Opiniones de grandes sectores de la sociedad se sintetizan en está
exclamación: "¡La comida, eso está duro, uno se pasa la
vida 'inventando' para mal comer! Esto se convierte en una obsesión.
Cuando consigues una 'cosa' te falta otra".
Una solución parcial es la de algunos miles de nacionales cuyos
familiares emigraron a distintas partes del mundo y, desde allí, les envían
remesas de dinero (dólares) para paliar éstas y otras necesidades.
Mientras esta crisis se agudiza hay quienes han llegado a la conclusión
de que un cambio es inevitable. La mayoría de ellos se inclina hacia un
cambio pacífico donde no se derrame sangre ni haya guerra. Otros se
conforman con mejoras de carácter económico autorizadas por el
gobierno, como libertad para establecer negocios, que según opinan es la
solución del problema. Los demás: "que esto se quede como está".
También existen los que opinan que "el sistema no funciona y el
cambio debe ser total".
Así fluyen las opiniones, en voz baja, a veces sólo con
gestos. El peor de los males que se sufre en esta Isla caribeña es el
miedo a expresarse libremente.
Quizás por eso es que la gente recurre a los chistes, a la chacota, a
los "cuentos" como le llamamos por acá. Aunque éstos ya
no proliferan como en otros tiempos, pues entre las consignas gubernamentales y
la búsqueda del alimento diario poco tiempo le queda a los cubanos para
la imaginación y el humorismo.
Una frase, que ahora se extiende entre los habaneros de boca en boca, parece
expresar la voluntad de los residentes en esta Isla: "¡Es preferible
un final de espanto, que un espanto sin final!"
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