Dineros públicos,
dineros privados
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, junio - La presentación en el Congreso de Estados Unidos
del proyecto de Ley de Solidaridad con Cuba, promovido por los senadores Helms y
Lieberman, por el cual se pretende apoyar al movimiento cubano por los derechos
humanos con 100 millones de dólares a distribuir en cuatro años,
ha generado reacciones diversas al interior de la Isla, particularmente entre
opositores al gobierno de Fidel Castro y periodistas independientes. Por otro
lado, figuras como el canciller Pérez Roque han calificado al proyecto de
"excelente", como para hacer ver que éste conviene al discurso
gubernamental, en tanto que prueba el supuesto carácter condicionado de
quienes serían sus beneficiarios.
El proyecto de Ley de Solidaridad con Cuba, de modo indirecto, ya ha tenido
un rechazo en el acto constitutivo de la Sociedad de Periodistas Independientes
"Manuel Márquez Sterling", uno de los propósitos de
agremiación que por estos tiempos se animan entre reporteros alternativos
isleños, y vale decirlo así: uno de los propósitos, porque
no es el único. La Márquez Sterling, como ya se la nombra, afirma
en sus estatutos su negativa a aceptar dinero de gobiernos extranjeros.
No es objeto de estas líneas analizar si desde el punto de vista de
los políticos alternativos isleños sería o no conveniente
aceptar recursos provenientes de fondos gubernamentales foráneos. La política
tiene sus reglas, la primera de las cuales es la disputa por el poder, aún
cuando ésta se produzca en escenario como el cubano, donde, según
parece, Fidel Castro puede echar mano de cuanto desee, pero sus opositores
organizados para una lucha pacífica han de vivir en "olor de
santidad". Dato curioso éste de que Fidel Castro ande en tratos con
rusos y chinos, para citar ejemplos, y nadie se concentre en el detalle de esa
suerte de competencia desleal.
Decidan los políticos qué hacer. Pero analicemos los
periodistas independientes cubanos cuál debe ser nuestra posición
meditada ante estos asuntos, partiendo de un principio esencial: no somos
opositores, somos periodistas, nuestra razón de ser es publicar y cobrar
honorarios, de acuerdo con nuestros derechos de autor, sobre la base de normas éticas
profesionales internacionalmente aceptadas. Si nos negamos a aceptar dineros de
gobiernos extranjeros -dineros públicos- estamos diciendo que admitiríamos
trabajar gratis para una emisora como la BBC de Londres. ¿A santo de qué?
¿Por qué un simple periodista debe vivir en semejante "olor a
San Reportero"? Si nuestro mensaje llega a sus receptores tal y como lo
concebimos, ¿qué nos importa quién nos publica y paga? Y,
para ser más exactos, ¿no importará en realidad a quien no
quiere que publiquemos? ¿No parece tal invocación a la pureza un
recurso exquisito de una censura obligada al guante de seda?
El periodismo independiente cubano es alternativo, ante todo, porque se
opone a un modelo censor que le sustrae de su mercado natural, no otro que el público
isleño. La vida, con carácter creciente, demuestra que esa
particularidad predetermina un modo de ser cuya esencia es no comercial, por la
sencilla razón de que las noticias de una islita caribeña no
interesan a muchos, al menos como flujo informativo regular. Por lo tanto, es un
periodismo que, de algún modo, ha de ser subsidiado, como lo son muchos
modelos alternativos de la realidad globalizada de hoy. Paradojas, paradojas: el
periodismo de la Márquez Sterling se pronuncia contra recibir dineros públicos,
mientras izquierdista consagrado como Noam Chomsky defiende a esos mismos
dineros como la alternativa contra la censura exquisita de las grandes cadenas
privadas de prensa. Lean, en la Márquez Sterling, un libro esencial
titulado "Guardianes de la libertad".
Paradojas, paradojas: un análisis cuidadoso de los proyectos
asociados al periodismo independiente, revela con terquedad de mula que los
receptores de dineros públicos son los más plurales, diversos y
tolerantes. CubaNet es un ejemplo: hasta se permite enlaces con la prensa
oficiosa cubana. En sus páginas electrónicas, la batalla entre
defensores y opositores de las sanciones económicas unilaterales de
Estados Unidos a Cuba es cosa cotidiana. Y nada pasa, nadie es censurado.
Los dineros privados, a mi entender tan legítimos como los públicos,
quizás puedan aportar cierto "olor a santidad" a los políticos.
Pero a los periodistas les puede significar una censura opuesta a la de Castro,
pero censura igual. "Quien paga, manda", apuntó José
Martí. El dinero público responde a propósitos públicamente
debatidos y determinados; el privado, al criterio del dueño. Si el
primero se otorga para el ejercicio de la libertad de expresión, más
tarde o temprano habrá libertad de expresión, porque en algún
momento se habrá de rendir cuentas. Por el segundo, ¿quién
pide cuentas al dueño?
Puede ocurrir, entonces, que la aparente libertad del dinero privado, desde
el punto de vista de los periodistas independientes, devenga en realidad una
exquisita cadena. Es sólo una hipótesis, pero una hipótesis
en que vale pensar.
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