A paso de
bastón: la "vaquita" de las meriendas
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, junio - "Vaquita", en el argot cubano, es un término
empleado para nombrar a una costumbre laboral propia de entidad de cualquier
tipo, la cual consiste en una especie de colecta. Durante un período
previamente acordado, un grupo de trabajadores aporta una determinada cantidad
de dinero, que se entrega en su totalidad a cada uno de ellos, por riguroso
turno, hasta que todos acceden a su oportunidad. Por ejemplo, en un departamento
donde laboran diez personas, se decide "hacer una vaquita" de veinte
pesos. Cada uno recibirá 200, en su momento, por lo general asociado al
disfrute de las vacaciones.
El mundillo y fauna de las "vaquitas" tiene sus colores,
personajes y psicología. Rara su organización entre trabajadores
de altos salarios, de acuerdo con los referentes isleños; casi siempre,
sus promotores han sido individuos más bien desorganizados en el manejo
de sus ingresos. Algún que otro sociólogo afirma que la costumbre
es en realidad una forma encubierta de juegos de azar, prohibidos en Cuba pero
florecientes en su informalidad de hoy. Partidos de baseball se organizan en
ciertos barrios, y todos saben que en los mismos corren apuestas secretas.
Opinan algunos que en los escenarios laborales de una Cuba ya no tanto del
picadillo de soya, pero sí de la estratificación de los ingresos,
las "vaquitas" han caído en desuso, parte porque en la población
se han consolidado hábitos de ahorro (cuatro millones de cuentas en 11 de
habitantes), parte porque la desvalorización que aún padece el
peso cubano convierte en puro eufemismo el "hacer una vaquita". La
gente no tiene oportunidad , así como así, de asociarse en
semejante práctica, a los efectos de una significación en la
moneda del mundo real isleño, no otra que la del Tío Sam. Duele
decirlo, pero es verdad como templo.
Sin embargo, no tan así. Las tradiciones tienen fuerza insospechada.
Aparentemente desaparecen, y de la noche a la mañana se presentan bajo
nuevas formas. Nada como aquellas para emular al camaleón. Las "vaquitas"
han reaparecido en los escenarios laborales de Ciudad de La Habana,
sorprendentemente adaptadas a la dolarización, aunque sus organizadores
no cobren sus haberes en esa moneda. Se conoce de su existencia en la empresa
telefónica cubana (ETECSA), en las casas de cambio (CADECAS) y en cuanta
entidad se disponga de lo mínimo necesario.
La "vaquita" renovada surge, ahora, gracias a la llamada merienda.
La misma es uno de los recursos aplicables en el ¿sistema? de estimulación
económica de los trabajadores creado por el gobierno de Fidel Castro. La
merienda se compone, por lo general, de un sandwich de jamón y queso y un
refresco de cola enlatado. Vox populi, que semejante menú se comercia
alegremente por las calles de La Habana al precio de un dólar o
veinticinco pesos. Como tales ventas parecen florecientes, más de un
observador se ha preguntado de dónde salen tantas meriendas no consumidas
por aquéllos a quienes supuestamente se asignan, por riguroso "plan
socialista". Pues bien, una de las respuestas es que los beneficiados están
organizando "vaquitas".
Hasta dónde se ha extendido, nadie lo sabe. La nueva "vaquita"
consiste en un acuerdo: una venta colectiva de la merienda a un comerciante
callejero. El producto total de la merca toca a cada uno de los implicados, a
razón de uno por día, y cada uno de ellos obtiene al finalizar la
rotación una cantidad que le permite satisfacer primerísimas
necesidades en las tiendas de recaudación de divisas, o ahorrar para
comprar algún electrodoméstico, cuyas ventas habaneras andan por
los cielos. Así de simple.
Tradición, es tradición. Pero no puede perderse de vista qué
hace la simple gente para obtener dólares. Por ello, dejo al lector las
conclusiones.
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