CUBANET .INDEPENDIENTE

10 de junio, 2001


Los muñequitos de la infancia

Ramón Díaz-Marzo

LA HABANA, junio - En algún momento de los últimos cuarenta años yo me habré quejado de la pérdida de aquella zona feliz de mi infancia, en que me aficioné a la letra impresa con la ayuda de las historietas en forma de revistas que llamábamos muñequitos y que proliferaban por toda Cuba en los años de 1950.

Qué misterioso encanto perdido cuando no pude seguir disfrutando de El Halcón, Superman, Pato Donald, Pompeyo, Tarzán, Vidas Ilustres y todas las historietas que me enseñaron a viajar al interior de uno mismo.

Sin embargo, el pasado jueves 31 de mayo, a media mañana, visité la iglesia del Cristo del Buen Viaje y a la entrada del templo había una pequeña mesa sobre la cual, a precios populares, se vendían Biblias, revistas, rosarios, medallitas con imágenes de santos, crucifijos y velas. Y de repente observé un grueso volumen cuya portada decía: La Biblia Ilustrada. Entonces en alguna zona de mi memoria se encendió una pequeñísima luz, la luz del niño remoto, interrumpido.

Este encuentro con Dios, a través de la historieta, lo interpreté como la clara señal de que aquella infancia mía, interrumpida en el año 1959, había recomenzado su camino.

Con el grueso volumen entre mis manos comprendí que finalmente conquistaría una meta difícil: leer de un tirón el Antiguo y el Nuevo testamento. Lo podría leer, no con la intención teológica e intelectual de masticar, palabra a palabra, el sentido oculto o indirecto del libro de los libros, sino con el modesto deseo de abarcar ininterrumpidamente el mensaje total de la Sagrada Historia.

Quizás las personas que están mentalmente aptas para leer sin parar el Ulises de Joyce y el Don Quijote de Cervantes me mirarán por encima del hombro. Pero confieso públicamente que ojalá algún día hagan una versión ilustrada de estas dos glorias de la literatura universal, para que mentes débiles como la mía puedan acceder a estos saberes tan descomunales.

Por lo pronto, después de haber leído La Biblia Ilustrada por Andre Le Blanc y texto de Iva Hoth, por el Editor Bíblico C. Elvan Olmstead, Ph. D., ya puedo decir con orgullo: "he leído el Antiguo y el Nuevo Testamento íntegramente a través de 766 páginas".

Cada página tiene cuatro ilustraciones. Multiplicando 766 páginas por cuatro ilustraciones tendremos 3 mil 64 imágenes. Y si es cierto que "una imagen vale por mil palabras", continuando la operación de multiplicar, tendremos un total de 3 millones 64 mil palabras.

La Biblia de versión popular que poseo tiene aproximadamente un millón 180 mil 224 palabras. De manera que, a través de esta Biblia Ilustrada, he leído un total de palabras equivalente a tres Biblias.

¿No es motivo de regocijo esta manera de regresar a los muñequitos de la infancia?


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