Como pescado
en tarima
Lucas Garve, CPI
LA HABANA, junio - En los antiguos mercados de Cuba se vendía
diariamente pescado fresco y los precios no eran altos. Pargos, chernas, agujas,
rabirrubias honraban las tarimas (mostradores de venta) en una variedad casi sin
límites ofrecida al consumidor. El límite lo ponía sólo
la fuente natural: el mar.
A diferencia, hoy en Cuba se consume poco pescado. Incluso, hay quienes no
lo consumen. Posiblemente han perdido el hábito.
Mas en toda regla hay excepción. Existen personas que, por haber
nacido en pueblos de costa, han mantenido el gusto por el consumo de productos
marinos. Estas se desplazan hasta sus lugares de nacimiento y, gracias a
relaciones familiares o de amistad, consiguen algunas libras de pescado para el
consumo doméstico.
P., natural de un pueblo costero de Pinar del Río, decidió
visitar a su familia en su pueblo natal y se trasladó en auto hasta el
lugar. No dejó pasar la ocasión, y se fue a pescar con un tío
que vive allí, un viejo pescador, propietario de una lancha con motor. Al
regresar a La Habana, la policía e inspectores lo detuvieron en la
autopista, le decomisaron cerca de veinte libras de pescado producto de la pesca
y lo condujeron arrestado hacia la estación de policía. Le
aplicaron, además, una multa de 400 pesos.
El conoce de la ley de pesca promulgada hace pocos años. Ley que prohíbe
la extracción de productos del mar sin autorización. Mas su tío,
el viejo pescador, posee una licencia que lo autoriza.
En el año 2000 la industria pesquera cubana realizó capturas
que alcanzaron las 90 mil toneladas, un 13 por ciento más que en 1999,
según datos del reporte de febrero del 2001 del "Economista".
La mayor parte del volumen de capturas está destinada a la exportación.
Desde 1998 una red de pescaderías oferta con cierta regularidad
productos de calidad a precios que oscilan entre 20 y 45 pesos la libra y también
salchichas, picadillo, medallones, croquetas a precios inferiores en comparación
con los mencionados, pero que no dejan de ser altos en relación con la
capacidad adquisitiva de la mayoría de los consumidores.
Por eso, P. aprovechó la visita a su pueblo natal para transportar
algunas libras de pescado fresco, mas el monopolio del Estado sobre la pesca se
lo impidió.
Tendrá entonces que conformarse P. con hacer la cola (fila) en la
pescadería cercana a su casa y, al leer los precios en la tablilla de la
lista de ofertas, quedarse con los ojos abiertos, como pescado en tarima.
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