Cuba, donde
nunca escampa
Lázaro Raúl González, CPI
PINAR DEL RIO, junio - En todas partes del globo terráqueo se sufren
alternativamente períodos de intensas sequías y lluvias.
Probablemente ahora mismo no haya un pedacito del planeta que disfrute el clima
perfecto, con régimen equilibrado de precipitaciones y temperaturas que
garantice la estabilidad de las producciones agropecuarias.
Por eso lo mismo en el Sur -Argentina o Nueva Zelanda- que en el Norte
-Taiwan o Noruega- hombres y mujeres luchan tenazmente contra los vaivenes de la
naturaleza, para asegurarse a sí mismos y a sus conciudadanos el sustento
diario. Nadie se lo orienta. No hay 24 Ministerios planificando lo que tiene que
hacer la gente desde que nace hasta que muere.
Esos aires liberales que por allá soplan dan buenos resultados según
parece, pues a pesar de ellos también estar sujetos a los efectos de El
Niño, de La Niña y de cualquier otro primo de los desastres
naturales, hasta el momento no se tiene noticia de que haya faltado -o se vendan
a precios demasiado altos, que es lo mismo que si no hubiera- el bacalao en
Noruega, el arroz en Taiwan, la leche en Nueva Zelanda o el tasajo en Argentina.
Sin embargo, en Cuba, donde prevalece un sistema que regula hasta el último
segundo de la existencia de sus ciudadanos, capaz de enfrentarlo y vencerlo
todo, hasta las adversidades del clima, nunca escampa.
Cuando no hay una sequía llueve tanto que hasta el arroz se ahoga. El
problema es que el oficialismo siempre tiene alguna razón ajena a su
ineficiente gestión para justificar la escasez y los altos precios que
predominan en los mercados del país.
Ahora mismo se culpa a las lluvias de mayo por los incumplimientos que hubo
en la producción azucarera. Los agoreros del oficialismo parecen ignorar
que desde que esta isla emergió en el Caribe siempre aquí ha
llovido en mayo. Es por eso que antes de 1960, más o menos, las zafras
azucareras terminaban en abril.
Además, en Cuba, como en el resto del mundo, hay cultivos de agua y
de "secano". Un buen campesino sabe, por ejemplo, que desde octubre
hasta enero debe sembrar bejuco Marruchero o P. Benereo y que a partir de abril
podría sembrar el Censa o el Cocuyo.
Tal y como sucede frecuentemente, un hombre de la ciudad que administre una
entidad agraria sería ajeno a esta relación clima-variedad de
cultivo. De este modo las adversidades climatológicas servirían
para justificar lo que en verdad se debe al voluntarismo político que
rige a la economía y a la falta de idoneidad que tipifica al personal
administrativo cubano.
¿Resultado? Para seguir con lo del bejuco, en Cuba no hay boniato, o lo
que es muy parecido: un quintal cuesta 100 pesos. Hecho insólito en la
historia de este país: un quintal de boniatos equivale aproximadamente a
la mitad del salario promedio mensual.
Y no escampa -sólo de incumplimientos están seguras las
cosechas- siguen lloviendo absurdos.
Esta información ha sido transmitida por teléfono,
ya que el gobierno de Cuba no permite al ciudadano cubano acceso privado a
Internet. CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza
la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como
fuente.
|