Violeticas
en el agua, no, no, no
Manuel Vázquez Portal, Grupo Decoro
LA HABANA, junio - Violetas de Agua es el culebrón cubano que ahora
transmite la televisión por su canal seis. Un guión de la veterana
Maité Vera que de tan idílico parece ajeno. Claro que si no lo
fuera dejaría de ser culebrón, pero, bueno, no hay que exagerar.
Todos los conflictos se resuelven con "una muelita" de los psicólogos
y un "mejunjito" floral. El verdadero drama cubano no aparece por
ninguna parte. Y ése es el otro objetivo de los culebrones: lograr que
los espectadores descansen de la cruda realidad. Mas todos los espectadores no
tienen el espíritu tan romántico ni son tan ciegos.
Si la sociedad cubana fuera la que muestra Violetas de Agua se pudiera decir
que el socialismo florece, que el embargo no causa ningún efecto, que la
propaganda política no sobresatura a la población, que alcanzamos,
por fin, el desarrollo. Ahí todo el mundo tiene casas confortables,
amuebladas con decencia, decoradas artísticamente, avitualladas con
abundancia. La gente no se tortura con la alimentación, con el
transporte, con la escasez de agua, con los apagones, con los magros salarios,
con los precios altísimos. Hasta dólares tienen para beber
cervezas. Y ni que decir de como visten. Valdría la pena vivir en Cuba si
la realidad fuera lo que muestra Violetas de Agua.
Melodrama del arsenal más burdo. Ni ganitas de llorar produce. Las
situaciones son tan ajenas, tan lejanas de la cotidianeidad que el televidente
las descubre falsas aún cuando los actores se esfuerzan por hacerlas
verosímiles. No se puede abordar la realidad actual soslayando sus
matices más prominentes porque aún cuando la trama sea subyugante
el espectador no se olvida de que esa realidad es aquella en la que él se
encuentra inmerso y no se logra pasarle gato por liebre. Y es cuando usted oye
en la calle: "Qué va, ésa no es la Cuba donde yo vivo".
Vale más edulcorar otras épocas.
Remitirse al pasado siempre ha sido más exitoso para los culebrones.
Dicen que no puede taparse el sol con un dedo. La gente aspira a evadirse con
mentirillas artísticas, pero no mentirillas sobre su propio padecimiento.
Los tiempos idos siempre han sido buen refugio para los que no se atreven a
reflejar con autenticidad y entereza la actualidad, más vale entonces que
sigan con historias de siglos anteriores y así sólo los
televidentes tendrían que soportar las tergiversaciones propias de la
doctrina con que se narra.
Exponerse a que un producto de la industria del entretenimiento sea
desguazado por la analogía que inevitablemente se establece cuando se
aborda la realidad de aquellos que la viven en toda su crudeza y la reciben amañada,
dulcificada, idealizada, es un intento vano. Eso ocurre con Violetas de Agua. El
pueblo cubano no se identifica con esos personajes que les presentan como sus
contemporáneos. Carlos nunca compra gasolina para su Lada en bolsa negra,
Violeta no viaja en camello para volver a su casa, Laura no cocina nunca
picadillo de soya, en fin, viven en otra dimensión del socialismo cubano.
Eso no se lo cree nadie, ni envuelto en el celofán del culebrón.
Pero qué puede hacer Maité Vera. Si no es así no le
aprueban el guión, y de algo hay que vivir, ¿no? La televisión
tiene dueño. Y todo dueño tiene sus exigencias. Conviene ahora
huirle al realismo, aunque sea socialista.
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