La oposición democrática al régimen cubano se reúne
en Madrid para aunar esfuerzos
Juan Pablo Zurdo | Madrid.
El País. Lunes, 4 de junio de 2001
La oposición democrática cubana hace cábalas políticas
y médicas en espera de que Fidel Castro sucumba 'en un plazo corto o
medio' a su enfermedad, lo que es equivalente, según los dirigentes del
exilio, a la muerte casi simultánea del régimen. Socialdemócratas,
liberales y democristianos de la disidencia moderada, reunidos recientemente en
Madrid, quieren formar un Comité pro Democratización de Cuba e
integrar a todas las fuerzas opositoras de dentro y fuera de la isla para,
pasado el cortejo fúnebre y el duelo, comenzar una transición política
pacífica 'inteligente, sin revancha ni violencia'. Pretenden sumar al
comité a políticos e intelectuales de todo el mundo.
Carlos Alberto Montaner, presidente de la Unión Liberal Cubana,
afincado en España desde hace más de tres décadas, pintó
un escenario optimista para esa transformación democrática, eso sí,
con el apoyo de los elementos reformistas de un régimen que sin el factor
aglutinador del líder sería, dice, un castillo de naipes.
'No servirá de nada', augura Montaner, 'la estrategia post mortem que
urde Castro para salvar su legado. Según el político y escritor,
tras la kilométrica comitiva fúnebre, las escenas de histeria, los
discursos encendidos y la adhesión inquebrantable de los primeros días,
llegará una 'parálisis internacional' a la expectativa de las
decisiones de la jerarquía superviviente. Podría enclaustrarse aún
más, a la coreana, pero lo más seguro es que se vea forzada a
mover ficha y 'aplicar unos primeros cambios hacia la apertura', incluido 'un
gesto fundamental': una suerte de reconciliación con EE UU. Serían
en un principio 'los menos cambios posibles', pero suficientes para un hecho
clave: el reconocimiento de la oposición y de su derecho a trabajar por
su causa. Ésa sería la puntilla, argumenta el líder
liberal, ya que los miembros reformistas del régimen, como ocurrió
con las dictaduras comunistas del Este europeo, optarían por una
transformación por un puro instinto de supervivencia, cambios que, además,
están en sintonía 'con las esperanzas del pueblo' por lo que cada
vez serían mayores. 'Es la naturaleza humana; pasado un tiempo, nadie
recordará haber sido comunista, como hoy nadie recuerda haber sido
franquista en España', opinó Tomás Muñoz, otro líder
liberal.
Según los opositores democráticos, no sólo están
estrechando la comunicación y el trabajo común con los partidos en
territorio isleño, sino con miembros del aparato estatal, que tienen una
decidida voluntad de cambio y que de momento 'no hacen nada por miedo'.
La plataforma democrática que integra desde hace 11 años a las
tres tendencias políticas citadas asegura que su experiencia está
trazando una línea moderada que incluso lima aristas entre el exilio de
Miami, de lejos el más radical en sus planteamientos. Los exiliados,
todos ellos con décadas de militancia prodemocrática a sus
espaldas, aseguran que no se trata de forzar nada, ni de imponer condición
concreta alguna al pueblo o a los dirigentes comunistas, sino de establecer de
mutuo acuerdo una base de libertad para que los propios cubanos, voto en mano,
elijan entre las distintas posibilidades de convivencia política.
Los opositores extienden ese cariz centrista al propio carácter del
isleño caribe. Es un pueblo cordial incapacitado para el odio, dice José
Ignacio Rasco, del Partido Democratacristiano, por lo que 'la recuperación
de las relaciones con EE UU y la reconciliación de los cubanos de a pie
sería más fluida' de lo que el encono político y las
opciones extremas traslucen. Por ejemplo, expuesto el asunto de la recuperación
de las propiedades incautadas por la revolución, a buena parte del público
asistente no le cabía duda: no habrá posturas irreconciliables.
'Ya nadie se plantea entrar a la brava para reclamar nada', dicen. Según
un veterano opositor, todos los años visitan la isla entre 200.000 y
300.000 cubanos que residen fuera; 'van a visitar las casas que fueron de su
familia, casi todas ellas destartaladas por medio siglo sin reformas, y se hacen
fotos con los que después las habitaron, pobres casi todos'.
Entre los propósitos y la oratoria, una referencia permanente: la
salud de Fidel, El Caballo, como se le conoce desde los tiempos del
levantamiento castrista. La colección de enfermedades que se le atribuyen
(unas seguras, otras no tanto) es amplia, desde el Parkinson a los derrames
cerebrales y el cáncer, que supuestamente le obligan a seguir una terapia
de oxigenación permanente, incluso con cámara hiperbárica,
como la de los buceadores. Según Rafael Sánchez, médico
democristiano que se dice amigo antiguo de uno de los siete doctores de Castro,
los médicos especialistas hacen su trabajo por separado y no cotejan los
resultados entre ellos para no conocer el estado real de la salud del
comandante; es decir, cuánto le queda de vida.
Moderados y no tanto
La oposición democrática goza de un inmejorable tejido
conjuntivo: el enemigo común. La longevidad de Fidel Castro y su empeño
en mantener la revolución sin asomo de cambio ideológico
desesperan y unen a los exiliados. Están juntos y pretenden acumular
fuerzas, especialmente con la isla, donde los embriones de partidos son clave
para labrar el terreno de la transición. No obstante, los distintios
partidos de la Platafoma Democrática reconocen entre líneas las
diferencias internas, aunque todos dicen tener un talante centrita. Algunos
arranques la cotradecían: 'Si entramos a la isla concediendo demasiada
libertad, nos vamos todos al carajo', decía Tomás Muñoz,
liberal, ante esta pregunta de un asistente: ¿cómo compensar a los
trabajadores cubanos hoy explotados por empresas foráneas inversoras en
la isla?
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