Sin
identidad el comercio cubano
Tania Díaz Castro
LA HABANA, junio - Si del siglo I al siglo VI el comercio fue capaz de
enriquecer a Cartago, ciudad africana fundada por los fenicios antes de nuestra
era bajo el mando de la princesa Dido, la desaparición del comercio en
Cuba empobreció aún más a sus pueblos y ciudades gracias a
las leyes de socialización implantadas por el régimen de Fidel
Castro.
Antes del triunfo revolucionario, por ejemplo, la capital habanera contaba
con miles de establecimientos comerciales, grandes y pequeños, que
brindaban sus productos de consumo en moneda nacional a todos los habitantes.
Hoy, cuando hay más de dos millones 200 mil pobladores, La Habana sólo
posee cientos de esas mismas instalaciones cuya mayoría vende en dólares,
moneda que los trabajadores y jubilados no reciben en salarios o chequeras
respectivamente.
Sobre ruinas de un comercio que brilló con luz propia, se habla de
recuperar el perfeccionamiento empresarial del pasado capitalista. Sin dudas,
aquel comercio, prácticamente desaparecido, representaba el mayor
atractivo y colorido de pueblos y capitales de provincias, y perdió su
identidad desde el momento en que fueron suprimidos sus letreros lumínicos
donde se destacaba el nombre de cada tienda, las vidrieras con sus atractivos
maniquíes bellamente vestidos y, sobre todo, sus productos modernos y de
buena calidad.
De la misma forma que los prisioneros son llamados por sus respectivos números
en las prisiones, las tiendas que pudieron sobrevivir a la catástrofe
revolucionaria tenían un número que las identificaba en los
documentos de las empresas creadas por el Estado cubano.
Es por eso que algo singular vemos en las últimas páginas del
nuevo Directorio Telefónico confeccionado por la Empresa de
Telecomunicaciones de Cuba S.A. (conocida por las siglas ETECSA). En dichas páginas
la relación de establecimientos comerciales no aparece por orden alfabético
de acuerdo a los antiguos nombres, sino a través de una extraña
lista que clasifica a las unidades como mayoristas, mixtas, complejos, ateliers,
centros comerciales y donde se intercalan direcciones y teléfonos de
bufetes colectivos que prestan servicio de abogados a la población,
servicentros para la venta de gasolina, hospitales, talleres de confecciones y
muchos otros.
Algo que empeora el surgimiento de la vida comercial en La Habana y el resto
del país es la creación de numerosos timbiriches estatales cuya
venta también se realiza en divisas y están situados en parques y
plazas, lo que afea estos lugares y perturba la tranquilidad que se busca en
ellos, además de dañar sus áreas verdes.
La tienda "Fin de Siglo", que abarca casi una manzana, permanece
cerrada desde hace varios años por falta de mantenimiento. Actualmente en
los portales se colocan sus viejos mostradores para vender todo tipo de
productos, también en dólares, lo que entorpece el paso de los
transeúntes.
Se trata de un proyecto de mal gusto, pero al que se ha tenido que recurrir,
ya que la mayoría de los antiguos inmuebles comerciales fueron
convertidos en "viviendas" al triunfo revolucionario, sin que ningún
funcionario estatal imaginara que algún día podían ser
necesitados de nuevo para el comercio. Dichos locales aún carecen de las
más elementales condiciones para vivir, pues no se han podido abrir
ventanas laterales ni patios traseros para que circule el aire en beneficio de
sus moradores. Estas "viviendas socialistas", que sólo cuentan
con una puerta situada a dos metros de la calle por donde pasan ómnibus y
camiones, son habitadas en muchos casos por niños y ancianos asmáticos
que esperan hace muchos años ser trasladados de casa.
La situación del comercio en Cuba es compleja y representa un
verdadero callejón sin salida. Por eso el régimen insiste en
devolverle la vida a un comercio que destruyó irremediablemente hace
cuarenta años.
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