¿No es
como para no reírse?
Pedro Crespo, Grupo Decoro
LA HABANA, mayo - Una canción infantil se refiere a un país
donde vivía una princesa fea, una bruja buena, una caperucita mala y un
lobo manso... Risa nos da al escucharla, pues se trata de una sátira a
cuentos y personajes infantiles que todos recordamos con agrado.
Más de uno se preguntará por qué vienen a mi mente
estos recuerdos, y hasta habrá algún freudiano que afirme que el
autor de esta crónica padeció traumas en la niñez, pero no,
amigo lector, el asunto es que estoy observando situaciones y actitudes a nivel
social en Ciudad de La Habana que nada tienen de jocosas. Al escribir sobre
ellas no me anima ninguna intención tremendista o apocalíptica.
Si se viaja en el infernal camello o metrobus y protesta porque le han
pisado el pie de manera dinosaúrica e injustificada, el agresor le
riposta verbalmente en el mejor de los casos, lo humilla y hasta le dice que "no
monte camello si no quiere que lo maltraten", entre otras expresiones.
Si se llega cansado del trabajo y con la preocupación de qué
se va a cocinar para la cena, se encuentra con que el hijo de la vecina se le "coló"
en la casa por la ventana y lo está mudando, usted reacciona, pide que
alguien con teléfono llame a la policía y se escucha una voz que
lo tilda de "chivato" (delator), de mal vecino y que además lo
culpa de lo sucedido por no ponerle rejas a la casa.
Qué me dice usted de esa jovencita que vende o alquila su cuerpo de
quince años a los extranjeros que vienen a disfrutar de nuestras playas,
de nuestros restaurantes, de nuestros hoteles, y que nosotros, los dueños,
no podemos disfrutar. Al verla pasar muchos comentan: "A ésa sí
le va bien. No le falta nada. ¡Mira, hija aprende de ella que sabe luchar
en la vida!"
Qué me dice de la niñita de 3 años que cuando le
preguntan su aspiración en el futuro responde: "jinetera", y
muchos aplauden.
Y que me cuentan de la pandilla de barrio cuyos integrantes se pasan semana
tras semana sentados en la esquina, sin trabajar, y tienen cadenas de oro en sus
cuellos y hasta automóviles, mientras que el vecino de arriba de mi casa
se mata trabajando en un taller de tornería y lo veo irse a su centro
laboral en una bicicleta china destartalada.
De las causas todos podemos decir algo. Los religiosos, que es la ausencia
de Dios; los marxistas, que es el derrumbe del Muro de Berlín; los
economistas, que es un problema de bajos salarios; los políticos, que es
producto del bloqueo norteamericano o del centralismo político y la falta
de alternativas. No quiero emitir juicios. Sólo sé que si no
paramos esto, dentro de poco o mucho tiempo, habrá que hacer una parodia
de la canción que diga así:
"He aquí un reino donde la prostituta es sabia, las esposas, estúpidas;
los ladrones, héroes; los trabajadores, tontos; los que reclaman sus
derechos, ilusos, y los que se conforman con todo lo anterior, inteligentes".
¿No es como para no reírse?
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