Atrofia
moral socialista: parasitismo laboral
Reinaldo Cosano Alén
LA HABANA, julio - En algunos lugares de la capital han aparecido anuncios
en que se solicitan trabajadores. Aunque nadie debe pensar que tales proclamas
están por todas partes, resulta una curiosa circunstancia que existan
miles de desocupados y tales plazas, principalmente en construcciones para el
turismo foráneo, no sean ocupadas.
Hay razones profundas.
Desde décadas atrás el propio gobierno comenzó el
relajo laboral haciendo énfasis, sobre todo con intención
propagandística, al sobredimensionar sectores no productivos como la
educación y la salud, sin tener el país un fuerte soporte económico,
pero también con la creación del ejército proporcionalmente
más grande de toda Latinoamérica y de incontables otros países
del mundo. Todo en detrimento de una sólida base económica.
Como estrella fugaz perdida en el firmamento de los primeros años de
euforia revolucionaria pasó aquella consigna de "industrializar al
país y consumir productos cubanos", que tanto propugnó como
ministro "Che" Guevara, quizás más realista que todos
los otros. Pero no sólo esto. Las sólidas y competitivas
industrias del país de la época prerrevolucionaria fueron
destruidas en su mayoría o convertidas en ineficientes por completo.
Comenzó la era de las plantillas laborales infladas. El excesivo
personal improductivo ha llegado en ciertos momentos a amenazar incluso con la
paralización de la maquinaria estatal. Entonces, como fórmula "salvadora",
han ideado la reubicación laboral, desinflando unas nóminas para
inflar otras. Cíclico.
El derrumbe del campo socialista, y muy en particular la ex-URSS, cuya
subvención financiera y manufacturas sostenían la economía
nacional, vino a agravar el engendro socialista cubano.
Parcial o totalmente, viejas y nuevas fábricas fueron cerradas. Las
industrias agropecuarias colapsaron. Los tractores fueron sustituidos por
bueyes. Más hambre. Menos esperanzas. Mayor emigración. Aumentó
el ejército de desempleados parasitando con los subsidios estatales,
gravitando sobre los pocos que sí producían algo. La inflación
se disparó tanto que tocaba las nubes.
Cuando el agua le llegó al cuello y estuvo a punto de la asfixia, el
régimen halló su tabla salvadora: optó por formas
capitalistas estatales, despenalizó el dólar, por cuya tenencia
tantos fueron encarcelados, entreabrió las puertas del país a los
inversionistas extranjeros y en lo interno se proyectó sobre todo en la
esfera del turismo de recepción de extranjeros, completado con el mejor
de los negocios: millonada de dólares por concepto de remesas de ayuda
familiar. Medidas todas que siempre repugnó a la dictadura a sabiendas
que conspiraban contra la ortodoxia política y económica,
totalitarias, contra el férreo control ciudadano, pero que tuvo que
aceptar antes que perder el poder.
Sin presunción de economista, que nunca lo he sido, basta percatarse
que por cuatro décadas la mayoría de las inversiones se hacen en
ramas improductivas y de servicios -rigurosamente visto- que, si bien necesarios
en cualquier país, en el caso nuestro dependen en la mayor parte de la
importación de productos manufacturados. Todo, a la postre, incide de
muchas maneras en condicionar a una buena porción de la población,
en especial a jóvenes, a categoría de parásitos sociales.
En realidad no hay trabajo. Mucho más grave es la situación fuera
de la capital. Tan grave que el gobierno quiere priorizar los pueblos de campo.
Pero, cómo, con qué, hasta dónde.
Esa juventud que arriba a la edad laboral -17 años- y los que
arribaron antes, no quieren aceptar las pocas plazas que les ofrece el Estado,
mal remuneradas, que ni les alcanza para comer, y sólo aspiran a trabajar
en la gastronomía o en el turismo, no porque vayan a ganar mejor salario,
que tampoco es bueno, sino porque es donde mejor pueden hurtar u obtener alguna
propina, suplemento del escaso jornal.
Esta fue la razón del enorme éxodo del magisterio años
atrás, que hizo caer en crisis la vitrina de la educación. Enorme "hueco
negro" que el gobierno trata de llenar con cierto plan emergente de formación
apresurada de maestros de primaria y de secundaria, que junto a los nuevos
trabajadores sociales -con rango de carrera universitaria pero que ha
involucrado a los demás estudiantes y profesores de la enseñanza
superior como apagafuegos de conflictos sociales- está siendo presentada
a la descreída juventud como prometedoras opciones laborales. Antes fue
el ingreso a la policía nacional.
Se aprecia fácilmente que el círculo vicioso del parasitismo
laboral y social se ensancha.
Esta información ha sido transmitida por teléfono,
ya que el gobierno de Cuba no permite al ciudadano cubano acceso privado a
Internet. CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza
la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como
fuente.
|