CUBANET .INDEPENDIENTE

31 de julio, 2001


Atrofia moral socialista: parasitismo laboral

Reinaldo Cosano Alén

LA HABANA, julio - En algunos lugares de la capital han aparecido anuncios en que se solicitan trabajadores. Aunque nadie debe pensar que tales proclamas están por todas partes, resulta una curiosa circunstancia que existan miles de desocupados y tales plazas, principalmente en construcciones para el turismo foráneo, no sean ocupadas.

Hay razones profundas.

Desde décadas atrás el propio gobierno comenzó el relajo laboral haciendo énfasis, sobre todo con intención propagandística, al sobredimensionar sectores no productivos como la educación y la salud, sin tener el país un fuerte soporte económico, pero también con la creación del ejército proporcionalmente más grande de toda Latinoamérica y de incontables otros países del mundo. Todo en detrimento de una sólida base económica.

Como estrella fugaz perdida en el firmamento de los primeros años de euforia revolucionaria pasó aquella consigna de "industrializar al país y consumir productos cubanos", que tanto propugnó como ministro "Che" Guevara, quizás más realista que todos los otros. Pero no sólo esto. Las sólidas y competitivas industrias del país de la época prerrevolucionaria fueron destruidas en su mayoría o convertidas en ineficientes por completo.

Comenzó la era de las plantillas laborales infladas. El excesivo personal improductivo ha llegado en ciertos momentos a amenazar incluso con la paralización de la maquinaria estatal. Entonces, como fórmula "salvadora", han ideado la reubicación laboral, desinflando unas nóminas para inflar otras. Cíclico.

El derrumbe del campo socialista, y muy en particular la ex-URSS, cuya subvención financiera y manufacturas sostenían la economía nacional, vino a agravar el engendro socialista cubano.

Parcial o totalmente, viejas y nuevas fábricas fueron cerradas. Las industrias agropecuarias colapsaron. Los tractores fueron sustituidos por bueyes. Más hambre. Menos esperanzas. Mayor emigración. Aumentó el ejército de desempleados parasitando con los subsidios estatales, gravitando sobre los pocos que sí producían algo. La inflación se disparó tanto que tocaba las nubes.

Cuando el agua le llegó al cuello y estuvo a punto de la asfixia, el régimen halló su tabla salvadora: optó por formas capitalistas estatales, despenalizó el dólar, por cuya tenencia tantos fueron encarcelados, entreabrió las puertas del país a los inversionistas extranjeros y en lo interno se proyectó sobre todo en la esfera del turismo de recepción de extranjeros, completado con el mejor de los negocios: millonada de dólares por concepto de remesas de ayuda familiar. Medidas todas que siempre repugnó a la dictadura a sabiendas que conspiraban contra la ortodoxia política y económica, totalitarias, contra el férreo control ciudadano, pero que tuvo que aceptar antes que perder el poder.

Sin presunción de economista, que nunca lo he sido, basta percatarse que por cuatro décadas la mayoría de las inversiones se hacen en ramas improductivas y de servicios -rigurosamente visto- que, si bien necesarios en cualquier país, en el caso nuestro dependen en la mayor parte de la importación de productos manufacturados. Todo, a la postre, incide de muchas maneras en condicionar a una buena porción de la población, en especial a jóvenes, a categoría de parásitos sociales. En realidad no hay trabajo. Mucho más grave es la situación fuera de la capital. Tan grave que el gobierno quiere priorizar los pueblos de campo. Pero, cómo, con qué, hasta dónde.

Esa juventud que arriba a la edad laboral -17 años- y los que arribaron antes, no quieren aceptar las pocas plazas que les ofrece el Estado, mal remuneradas, que ni les alcanza para comer, y sólo aspiran a trabajar en la gastronomía o en el turismo, no porque vayan a ganar mejor salario, que tampoco es bueno, sino porque es donde mejor pueden hurtar u obtener alguna propina, suplemento del escaso jornal.

Esta fue la razón del enorme éxodo del magisterio años atrás, que hizo caer en crisis la vitrina de la educación. Enorme "hueco negro" que el gobierno trata de llenar con cierto plan emergente de formación apresurada de maestros de primaria y de secundaria, que junto a los nuevos trabajadores sociales -con rango de carrera universitaria pero que ha involucrado a los demás estudiantes y profesores de la enseñanza superior como apagafuegos de conflictos sociales- está siendo presentada a la descreída juventud como prometedoras opciones laborales. Antes fue el ingreso a la policía nacional.

Se aprecia fácilmente que el círculo vicioso del parasitismo laboral y social se ensancha.


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