Respetar la
historia
Tania Díaz Castro, UPECI
LA HABANA, julio - En La Habana y con gran pompa se inauguró
recientemente, como si fuera la primera vez, el Palacio Nacional de Bellas
Artes, acto al que asistió el máximo mandatario de la isla Fidel
Castro y algunas figuras del mundo cultural. Sin embargo, como si fuera hoy,
recuerdo que en el año 1954, quinceañera yo, asistí en
compañía de mi padre a la ceremonia inaugural del mismo Palacio de
Bellas Artes, bello y moderno edificio construido en dos años y que ocupa
toda la manzana de las calles Zulueta y Monserrate.
Cada semana visitábamos el palacio, uno de los lugares más
acogedores de la capital. En él se celebraban con mucha frecuencia
actividades artísticas, especialmente de música culta, que
brindaban de forma gratuita igual que la entrada al recinto.
Ahora, la prensa del gobierno de Castro nos dice que el Palacio de Bellas
Artes cobrará su entrada, que ese tesoro nacional ha sido rescatado. Pero
falta aclarar de qué o de quién.
¿Acaso no tuvo valor la prensa oficialista para especificar que ha sido
rescatado del abandono, del olvido, del desinterés del régimen
actual, como ocurre con el edificio Focsa del Vedado, actualmente guarida de
auras tiñosas y de muchos otros?
Durante largos años el público cubano se vio impedido de
contemplar las obras de arte del palacio, incluidas las valiosas colecciones de
la antigüedad.
Este palacio que, entre muchas, representa una de las obras arquitectónicas
más bellas construidas bajo el régimen de Fulgencio Batista,
estuvo abandonado durante los últimos treinta años y afrontó
una azarosa existencia revolucionaria. Numerosas obras de arte tuvieron que ser
reparadas, luego de permanecer años en almacenes húmedos.
Comenzaron a agrietarse los techos y paredes, a cerrarse salas de exposición,
baños, oficinas, hasta que fue clausurado el palacio a fines de 1995. Al
cabo de algunos años se analizó su remozamiento y restauración,
y fue en 1999 que técnicos e inversionistas emprendieron las tareas de
salvación.
Sin embargo, en menos de la mitad del tiempo utilizado para estas
reparaciones, fue construido este palacio entre 1952 y 1954. En este caso
estamos ante un fenómeno muy peculiar, característico del gobierno
de Castro. Por ejemplo, la reparación del teatro Amadeo Roldán del
Vedado se acometió durante poco más de veinte años, igual
que la construcción del edificio Hermanos Ameijeiras, situado en las
calles Belascoaín y San Lázaro, en el municipio Centro Habana.
La historia es digna de respeto y de buena memoria. Por eso hoy he querido
recordar aquella fecha en que el Palacio Nacional de Bellas Artes abrió
por primera vez sus puertas, no para explotadores y clases privilegiadas, sino
para beneficio gratuito de todo un pueblo. Lo recuerdo bien.
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