Cuba en las
estadísticas de Naciones Unidas
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, julio - Aunque la Constitución de la República de
Cuba establece como uno de sus principios fundamentales el de rendición
de cuentas de los elegidos a sus electores, lo que implica que dispongan éstos
de capacidad real de informarse sobre las acciones de "los elegidos",
así como los resultados de su gestión, bien sabido es el carácter
eufemístico con que el mundo real isleño aprecia al mencionado
principio.
Hoy por hoy, el cubano de a pie pudiera ser uno de los ciudadanos del
planeta menos informado acerca de su circunstancia, tanto a causa de la censura
establecida por el gobierno de Fidel Castro como por su pobre acceso a las
corrientes de información, entendidas éstas en los términos
de Naciones Unidas.
Lo peor, lo verdaderamente vergonzoso del asunto es que Cuba dispone de una
respetable capacidad de captación de estadísticas sobre todo lo
humano -y hasta lo divino- que acontece en la isla. Su oficina nacional para
este aspecto de la vida se distingue por una estabilidad y experiencia en sus
especialistas calificable de meritoria, al compararla con otros organismos de la
administración estatal de Cuba. Su director, Fidel Vascos González,
lleva más de un cuarto de siglo al frente de la misma.
No sólo el cubano de a pie es víctima de la censura estadística
del gobierno de Fidel Castro, también lo es el sistema de Naciones
Unidas, profundamente comprometido con la defensa de los derechos humanos en su
universalidad e integralidad. Por ello, y no obstante contar la isla con la
citada capacidad de informarse, e informar, Cuba aparece como uno de los países
del mundo que menos información aporta al sistema mencionado.
Basta citar este ejemplo: si se consulta el Informe de Desarrollo Humano del
Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) correspondiente al año
2000, podrá constatarse que de los 285 índices estadísticos
procedentes para Cuba, ésta sólo informa en el caso de 128, para
una cobertura de apenas 45 por ciento. Acostumbra a decirse en español de
Cuba que se "fue de lo sublime a lo ridículo", para ilustrar
una situación en la que se va de lo mejor a lo peor. Pues bien, la "sublime"
censura isleña lo es cuando ella calla sobre los índices de
delincuencia, tanto como cae en el "ridículo" de silenciar el
consumo de cigarrillos por adultos, en país donde es harto sabido que el
hábito de fumar es mayoritario. Oscar Espinosa Chepe, economista
independiente que reside en la isla, ha calificado esta situación con el
nombre de "apagón estadístico", un poco para ironizar
acerca del impacto sociológico que en la población produce,
similar de cierta manera al muy real y concreto "apagón" del
servicio eléctrico, aún sufrido por los cubanos.
Ese "apagón estadístico" del que es víctima
nada menos que el principal informe de Naciones Unidas sobre el tema de los
derechos humanos -signado por una despolitización elogiable- conduce a
la barbaridad de que los especialistas del PNUD no puedan calcular, en el caso
cubano, indicadores fundamentales como los índices de Desarrollo de Género
y de Potenciación de Género, los cuales miden el progreso de la
igualdad entre el hombre y la mujer. Y llega tan lejos "el apagón"
que se hace altamente cuestionable el lugar 56 ocupado por Cuba en el integral
Indice de Desarrollo Humano, por cuanto para el mismo, ante el no contar para su
cálculo con el producto interno bruto per cápita de Cuba,
expresado en dólares, tuvieron los especialistas que echar mano al
promedio del Caribe, mucho más elevado que el de la isla, lo cual por lo
tanto beneficia a la calificación recibida por Cuba, de manera totalmente
inmerecida.
Tales interioridades avisan de la necesidad de una exigencia estadística
hacia el gobierno de Fidel Castro. Más, cuando se sabe que en la isla se
lleva la cuenta de todo. Incluso de lo divino.
Esta información ha sido transmitida por teléfono,
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