Un Khomeini
en Cuba
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, julio - Hora es de preguntarse qué tipo de asado se cuece
entre Cuba e Irán tras la visita a ese país de Fidel Castro y la
actual presencia en la isla del nieto del bien conocido Ayatollah Khomeini,
destacada por el periódico oficioso Granma como hija de "los
excelentes lazos de amistad, respeto y cooperación existentes entre los
pueblos y gobiernos" de ambas naciones.
Charles de Gaulle acostumbraba a decir que los países no tienen
amigos sino intereses, por lo que vale interrogar qué más de común
tienen Cuba e Irán, además del contrapunto de sus gobiernos con
medio planeta en materia de derechos humanos, y compras más, compras
menos, de petróleo. Ambos estados son mundos aparte en lo referido a
igualdad de sexos, sin perjuicio de que ni uno ni otro constituyen ejemplos de
promoción de dicha igualdad, si se les compara con buena parte de sus
similares en el planeta.
Pudiera pensarse que un camino de colaboración pretende abrirse en
las esferas de educación y salud, pero estadísticas de las
Naciones Unidas indican que las voluntades políticas de Cuba e Irán
marchan por senderos opuestos en la promoción de tales derechos. Si el
gasto público de la primera por esos conceptos, como por ciento del
producto bruto interno, tiende a ascender, el de Irán va cuesta abajo. Si
Cuba rebajó su gasto militar al 37 por ciento del de 1985, Irán lo
elevó al 177 por ciento respecto de ese año... y no está en
guerra.
Punto digno de análisis es el de las políticas ambientales. Si
Cuba ha comenzado un proceso de "tendencia a lo verde", la antigua
Persia emite dióxido de carbono a más y mejor, aunque no clasifica
como de los peores entre los países de desarrollo humano medio. Y como
parte de la ecología se relaciona con las capacidades nacionales en
materia de seguridad alimentaria y de nutrición, vale anotar que Irán
supera a Cuba de manera espectacular, al lograr una mejora sustancial entre 1970
y 1997, mientras que la isla cayó en el abismo. De acuerdo con las estadísticas,
el Indice de Producción de Alimentos de Cuba se redujo al 61 por ciento
del de 1991, en tanto que Irán lo elevó al 160 por ciento de lo
alcanzado en ese año referencial. Por cierto, el 47 por ciento de las
embarazadas cubanas de 1991 padecía de anemia, contra sólo el 17
por ciento de las iraníes. De eso no fue culpable el llamado período
especial.
Irán, no obstante su carácter de estado teocrático, es
pluripartidista, Cuba, lo contrario. El primero parece menos cerrado que la
segunda al acceso ciudadano a las corrientes de información, al disponer
de más del triplo de líneas telefónicas por cada mil
habitantes de ésta, y contra Irán con muchísimas más
computadoras personales que Cuba, aderezadas con una curiosidad: los iraníes
practican varias veces más turismo que los cubanos, lo que parece tener
origen en algo donde la isla tiene ventaja, pues la distribución de la
riqueza en la otrora "Perla de Las Antillas" es infinitamente menos
injusta que en Irán, restricciones legales aparte. ¿Habrá en
Irán un similar de la criolla "tarjeta blanca"?
Sin dudas, ambos países podrían aprender uno del otro, aún
cuando mantengan sus conocidas intolerancias "confesionales". Irán
podría seguir la voluntad política cubana, en lo referido a
educación y salud, y convendría a Cuba estudiar con atención
a la agricultura iraní, sospecha este periodista que mucho más
cercana al mercado que la isleña, para sólo pensar en un par de
ejemplos. ¿Estarán ambos gobiernos en capacidad de ocuparse de
asuntos beneficiosos para sus pueblos, en vez de "filosofar" sobre
cierto discurso antinorteamericano, ya demasiado bien conocido?
Entretanto, mujeres de Cuba, y de Irán, discriminadas.
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