Las grietas
del sistema
Ramón Díaz-Marzo
LA HABANA, julio - Recientemente tuve necesidad de ir al palacio de
computación en Ciudad de La Habana en busca de información. Daba
por seguro que encontraría un amplio surtido de disquetes de computadora
de 3.5 conteniendo diccionarios etimológicos y de sinónimos del
idioma español. También di por seguro encontrar disquetes 3.5 con
textos de diversos temas que pudieran interesarme. Les aseguro que no fui al
palacio de la computación en función de periodista independiente.
Al contrario, en mi fuero interno pensaba que si algún servicio en Cuba
funcionaba bien era el de la informática del Kremlin nacional. Este
convencimiento nacía del hecho de que por estos días el gobierno
cubano ha reconocido lo importante que es la informática para el
desarrollo del país, además del hecho de miles de computadoras
distribuidas en escuelas primarias y clubes juveniles en casi todo el territorio
nacional. Mas parece que los periodistas independientes, dondequiera que nos
hallemos, estamos condenados a encontrar las grietas del sistema.
Cuando llegué al palacio de la computación expuse el propósito
de mi visita a la persona ubicada tras un pequeño buró cerca de la
puerta. Una muchacha con carita de no saber mucho de nada. Ella descolgó
el teléfono y dijo: "Aquí estuvo un compañero que quería..."
"¡Estuvo no, está!" -señalé con
amabilidad.
Entonces la joven apuntó su carita inocente hacia mí, y me señaló:
"La compañera que atiende la biblioteca se encuentra en horario de
almuerzo".
"¿Podría yo adelantar la gestión -pregunté- e
ir a esperar en la biblioteca?"
La muchacha me miró con cara de no saber qué contestar, pero
reaccionó: "Sí, suba".
"¿Dónde es?" -inquirí.
"Suba la escalera. En el primer piso, la primera puerta a la izquierda"
-indicó.
"¡Gracias!" -me despedí de ella.
No los demoraré con detalles inútiles. Iré al grano. La
actual biblioteca del palacio de la computación, situado en la intercepción
de las calles Reina y Amistad, en el municipio Centro Habana, no tiene banco de
información que ofrecerle al público. En los estantes vacíos
se pueden ver tres o cuatro libros en inglés. Nada más.
Después, conversé con varios trabajadores del lugar. Es decir,
yo insistía en conseguir los disquetes de marras. Les expliqué cuál
era mi necesidad, pero ellos me confesaron que la biblioteca estaba "pelada".
"Apenas hemos recibido donaciones en los últimos años.
Aquí la única información que disponemos se encuentra
archivada en discos de 5 3/4, que ya no se usan. Esa información tendríamos
que transferirla a disquetes de 3.5, pero la única computadora que
tenemos con torre de 5 3/4 está rota" -explicó uno de los
empleados.
Antes de marcharme, observé a niños, adolescentes, jóvenes
y adultos distribuidos por el salón de la planta baja, frente a las
computadoras. También supe que en ese momento varios profesores se
encontraban en las aulas. No obstante, se percibía en el ambiente
indiferencia, quizás resentimiento. Era como si los trabajadores del
palacio no aceptaran que el proyecto de convertir aquel sitio en centro de la
informática nacional quedó abandonado desde los 90 del siglo
pasado.
Ese día no hice el papel del malo de la película. Les expliqué
que la causa del abandono y ruina del proyecto podría ser por el
aislamiento de Cuba luego del final del totalitarismo socialista en el mundo.
Al salir del palacio, y como última esperanza, me encaminé
hacia el club de computación del municipio Habana Vieja. Buscaba lo
mismo: disquetes 3.5 con diccionarios en español. Allí me dijeron
que no disponían de tales disquetes ni de programas de procesar textos en
ningún idioma. Incluso, obtuve la noticia de que las máquinas de
ese lugar colapsaron colectivamente a causa del virus traído por algún
usuario en sus discos.
Al momento de terminar esta crónica escuché por la emisora
nacional Radio Reloj la noticia de que en unos meses inaugurarán un
centro de computación altamente sofisticado en la privilegiada zona de
Cubanacán, donde se impartirán cursos a jóvenes especiales.
La información, divulgada a bombo y platillo, me preocupa. ¿A esta
nueva obra revolucionaria le ocurrirá igual que a los palacios de
computación de Centro Habana y la Habana Vieja?
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