Socialismo
en Cuba: teoría y práctica
Orlando Prado, Cuba-Verdad
LA HABANA, julio - Uno de los más graves problemas heredados, o mejor
dicho transplantados de Europa del este al proyecto socialista cubano fue y es
el divorcio sistemático entre la teoría y la práctica.
Este fenómeno ha establecido una relación anómala donde
la práctica perdió su función reguladora y de comprobación
de la teoría, para convertirse en una meretriz incondicional de la misma.
Esta situación, que dicho sea de paso va a contrapelo con los más
puros postulados de la dialéctica marxista, se ha tornado en epidemia de
la sociedad cubana y abarca desde los estudios sociológicos hasta la
economía.
En Cuba, donde el discurso ideológico gubernamental abarca todos los
aspectos de la vida, amén de contar con los mecanismos represivos
adecuados para evitar peligrosas "desviaciones", la falta de criterio
práctico de los postulados teórico-ideológicos cobran
características catastróficas y dogmáticas donde, a falta
de un intercambio libre y plural, la balanza está tan cargada del lado
del oficialismo que en rigor no se aprende nada nuevo sino que sólo se
comprueban "regularidades" donde se espera que la realidad se comporte
según los esquemas y cánones de los libros de la ideología
oficial.
Si esto no sucede así, entonces se inventa lo contrario. ¿Quién
se atrevería a afirmar que la práctica ha demostrado la
inviabilidad de un "sagrado" postulado ideológico?
Esta situación, que ha llevado a la confusión entre el
pensamiento de izquierda y el dogmatismo, ha maniatado y amordazado a la
intelectualidad cubana durante años y privado a la isla del necesario
pensamiento libre y renovador que demandan los tiempos.
Así, vemos que las expresiones más conservadoras, inflexibles,
cerradas o estúpidas por su simplicidad, son consideradas de las más
pura estirpe de izquierda y su portador un revolucionario cabal. Y, al
contrario, todo aquél que enarbole las banderas del cambio social, el
desafío de las verdades aceptadas, la confrontación con el
conservadurismo, la ruptura de esquemas tradicionales, la propuesta intelectual
renovadora y la defensa de los ideales de participación y liberación,
de progreso y democracia, es calificado como "desviado ideológico"
o, sencillamente, como un renegado "contrarrevolucionario".
Si esto es analizado correctamente, es la contradicción de los términos.
Eso en teoría, porque en la práctica el supuesto renegado caería
de lleno dentro del engranaje represivo oficial con todas sus consecuencias
ulteriores.
Así vemos que junto a los tibios cambios ocurridos en Cuba,
pregonados a bombo y platillo por el gobierno, que resolverían los
problemas socioeconómicos de la isla en teoría, en la práctica
observamos que en las reformas constitucionales de 1992 se eliminó la
referencia a la dictadura del proletariado, pero se enuncia el papel del Partido
Comunista no como vanguardia de la clase obrera sino de la nación, lo que
perpetúa su poder.
Frases como "la universidad es sólo para los revolucionarios",
aplicadas en la práctica, mantienen amordazada a la intelectualidad
cubana. Por otra parte, aunque era de esperar, un cambio trascendental en
materia de reformas constitucionales como es el Proyecto Varela sólo se
ha ganado el más absoluto silencio por parte de los círculos de
poder.
Los índices de crecimiento económico siguen en ascenso, según
datos del gobierno, pero el obrero cubano percibe salarios de miseria en pesos
desvalorizados, mientras tiene que hacer juegos malabares para dar de comer a la
familia.
A pesar del reordenamiento y "perfeccionamiento empresarial", las
pérdidas son millonarias a causa de la corrupción y del descontrol
centralizado de las empresas. El número de personas que quieren emigrar
del país aumenta en progresión geométrica, y la "democratización"
del país puede verse claramente a través de las paramilitares
brigadas de respuesta rápida y del fortalecimiento de la policía
política para reprimir el descontento popular.
Con los antecedentes expuestos vale preguntar: ¿Las miles de personas
que desfilan en las "marchas combatientes" por el Malecón
habanero apoyan al gobierno comunista?
Pues sí, teóricamente, pero ¿qué sucedería
si apareciera un puente entre La Habana y Cayo Hueso en la práctica?
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