CUBANET .INDEPENDIENTE

25 de julio, 2001


Socialismo en Cuba: teoría y práctica

Orlando Prado, Cuba-Verdad

LA HABANA, julio - Uno de los más graves problemas heredados, o mejor dicho transplantados de Europa del este al proyecto socialista cubano fue y es el divorcio sistemático entre la teoría y la práctica.

Este fenómeno ha establecido una relación anómala donde la práctica perdió su función reguladora y de comprobación de la teoría, para convertirse en una meretriz incondicional de la misma. Esta situación, que dicho sea de paso va a contrapelo con los más puros postulados de la dialéctica marxista, se ha tornado en epidemia de la sociedad cubana y abarca desde los estudios sociológicos hasta la economía.

En Cuba, donde el discurso ideológico gubernamental abarca todos los aspectos de la vida, amén de contar con los mecanismos represivos adecuados para evitar peligrosas "desviaciones", la falta de criterio práctico de los postulados teórico-ideológicos cobran características catastróficas y dogmáticas donde, a falta de un intercambio libre y plural, la balanza está tan cargada del lado del oficialismo que en rigor no se aprende nada nuevo sino que sólo se comprueban "regularidades" donde se espera que la realidad se comporte según los esquemas y cánones de los libros de la ideología oficial.

Si esto no sucede así, entonces se inventa lo contrario. ¿Quién se atrevería a afirmar que la práctica ha demostrado la inviabilidad de un "sagrado" postulado ideológico?

Esta situación, que ha llevado a la confusión entre el pensamiento de izquierda y el dogmatismo, ha maniatado y amordazado a la intelectualidad cubana durante años y privado a la isla del necesario pensamiento libre y renovador que demandan los tiempos.

Así, vemos que las expresiones más conservadoras, inflexibles, cerradas o estúpidas por su simplicidad, son consideradas de las más pura estirpe de izquierda y su portador un revolucionario cabal. Y, al contrario, todo aquél que enarbole las banderas del cambio social, el desafío de las verdades aceptadas, la confrontación con el conservadurismo, la ruptura de esquemas tradicionales, la propuesta intelectual renovadora y la defensa de los ideales de participación y liberación, de progreso y democracia, es calificado como "desviado ideológico" o, sencillamente, como un renegado "contrarrevolucionario".

Si esto es analizado correctamente, es la contradicción de los términos. Eso en teoría, porque en la práctica el supuesto renegado caería de lleno dentro del engranaje represivo oficial con todas sus consecuencias ulteriores.

Así vemos que junto a los tibios cambios ocurridos en Cuba, pregonados a bombo y platillo por el gobierno, que resolverían los problemas socioeconómicos de la isla en teoría, en la práctica observamos que en las reformas constitucionales de 1992 se eliminó la referencia a la dictadura del proletariado, pero se enuncia el papel del Partido Comunista no como vanguardia de la clase obrera sino de la nación, lo que perpetúa su poder.

Frases como "la universidad es sólo para los revolucionarios", aplicadas en la práctica, mantienen amordazada a la intelectualidad cubana. Por otra parte, aunque era de esperar, un cambio trascendental en materia de reformas constitucionales como es el Proyecto Varela sólo se ha ganado el más absoluto silencio por parte de los círculos de poder.

Los índices de crecimiento económico siguen en ascenso, según datos del gobierno, pero el obrero cubano percibe salarios de miseria en pesos desvalorizados, mientras tiene que hacer juegos malabares para dar de comer a la familia.

A pesar del reordenamiento y "perfeccionamiento empresarial", las pérdidas son millonarias a causa de la corrupción y del descontrol centralizado de las empresas. El número de personas que quieren emigrar del país aumenta en progresión geométrica, y la "democratización" del país puede verse claramente a través de las paramilitares brigadas de respuesta rápida y del fortalecimiento de la policía política para reprimir el descontento popular.

Con los antecedentes expuestos vale preguntar: ¿Las miles de personas que desfilan en las "marchas combatientes" por el Malecón habanero apoyan al gobierno comunista?

Pues sí, teóricamente, pero ¿qué sucedería si apareciera un puente entre La Habana y Cayo Hueso en la práctica?


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