"Chávez no tiene la posibilidad de repetir a Fidel Castro
aunque lo desee en el fondo de su corazón", asevera Américo
Martín
Teresa Casique. Tal
Cual. Caracas. Lunes 23 de julio de 2001,
"Cualquiera diría que me hice el muerto a ver qué
entierro me hacían", fueron las primeras palabras que pronunció
Fidel Castro luego de que sufriera, el mes pasado, un desmayo con el que acaso
sembró importantes expectativas en buena parte de nuestro hemisferio. Son
42 años en la monótona lidia de mantener un proceso que, en el
decir de sus mejores analistas, hace mucho tiempo dejó de ser
revolucionario. Precisamente, a estudiar ese proceso ha dedicado estos últimos
años el ex militante de Acción Democrática (expulsado del
partido en 1960), ex guerrillero, ex candidato presidencial y ex socialista, hoy
activista de la banda independiente, Américo Martín. Y lo ha hecho
en América y Fidel Castro (Panapo, 2001), un libro denso, que cruza, con
lucidez y fluidez, el discurso histórico y la anécdota de la cual,
tantas veces, él mismo es protagonista.
-Teodoro Petkoff, en el prólogo a su libro, aduce que usted nos
entrega "un examen político de la fisiología del fenómeno
fidelista". Se mete usted en verdad en el instersticio de lo que
febrilmente una vez fue La Revolución de América Latina, así,
en mayúsculas. ¿Desea acaso expiar algún pecado de su vida en
el pasado entregando este "libro-advertencia" de lo que nos podría
ocurrir, arrebatados, como vamos, tras la sombra de nuestro Mesías?
-Entiendo tu pregunta y observo hasta el piquete que tiene, pero lo que pasa es
que Chávez no tiene la posibilidad de repetir a Fidel Castro aunque lo
desee en el fondo de su corazón. Fidel Castro es irrepetible. El encarna
esa combinación de caudillo latinoamericano con sistema leninista soviético
y eso es lo que ha producido esa fórmula irrepetible. De modo que cuando
escribo este libro lo que advierto es el desastre al que nos pueden conducir los
intentos de repetir estas experiencias que han sido funestas en América
Latina. Nosotros también quisimos repetirla en los años sesenta,
reproduciendo la lucha armada que hizo Castro, y fracasamos rotundamente. Bolívar
el anticaudillo -Usted escribe que Castro es la forma más refinada y
despiadada del caudillismo moderno. ¿Castro es "despiadado", es
decir inhumano, cruel? -Los caudillos en América Latina son los herederos
de los antiguos conquistadores españoles que surgieron para llenar el vacío
que encontraron. Augusto Mijares dice que Simón Bolívar fue un
caudillo y tiene razón porque todo el orden jurídico español
había quedado deshecho, no se había creado un orden sustituto y
había que gobernar. Pero Bolívar fue un anticaudillo porque, una
vez en el poder, empezó a crear constituciones e instituciones, con la
particularidad de que las mismas ni eran absolutamente leales a él ni
eran hechas a su medida. Ese es el signo que distingue a un caudillo a su pesar
de un caudillo a su mandar. Lo que ha hecho Castro es que no sólo ha
destruido las anteriores instituciones y ha construido unas nuevas, hechas a su
medida, sino que además avanzó sobre la sociedad civil eliminando
a los otros partidos políticos creando un partido único, creando
organizaciones sociales únicas y desarrollando una vigilancia brutal en
cada hogar a través de los comités de defensa de la revolución.
De modo que en Cuba las familias son vigiladas diariamente por jefes barriales
que utilizan ese dominio para lograr prebendas, apoderarse de las muchachas,
lograr que les paguen dinero porque con sólo levantar la mano le arruinarían
la vida a cualquiera. Es la fría crueldad de un sistema basado en una
tremenda paranoia y en la creencia del líder de que toda la verdad está
en él.
Sitiados mentales
-Me gustaría que ampliara esa idea de "la mentalidad del sitiado"
con relación a Castro.
-La tomé de Arnold Toynbee. Los líderes de la Unión
Soviética tenían mentalidad de sitiados e imaginaban campañas,
batallas ganadas, todo lo cifraban en una constante movilización de los
pueblos en una lucha contra enemigos reales o imaginarios que estarían
amenazando la revolución, porque ellos decían que el golpe, la
invasión, eran inminentes. Toynbee decía que así era el
sistema comunista en un grado de perfección que nunca había
alcanzado el género humano aún cuando la mentalidad del sitiado
era propia de los autoritarismos de todas las épocas. Fidel lo perfeccionó:
Fidel llevó el trabajo voluntario, el corte de caña, a un sistema
permanente, y todos los años proclama que Estados Unidos lo va a invadir;
probablemente en algún momento fue cierto, pero ya se convirtió en
un recurso para mantener a la gente movilizada. Eso es signo de todas las
mentalidades autoritarias.
Revolución costosa
-"¿Es en realidad "un modelo", "un simple ensayo",
y no el socialismo mismo, lo que ha fallado?", se pregunta usted al término
de su libro. ¿No ha sido muy alto el costo de todos esos experimentos?
Cuando Cuba salga de su partido único, de su caudillo y de su soledad, ¿en
qué siglo estará? -Ese es un problema muy grave; Cuba va a pagar
un costo de transformación muy alto, como lo pagaron los países de
Europa y como lo está pagando todavía Rusia, que es uno de los países
con más altos índices de delincuencia y de tráfico de
drogas y que en lo económico es un país que no está en
capacidad de sostener a su pueblo; su deuda con Estados Unidos es impagable.
Pero en otros casos el proceso ha sido más rápido como en la república
Checa y la república Eslovaquia, como en Alemania, en Polonia, en Hungría.
Yo espero que lo que le ocurra a Cuba, porque me dolería mucho que no
fuera así, sea una cosa parecida: sale el caudillo, se desintegra el
poder totalitario del partido, se reunifica la familia cubana, y Cuba, con esa
capacidad industriosa del pueblo cubano, sale adelante con mucha rapidez.
Sobre un animal prehistórico
-¿Dónde ha dejado a Cuba la comunidad internacional como dejó,
por ejemplo, a España desde 1936 hasta la muerte de Franco? -Sí,
los cubanos se quejan de eso y nosotros no tenemos la conciencia plenamente
limpia. Por eso digo que cuando este libro consiga que algunas personas
depositen su mirada en él, sentiré que los restos de un animal
prehistórico ya no estarán sedimentados en mi conciencia. Y en el
prólogo Teodoro Petkoff lo dice bien: muchas cosas nos hicieron a
nosotros seguir atados a una ilusión, ninguna de ellas es justificable
pero explica la conducta de la izquierda venezolana que en 1959 surgió al
país creyendo que podía hacerlo todo, porque venía de
derrumbar una dictadura y era capaz de iniciar una revolución.
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