Las
vacaciones necesarias
Ramón Díaz-Marzo
LA HABANA, julio - Nuestro mundo es dual, entre otras muchas cuestiones.
Quien lo creó demostró una sabiduría ante la cual los más
originales pensadores han terminado por inclinar la frente. No es necesario
entrar en explicaciones agotadoras acerca de tanta grandeza. Baste el ejemplo de
que la noche, por muy bella que sea en el resplandor de sus estrellas, siempre
se mueve. Lo que significa que tampoco la eternidad puede sustraerse a la
necesidad de los cambios (movimiento). Pues si quien creó nuestro mundo
descansó en el séptimo día, ¿qué nos ocurrirá
a nosotros cuando rechazamos la etapa necesaria de descanso? ¿Acaso
pretendemos poseer más fuerza que el hacedor?
No podemos permanecer despiertos todo el tiempo. El sueño y la muerte
son necesarios. Toda manifestación humana tiene un comienzo, un clímax
y un final. Ninguna novela o película puede ser una historia
interminable. La historia humana no es otra cosa que una sucesión
ininterrumpida de vigilia y sueño. Y hoy les comentaré sobre lo
que ocurre en La Habana, capital de Cuba, desde hace cuarenta y dos años.
Cuando el poeta Heberto Padilla escribió aquel poema en uno de cuyos
versos dice: "... y al hombre le pidieron su tiempo para juntarlo al tiempo
de la Historia", se adelantó años-luz a lo que ya había
comenzado a suceder en la sociedad cubana y sucedería en lo futuro. El "proyecto
cubano" le pidió-ordenó-decretó al pueblo que no se
podía dormir más mientras tanto. Pero este "proyecto",
que perseguía alcanzar por sobre todo la libertad colectiva (soberanía,
independencia) negó la libertad individual a pequeña escala: la
sencilla y simple propiedad privada.
El "proyecto cubano" actuó como esos poetas que, encerrados
en su buhardilla, se empeñan en crear con palabras un mundo que no
existe, y le dio la espalda a la realidad, por lo que el pueblo tuvo que pagar y
aún paga el precio de no poder dormir, olvidarse de sí mismo y
ser, de cuando en cuando, como un niño inocente.
El método del Cuarto Camino plantea con argumentos convincentes que
el hombre sólo podrá superarse a sí mismo a través
del super-esfuerzo. Y es una verdad irrebatible, pues el desarrollo de la
humanidad ha sido el fruto del super-esfuerzo de una minoría de hombres y
mujeres que, cuando el esfuerzo no les costó la vida, al menos venían
espiritual, mental y físicamente preparados para realizar sus hazañas.
Pero ésas no son las condiciones reales del resto de los mortales. Los
hombres y mujeres que han tenido la responsabilidad de gobernar lo saben, y por
ello siempre han utilizado el sentido común: no forzar a las grandes
multitudes a realizar tareas quiméricas que desequilibren la endeble
estructura social de nuestro mundo.
Pero al Cuarto Camino se le olvidó lo más importante. Los
hombres y mujeres que a través del super esfuerzo realizaron sus hazañas
tuvieron libertad personal. Sin libertad personal no hay nada en este mundo que
se realice y obtenga buenos resultados. A la larga toda manifestación de
la persona humana que no sea el resultado de un íntimo sentimiento
personal, y que haya sido por inducción, fracasa. Cada ser humano
necesita ser su propio gobierno. Y aunque la necesidad de cambiar la conciencia
humana es urgente para que nuestro mundo sobreviva a los próximos
tiempos, no se puede forzar la maquinaria humana a realizar hazañas para
las cuales no está preparada.
El hecho de que Gurdieff expusiera su método en libros, y que muchas
personas lo comprendan, no significa que esas personas estén preparadas
para realizar super-esfuerzos que pudieran costarle la vida física o
espiritual. Y en el caso cubano el super-esfuerzo que nos han impuesto ha matado
el espíritu de la nación. No hay peor ciego que quien no quiere
ver cómo este pueblo está muerto espiritualmente. Una muerte que
se caracteriza por la desorientación y el caos de los valores clásicos
de la sociedad humana.
El pueblo cubano ha resistido el constante shock del super-esfuerzo estatal
mucho más de cuanto se conozca que otros pueblos hayan resistido una
corriente energética de tan alto voltaje. Y ya se puede hablar de abuso.
Sin embargo, la naturaleza creada por el hacedor tiene sus mecanismos de
defensa. El pueblo cubano no está muerto del todo. Está moribundo,
pero sobrevive. ¿Cómo sobrevive? Fácil y difícil. No
escucha los discursos, no mira las mesas redondas, no le importa las noticias,
que cada día dicen lo mismo, no escucha Radio Martí, bebe alcohol,
practica sexo, juega Ataris, ve vídeos y realiza todo tipo de actividad
que le permita olvidar que vive en Cuba.
Los versos del poeta cubano Heberto Padilla, aunque premonitorios, no son la
realidad de nuestros días. El cubano de a pie no ha permitido que le
quiten su "tiempo para juntarlo al tiempo de la Historia". Y aunque en
el plan estatal no está contemplado el ciudadano común, que no
realizará ninguna hazaña a través del super-esfuerzo del
Cuarto Camino, él ha decidido -en un acto personal de libertad y defensa
propia- tomarse unas vacaciones necesarias. El descanso del séptimo día
es una realidad, y la necesidad de dormir es grande.
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