Un próximo
líder ¿para qué?
Tania Díaz Castro, UPECI
LA HABANA, julio - Nuestro próximo líder no tendrá que
ser necesariamente un hombre de nariz griega, seis pies de estatura, piel blanca
y poseedor de ese carisma que Dios concede como don gratuito a ciertas criaturas
de la tierra.
Mientras analizaba el reciente desmayo de Fidel Castro ante las cámaras
de televisión pensé que, sobre todo, sólo nos bastará
con que el próximo líder sea buen comerciante, buen administrador
de nuestros bienes materiales, para conveniencia de la nación cubana.
Además, alguien que por encima de todo ame los animales, las plantas y
las artes.
No importa que sea bizco, gordito, cojo o mujer. Eso sí, tendrá
que ser transparente, sincero hasta la médula. Si en su temprana juventud
bailó ballet, tap, paso doble o mozambique, mejor. Si en la escuela
primaria hacía las mejores flores de papel como trabajo manual,
estupendo. Si cantó en el coro de alguna iglesia, mucho mejor.
Pero como los cubanos de la isla y del exilio estamos ya tan escamados,
antes de que ocupe la presidencia del país ese próximo presidente
tendría que pasar por un test mental. Arrojaría positivo si el
candidato no tenía como libros de cabecera "Mi lucha" de Adolfo
Hitler y "El Príncipe" de Nicolás Maquiavelo, si duerme
ocho horas nocturnas cada día, si no padece de arranques de cólera,
si no es dominante, prepotente...
Reunidas estas condiciones, le pondremos un límite a sus discursos:
de tres a quince minutos, al estilo norteamericano. Nada más. Por eso de "el
que habla mucho poco hace". Y se supone que el jefe de gobierno da el
ejemplo.
Ese próximo líder tendría sólo cuatro años
para demostrar su talento y eficacia en el arte de gobernar. Vencido el plazo
deberá ocuparse de otros menesteres y dejar su lugar a otro.
Dónde está ese líder. No lo sé. Dentro del
propio gobierno actual de Cuba no lo veo. En la oposición interna pacífica,
tampoco. En el exilio de Miami, tal vez... pero en España, entre los
exiliados cubanos, es casi posible. Allí (perdón si hiero
susceptibilidades) puede que esté.
Pero, pensándolo mejor, un próximo líder ¿para qué?
¿Acaso ya no estamos demasiado saturados de ese espécimen humano que
va siempre a la cabeza de todos y de todo?
Cualquiera, cualquiera pudiera ocupar la silla presidencial.
Sólo bastará que se empeñe en sacar del caos a mi país.
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