Vida
cotidiana: El Portero
Lucas Garve, CPI
LA HABANA, julio - Este oficio, en otras partes del planeta bastante
adjetivo, ha alcanzado en la islita caribeña tremenda importancia (perdóneme
el tremendismo, editor, más es así). Sépase de una vez, en
Cuba para desempeñar el oficio de portero se requiere de cierta "idoneidad".
¡Idoneidad...! Un término muy de moda por estos días en
Cuba. Posee lecturas particulares. Para ser portero en Cuba se necesita ser "cuadrado".
No me refiero a tener cuatro lados... no, todo lo contrario, tener uno sólo
donde se lleve grabado un "no se puede".
Si un individuo no se identifica, ¡no puede pasar! El portero está
siempre dispuesto a no dejar pasar. Una cualidad del portero apreciada por los
jefes es justamente ésta.
Además, ellos deben estar provistos de rayos X en los ojos: con el
objetivo de escudriñar lo que la gente lleva en los paquetes. No importa
que se trate de personas inofensivas, los porteros ven en cada recién
llegado un enemigo en potencia (¡listos para la defensa!).
También, el portero debe poseer otra "gracia": jamás
satisfacer absolutamente un pedido de información (¡vade retro!).
Para completar medianamente la demanda del necesitado, el portero está
auxiliado por un teléfono intercomunicador. "Espere un momento,
puede sentarse allá y esperar que lo llame", espeta el portero como
respuesta.
Hoy en día, a los porteros les han cambiado el nombre. Muchos se
ahorran el uso de la trisílaba (¿síndrome de ahorro de energía?)
al utilizar la voz "sebepé" en sustitución de las siglas
C.V.P. (Cuerpo de Vigilancia y Protección), que no aluden al cuerpo del
portero, sino al conjunto de vigilantes.
Sucede que en el sistema de vida cubano todo y todos inspiran desconfianza.
Tampoco el portero confía. Ni siquiera en los jefes. Siempre los despiden
con una sonrisa en los labios y con los ojos fijos en el abultado maletín
que cargan al salir de la empresa. Claro, en el maletín no sólo
llevan documentos pues, antes de partir del inmueble, ellos pasaron por el almacén
de la cocina (¡gentilezas de los jefes con los almaceneros!).
Generalmente, el portero lleva a la cintura un manojo de llaves. Quizás
tenga la responsabilidad de las puertas que dan acceso a todas las oficinas,
salvo la de la puerta de su propia casa... porque ésa quien la cuida
mejor es su cónyuge.
Evidentemente, el portero es un directorio viviente. El conoce a todos los
que habitualmente entran y salen. Debe conocer a los trabajadores de la empresa,
incluso a los inspectores que reinan a "altos niveles". Para éstos
siempre tienen guardada una sonrisa especial, motivada por el hecho de que sus
visitas hacen "sudar" a los jefes.
Aunque mantengan abierta la puerta principal de entrada, ello no significa "acogida"
sino que permanece de esa forma para que circule el aire. Y, en casos, ni
siquiera la puerta queda abierta. Un síndrome de "las puertas
cerradas".
Ello indica incomunicación, obstáculos al libre paso,
infranqueabilidad, cerrazón. Téngase en cuenta que en un sistema
como éste la circulación debe ser controlada, limitada,
comprobada, verificada, examinada.
Entonces, ahora estará de acuerdo conmigo en que el portero, al
parecer tan poca cosa, es una especie de compuerta de un compartimento estanco.
Esta afirmación, seguro, la compartirá conmigo cuando escuche al
portero expresar lo que en su lenguaje oficioso equivale al saludo de
bienvenida: "¡Identifíquese!"
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