CUBANET... INTERNACIONAL

Julio 16, 2001



Los ''narcos'' se organizan en Cuba y establecen nuevas rutas para la coca

Casi 400 kilos de cocaína al año, con un valor en el mercado de decenas de miles de millones de pesetas. El Equipo de Investigación de Atlas-Tele 5 consiguió pactar en La Habana esa cantidad de droga colombiana al 90 por ciento de pureza, desafiando al régimen de Castro y jugándose la vida. El documento, titulado «Narcotráfico en La Habana», será emitido esta noche por la cadena privada.

Equipo Investigación Atlas Diario 16 | Madrid. July 16, 2001

Pretendíamos demostrar la existencia del narcotráfico organizado en Cuba, algo de lo que tienen serias sospechas la DEA, la CIA, el Cesid, Scotland Yard y los servicios de inteligencia de todo el mundo. Nadie lo había logrado hasta ahora, pero nos lo habían advertido antes de salir: «La presión en La Habana se siente en el aire. Tienes la certeza de que te están mirando mil ojos». Así hablaba uno de los miembros del equipo, reportero curtido en mil guerras: ha estado en todos los conflictos armados de los últimos diez años; detenido y torturado, ha visto morir a compañeros y visitado las cárceles más duras del planeta, desde Turquía a Tahilandia, pasando por las cubanas.

Tras meses de trabajo, primero en España para hacernos con los contactos y el lenguaje de los narcos, y luego en Cuba con dos equipos, uno camuflado, el Equipo de Investigación de Atlas ha conseguido un documento único: grabar con cámara oculta la negociación de una compra semanal de ocho kilos de cocaína de gran pureza a uno de los jefes de un clan organizado de narcotraficantes de La Habana. Y lo que es aún más difícil: burlar los controles policiales, tanto dentro de la isla como en el Aeropuerto José Martí para poder sacar las imágenes del país.

MAFIA ORGANIZADA. La lucha contra el narcotráfico es una de las banderas de la Revolución de Castro. Cuando en 1959 el Ejército revolucionario tomó el poder, la isla era el prostíbulo del Caribe. Fidel prometió acabar con el juego, la prostitución y las drogas, y expulsó a las grandes familias de la mafia que dominaban la isla. Han pasado más de 40 años y hemos podido grabar in situ a las mafias asentadas en la Cuba castrista, en un mercado negro que florece regado por el dinero del narcotráfico. Es más, hemos conseguido grabar un campo, a 200 kilómetros de La Habana, en las proximidades de Cienfuegos, donde se cultiva marihuana a gran escala y a plena luz del día. Lo curioso es que ese campo se encuentra próximo a una central nuclear calificada de máxima seguridad, cercada y vigilada por el Ejército.

Eso era parte de lo que queríamos demostrar, además de acercarnos en la medida de lo posible a la presunta implicación del Gobierno en ese narcotráfico. Una sospecha que planea sobre Fidel Castro desde hace años y que manchó el buen nombre de la Revolución en el llamado caso Ochoa, la «Causa 1» de 1989 en la que Castro juzgó y ejecutó, tras juicio sumarísimo, a cuatro de sus más cercanos colaboradores, acusados de narcotráfico, entre ellos al general Ochoa, héroe de la revolución, y al coronel De la Guardia, otro de sus hombres de confianza. Apuntábamos, pues, a uno de los pilares más sólidos de la política social del régimen y jugábamos en su terreno: una isla cerrada, donde se respira el ambiente bélico. Desde los mensajes que presiden las calles de la ciudad animando a los cubanos a luchar -«Patria o muerte, venceremos»- a los discursos de la tele con términos como «invasión» o «enemigo capitalista».

El primer equipo aterrizó una semana antes. Teníamos que burlar la férrea vigilancia a la que nos iban a someter y movernos con material comprometido en una ciudad tomada por la policía. Teníamos que cubrir al equipo que iba a infiltrarse en una de las redes de narcos. La importancia del documento que iba a conseguir el segundo equipo estaba en función de lo que lográramos nosotros antes.

Habría que explicar lo complicado que resulta grabar con cámara oculta una negociación para comprar gran cantidad de cocaína en Cuba. Un país en el que, sólo el año pasado, detuvieron a ocho periodistas extranjeros por motivos tan «graves» como entrevistar a familiares de presos políticos. Nadie había logrado antes entrar en la isla con una cámara oculta, grabar y sacar documentos como los que nosotros íbamos a conseguir: no sólo demostrar que hay narcotráfico organizado.

Llevar una cámara oculta encima resulta muy peligroso en La Habana, donde todo está sometido al máximo control, pero también había que pensar en lo que nos podía ocurrir si los narcos con los que habíamos contactado hubieran descubierto nuestro equipo. «Somos once millones de habitantes y siete millones son policías, más lo que tú no ves, que están vestidos de paisano», comenta un cubano por la calle. Si en cualquier control rutinario la policía hubiera dado con el material que estábamos grabando, podían juzgarnos y condenarnos por atentar contra la revolución castrista.

Pero el último susto nos lo dio precisamente Diario 16. El 11 de marzo, cuando todo estaba ya preparado, nos encontramos con este titular en portada: «Cuba instaló cámaras ocultas en hoteles para espiar a empresarios españoles». Este diario hablaba de un hotel, El Nacional, en el que sus habitaciones estaban plagadas de cámaras y micrófonos. Allí, precisamente, nos íbamos a alojar nosotros. Luego descubrimos que las cámaras de las que hablaba Diario 16 no estaban sólo en los hoteles. La Habana es como un gran plató. Hay cámaras ocultas en las calles, en los hoteles, en las cafeterías, en cada esquina.

VIGILANCIA PERMANENTE. Es difícil moverse en la ciudad sin ser vigilado. Además de las cámaras está la policía de uniforme, la de paisano, los informadores ocasionales y el Comité de Defensa Revolucionaria (CDR), un sistema de control que consiste en tener a un delegado en cada «cuadra» de vecinos para que informe de cualquier incidente.

Pese a todo, conseguimos contactar con pequeños camellos de barrio. Comprobamos cómo la droga corre por La Habana con más fluidez de la que el régimen está dispuesto a admitir. Nos ganamos su confianza y ascendimos escalones en la organización mafiosa hasta llegar al capo conocido como El Anillos, con excelentes relaciones, según él mismo nos confiesa, con responsables del Gobierno. El Anillos ofrece cocaína de gran pureza y con él pactamos que nos ponga en España ocho kilos a la semana, 32 al mes; más de mil millones de pesetas una vez puesta en las calles de Madrid. «Y por la seguridad, olvídate de eso, que yo pago aquí por la seguridad», dice. «Yo sólo me debo a uno, que es el Gobierno», concluye.

Por 20.000 dólares el kilo, podíamos tener todas las semanas en Barajas hasta ocho kilos de cocaína, sin riesgo. Acabábamos de descubrir una nueva ruta de tránsito de la coca. Esto demostraba lo que decían algunos informes de la ONU: que el 80 por ciento del tráfico desde Colombia pasa por el Caribe.

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