Azúcar
de Cuba: ¿caña vs. viandas?
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, julio - La recién concluida campaña azucarera
cubana, cuyos decepcionantes resultados han provocado una discusión sobre
el futuro y perspectivas de la primera industria nacional, ha traído por
lo pronto un aflojamiento de las restricciones a la libertad de cultivo y de su
venta, al decidirse que las unidades básicas de producción
cooperativa (UBPC) especializadas en caña de azúcar puedan
concurrir a los mercados agropecuarios de venta libre para comercializar
productos no cañeros, siempre que cumplan sus entregas principales a la
industria y alcancen rendimientos en caña superiores a 33 toneladas por
hectárea.
Las UBPC son entidades agrícolas paraestatales, signadas por la
propiedad de la tierra en manos del estado y una gestión cooperativa que
se supone más flexible. Se dividen en cañeras y no cañeras
(cultivos varios, ganadería, y otras) y tras seis años de desempeño
no han logrado una rentabilidad generalizada, aunque aportan un volumen no desdeñable
de la producción agropecuaria isleña.
Fuentes diversas han señalado el carácter más racional
que progresista de la reciente decisión, por cuanto es tradición
de la agricultura cañera combinar sus producciones con otros cultivos,
entre los cuales la historia agrícola cubana destaca al maíz, las
legumbres y la ganadería bovina, razón por la que siempre ha
existido un remanente de producción no cañera que al no poderse
comercializar libremente debe de haber engrosado los inventarios de la
informalidad isleña, entendida ésta como hacer lo lícito
por lo ilícito. Tal realidad no se tomó en consideración
por las autoridades cubanas cuando se constituyeron las UBPC especializadas en
caña, y todo parece indicar que la liberalización de hoy sólo
acepta a regañadientes el hecho consumado de que las UBPC cañeras
mercaron sus bienes marginales "por debajo de la mesa", hasta que la
extensión del proceso impuso un toque de racionalidad. Por lo tanto, vale
pensar que la decisión de marras es un triunfo de una economía y
una cultura de resistencia, opuesta al modelo de sociedad post-totalitaria
representado por el gobierno de Fidel Castro.
Sin embargo, parece que algo tan lógico ha conmovido a las
estructuras de poder de Cuba y provocado en sus sectores fundamentalistas una
resistencia apreciable. Varias personalidades vinculadas a la agricultura han
manifestado un visceral desacuerdo, entre ellas el experto Ramón "Mongo"
Castro, hermano de Fidel y de Raúl, quien opina que la medida causará
el descuido de las producciones cañeras, al buscarse obtener mayores
ingresos con otros cultivos mercados a mejor precio.
No es inusual que el fundamentalismo isleño vocifere a espaldas de la
vida, como no lo es que ésta, cuando no puede entrar por la puerta, salte
por la ventana. Sobre todo en este caso, en que el argumento de los ortodoxos
implica un reconocimiento: si existe temor al desvío de los esfuerzos
hacia cultivos comercializables a mejores precios, entonces cabe deducir que el
producto agrario más importante de Cuba es mal pagado, muy mal pagado. Y
si es así, ¿cómo puede esperarse que se supere la actual y
recurrente crisis de la agricultura cañera, en escenario donde para
lograr la competitividad para la primera industria de la isla se pasa
obligatoriamente por restaurar capacidades agrícolas para obtener unos
seis millones de toneladas de azúcar?
De las mejores intenciones puede estar empedrado el camino del infierno. El
contrapunto que ya se avecina entre las cañas y las viandas revela mucho
más de lo esperado sobre la crisis de la primera industria de Cuba,
comenzando por la actual falta de vinculación entre los precios internos
y los del mercado internacional, tanto para el azúcar y sus derivados
como para la esencial, esencialísima materia prima. No dar solución
a ese problema, más en condiciones de globalización, sólo
traerá como consecuencia caer de cabeza al abismo, en vez de por lo menos
intentar hacerlo de pie. Tiempo al tiempo, y se verá.
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