Alcoholismo
en Cuba
Oscar Espinosa Chepe
LA HABANA, julio - El incremento de la ingestión de bebidas alcohólicas
se ha convertido en un grave problema en Cuba. Ante el auge de este fenómeno
las propias autoridades han tenido que propiciar campañas en los medios
de prensa, especialmente en la televisión, para advertir a la ciudadanía
acerca de los daños que causa esa adicción sobre las personas, sus
familias y la sociedad en su conjunto.
Como se ha reconocido oficialmente, Cuba tiene la elevadísima tasa de
accidentes del tránsito de 72 por cada 100 mil habitantes, muy por encima
de países como Francia (18,5), Estados Unidos (16,4) Austria (13,6) y Japón
(11,6), que tienen un tráfico vehicular muy superior al existente en
Cuba.
Un estudio realizado por el Instituto de Medicina Legal (IML) indica que "una
de cada tres víctimas por accidentes del tránsito muere porque
algunos de los participantes en el hecho ha estado bajo los efectos de bebidas
alcohólicas. Pero hacia el oriente del país, la situación
es aún más alarmante: la proporción de fallecidos es de uno
a uno". Los tests practicados por el IML "a personas no fallecidas
involucradas en accidentes del tránsito también arrojan números
elevados. Son los choferes quienes encabezan este indicador con más del
50 por ciento".
Estos nefastos resultados también impactan en otros aspectos de la
vida de los cubanos, sin que se hayan publicado los informes que cuantifiquen
los perjuicios ocasionados.
El impresionante aumento del alcoholismo presente desde hace mucho tiempo,
indudablemente está relacionado con el nivel de agobio y desesperación
en que transcurre la existencia de los sectores mayoritarios de la población,
sometidos a fuertes tensiones de toda índole, por lo que el alcohol se
convierte en una vía de escape ante una realidad cargada de problemas y
sin soluciones vislumbrables para la mayoría.
Esa falsa salida, escogida por un significativo número de personas
que incluye un segmento amplio de la juventud, no es novedosa. Igualmente ocurrió
en el este de Europa bajo el totalitarismo, en especial en la desaparecida Unión
Soviética donde un apreciable porcentaje de los habitantes trataba de
ahogar sus penas y frustraciones en mares de vodka, en busca de aislarse de una
vida gris y abominable.
Cuba, antes de 1959, sin constituir precisamente un paraíso, no padecía
este problema del consumo masivo de alcohol. Además, en aquella época
se bebía fundamentalmente cerveza y el ron mezclado con agua o refresco,
por lo que la ingestión del alcohol se efectuaba a niveles más
asimilables.
En estos tiempos, en adición a que la proporción de cubanos
bebedores habituales es preocupante, lo consumido prioritariamente es el ron y
el aguardiente en forma pura, de muy baja calidad, y muchas veces de fabricación
casera, por lo tanto de alta toxicidad. Para complicar la situación, a
esto se agrega una ciudadanía mal alimentada, especialmente durante estos
años de período especial.
El propio hecho de la incidencia superior del alcoholismo sobre los
accidentes del tránsito en la zona oriental del país no debe extrañar,
pues allí es donde la crisis se ha mantenido y se mantiene con mayor
intensidad causándole mayores sufrimientos a la población de esa
región.
El aumento de la adicción a las bebidas alcohólicas constituye
otra de las consecuencias de la desastrosa situación económica,
política y social por la que atraviesa Cuba desde hace años. La
solución de este problema, como de otros muchos, sólo será
alcanzable con la sustitución de un sistema que ha llevado a sociedades a
la autodestrucción física y espiritual.
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