Azúcar
de Cuba: ¿con qué caña?
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, julio - Uno de los chistes que comentaron el desastre significado
por la cosecha azucarera de 1970 -aquella de los inalcanzables diez millones-
mostraba a un ancianito de facultades viriles ya jubiladas, que al ver pasar a
una criolla de curvas restallantes exclamó: ¡Azúcar!
"¡Y pa' diez millones!", respondió la hembra oronda.
"¿Con qué caña, mi hijita, con qué caña?",
apuntó el viejo.
Treinta años después el reflejo de una decadencia pudiera
traer al chiste desde el olvido. Sólo que ahora, en vez de referirse a
los diez millones de marras, lo haría respecto al incumplido plan de la
zafra 2000-2001, que de 3,7 millones propuestos nada más logró 3
millones 532 mil toneladas, de acuerdo con reporte del diario Granma que pareció
responder a un artículo de este periodista, donde se le recordó a
la prensa oficiosa isleña su deber informativo ante el pueblo cubano. ¿Casualidad,
casualidad? Nadie sabe, y poco importa.
Según fuentes diversas, las autoridades cubanas culpan al clima del
incumplimiento azucarero. Parte de razón no les falta: el tiempo perdido
por lluvias ascendió al 22 por ciento del total. Otro 16,33 por ciento se
achaca a causas agroindustriales como falta de caña, deficiencias en el
sistema de corte, alza y transporte y pobre desempeño industrial. Tales
datos parecen avalar la opinión oficial, aunque otros analistas insisten
en que el clima no fue más que la máscara tras la que se ocultan
carencias mayores que las mostradas en ese 16,33 por ciento de tiempo perdido
por motivos agrícolas e industriales.
Imagínese que la cosecha recién terminada hubiera contado con
el clima más favorable y pregúntese entonces si en tales
condiciones se hubiera cumplido el plan de producción de azúcar.
La respuesta es no. Primero que todo, porque la crisis presente en la
agricultura cañera ha llegado a un punto tal que ni siquiera con ventajas
climáticas se habría logrado el cumplimiento del plan.
Si de acuerdo con los datos oficiales se obtuvo en esta zafra un rendimiento
industrial azucarero de 11 por ciento (proporción de azúcar por caña
molida), y quedaron en los campos unas 794 mil toneladas de materia por
procesar, es de deducir que las mismas sólo habrían aportado unas
90 mil toneladas de azúcar, las cuales habrían compensado el
incumplimiento del plan, ascendente a 168 mil, pero no lo habría
eliminado. Nunca, en ningún momento, se dispuso de caña para
cumplir.
Tal realidad informa que en la proyección de la cosecha se cometieron
serios errores de planificación, o que las bases informativas sobre las
que se elabora el plan requieren de urgente auditoría. Momento principal
en la confección de la estrategia es el de la declaración de los
estimados agrícolas, por medio de los cuales se determina la
disponibilidad de materia prima. Cálculos más, cálculos
menos, es un hecho que en éstos se reportó un monto superior en más
de 700 mil toneladas a las existencias reales, de seguirse a los informes de la
prensa oficiosa. Por ello, cabe deducir que la cosecha azucarera 2000-2001 nació
mal y terminó mal. Tal es el hecho que conduce a una interrogante: ¿cómo
fue posible que a nivel de todo un país se hubieran cometido semejantes
errores de estimación, obviamente muy por encima de lo tolerable? El
experto Ramón Castro ha llegado a afirmar que en Cuba ya no se sabe hacer
buenos estimados agrícolas. Lo sucedido, además de darle la razón,
es una evidencia de hasta dónde se aprecia en la Cuba de Fidel Castro una
pérdida de la cultura productiva de la caña de azúcar, a
juicio de este periodista uno de los males de fondo del azúcar de la
isla, junto a una crisis en las formas de la propiedad agrícola, más
evidente cada día.
Lástima que el ministro del azúcar Rosales del Toro sea un
hombre, porque ni siquiera queda el consuelo de admirar las caderas generosas de
una hembra criolla, para poder espetarle, la boca hecha agua y las facultades en
su sitio: "¿Con qué caña, con qué caña?"
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