Languidece
pequeña industria de conservas de Pinar del Río
Lázaro Raúl González, CPI
PINAR DEL RIO, julio - Tal y como la Cooperativa de Periodistas
Independientes dio a conocer oportunamente a través de la agencia
CubaNet, en el último decenio florecieron por toda la provincia de Pinar
del Río pequeñas industrias de conservas de carácter
privado.
Estas empresas, generalmente sin licencia, o sea, al margen de la ley, y por
tanto sin pagar impuestos, se dedicaron a envasar en botellas de vidrio cuanto
producto fuera posible procesar, principalmente tomate, mango y guayaba, bajo el
camuflaje inteligente de "consumo familiar".
En realidad, además de garantizar el consumo de los miembros de la
familia, estas microempresas han suministrado al deprimido mercado nacional
productos que no se venden en los comercios estatales o que se expenden a
precios altísimos, de mercado internacional, que resultan impagables para
la mayoría de los cubanos.
Aunque cíclicamente surgen comentarios -esto es muy común en
Cuba- al estilo de "ahora sí vienen barriendo", "van a
acabar con todo esto", y otros muchos más, hasta el momento estas
industrias locales han disfrutado de la indiferencia de las autoridades. O quizás
de su cansancio.
Puede ser que más que la bienhechora gestión de estas
microempresas dedicadas a las conservas -recordemos que en Cuba la lógica
no garantiza la existencia- lo que haya prolongado su vida hasta nuestros días
sea la autonomía de ellas: los envases, las materias primas y la
rudimentaria maquinaria son inventos, existencias o propiedades paralelas a las
del gobierno.
Sin embargo, varias razones se han puesto como de acuerdo para obligar a
muchos "conserveros" a cerrar sus negocios o, en el mejor de los
casos, a desacelerar significativamente sus producciones.
Los industriales de las conservas ahora son golpeadas brutalmente por el
encarecimiento de las materias primas. De hecho, en la zafra que recién
concluyó en Herradura (situada en el centro de la provincia de Pinar del
Río) la caja de tomates nunca bajó de los 20 pesos.
Y aunque estas empresas frecuentemente son dirigidas por amas de casa o
rudos aldeanos también hay que sacar la cuenta de que la caja de tomates
está a 30 ó 40 pesos como estuvo la mayor parte del año, el
carretón de leña para hervir los tomates cuesta entre 100 y 150
pesos, el envase vacío está a peso la botella y la chapa para
taparla a centavos de peso cada una. Así pues, simplemente no se puede
trabajar. Porque los compradores no quieren pagar a más de 3 pesos la
botella de medio litro de tomate en conserva, y si una caja de tomate da para
alrededor de 15 botellas, la ganancia es despreciable, o imposible, por lo que
cada día la gente se ve precisada a retirarse de ese negocio.
Los decomisos que sufren los pequeños comerciantes que trasladan el
producto hacia La Habana y otros pueblos donde la demanda favorece el mercado,
también inhiben las producciones de conservas en la provincia de Pinar
del Río, aún cuando estos esforzados mercaderes compran sólo
la cantidad de mercancía que pueden cargar sobre sus espaldas. Pero la
policía suele quitársela sin que medie ninguna explicación,
aunque fuera absurda.
Por supuesto que el desmayo de la pequeña industria de las conservas
en Pinar del Río debe ser enmarcado en el crónico estado de
postración que sufre toda la economía en Cuba. Aunque luche con la
obsesión de un poseído, ningún productor privado de
conservas podría salir adelante rodeado de un panorama que desalienta y
reprime la prosperidad económica.
Bajo tales premisas, aún cuando languidece, bastante ha hecho la
industria privada de conservas que todavía existe. Seguramente vendrán
tiempos mejores, o lo que es parecido: es improbable que vengan peores.
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