Azúcar
de Cuba: el "casi" de Ulises
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, julio - Suele ocurrir a los residentes en Cuba lo mismo que al
cornudo, siempre último en enterarse. Desde el 20 de junio publicó
El Nuevo Herald declaraciones del ministro del Azúcar isleño,
Ulises Rosales del Toro, según las cuales la cosecha 2000-2001 alcanzó
el decepcionante resultado de producir "casi" 3,6 millones de
toneladas, algo sobre lo que la prensa oficiosa cubana ha guardado silencio, en
total olvido de un principio de rendición de cuentas ante su pueblo.
Importantes comentaristas como Varela Pérez, del diario Granma, han
pasado como por arte de magia del reporte de fin de la zafra, al relato de las
aventuras y desventuras de la siembra de caña de primavera, que ya está
pagando los platos rotos del atraso originado por la prolongación de la
campaña y el incumplimiento del plan de producción en unas 100 mil
toneladas.
No constituye sorpresa para este periodista semejante silencio, como tampoco
lo es un resultado que de hecho vaticinó. Al filo del 12 de marzo era
verdad como templo que no se habían producido 2,6 millones de toneladas
de azúcar, razón por la cual lo único destacable en las
declaraciones de Rosales del Toro es el empleo de más de ¡90 días!
posteriores a esa fecha para lograr el millón certificador del "casi".
De acuerdo con El Nuevo Herald: "Las autoridades cubanas culpan al
clima por los decepcionantes resultados, pero lo cierto es que los rendimientos
pésimos de la industria, que en las mejores semanas de la cosecha produjo
sólo al 73 por ciento de su capacidad, estuvieron entre los mayores
responsables del fracaso. Otros obstáculos no menos importantes fueron el
pobre rendimiento de las cosechadoras cañeras, la alteración de
las cifras de estimados agrícolas, la alta pérdida de caña
en el campo y sobre todo la ausencia de incentivos económicos para los
obreros azucareros".
No puede perderse de vista una causa que El Herald no menciona, por cuanto
avisa de males estructurales que el mandato de Rosales del Toro no ha
solucionado: quizás, como nunca, se ha evidenciado una asombrosa pérdida
de la cultura productiva de la caña de azúcar, cuya ultimilla es
la edición y distribución en todas las unidades de producción
de un manual para aprender a sembrar caña, nada menos que en Cuba. El
asunto llega tan lejos como para arribarse recientemente al descubrimiento de
que ni siquiera se colocan de manera correcta las semillas en los surcos. Puro
Kafka, en la Cuba que un día fue la azucarera del mundo.
Una mirada sobre las estadísticas oficiales permite apuntar que,
sobre todo en lo agrícola, la situación es peor de lo tolerable.
Entre 1990 y 1999, la superficie total sembrada de caña se redujo en unas
379 mil hectáreas, sin que un ascenso en los rendimientos haya compensado
la caída en área; sólo el 9 por ciento de la misma contaba
con riego y alrededor de 750 mil hectáreas tenían problemas de
drenaje, algo que parece explicar por qué un escenario de lluvias como el
de la cosecha recién terminada deviene "catástrofe municipal",
al decir de Lezama Lima. Como regla, el enyerbamiento cañero se mantiene
entre 10 y 15 por ciento de la superficie, y las pérdidas en siembras
alcanzaron en 1999 el 12 por ciento del área beneficiada.
Si bien el tiempo perdido por lluvias en la zafra 2000-01 fue de 22 por
ciento, ello no oculta que un aprovechamiento de la norma potencial de molida
estimable en menos de 65 por ciento confirma la existencia de otros problemas,
habida cuenta de que los datos disponibles en la prensa oficiosa permiten sumar
pérdidas por causas agroindustriales que se elevarían a 16 por
ciento. Tales cifras, no obstante, son engañosas: las lluvias suelen
servir de máscara de las deficiencias; tras ese 22 por ciento debido al
clima se encuentra un tiempo perdido por motivos agrícolas e industriales
mayor que el reportado por las estadísticas. Por ejemplo, se anunció
una pérdida de 6,62 por ciento por falta de materia prima, cuando es vox
populi que la pobre disponibilidad de caña debió de ser
responsable del doble.
Vieja consigna del mandato azucarero de Rosales del Toro ha sido la de
aprovechar la capacidad en marcha en no menos de 80 por ciento, lo cual parece
el sueño de lo imposible, a juzgar por las cifras de los últimos años.
Por su lado, la rentabilidad vive las tensiones entre los requerimientos del
plan de producción nacional o provincial y las realidades de los
complejos agroindustriales. Casos ha habido de centrales con muy buena situación
de costos que por ayudar a sus provincias a cumplir su compromiso productivo con
los llamados "extraplanes", han visto seriamente disminuida su
eficiencia, al violar su cronograma de molienda más allá de lo
permisible.
Años atrás este periodista pronosticó que mientras no
se pagara a los productores azucareros y cañeros por el rendimiento en azúcar
no habría avances en la primera industria de Cuba, al tiempo que vaticinó
el afloramiento de todas las contradicciones hoy observables en la misma, de
aplicarse. Rosales del Toro mereció elogios por seguir aquel consejo,
pero hoy parece estar inerme ante la presencia de los esperados contradictos. La
cosecha recién terminada así lo anuncia, tal como parece decir que
las soluciones no están en los "casi". Piense, Ulises, cómo
llegar a Itaca.
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